Por Juan Manuel De Stefano. La Academia llegó a la punta a fuerza de solidez defensiva, la clase de Milito, el sufrimiento y los triunfos por la mínima diferencia. Luego del éxito logrado ante el River suplente, se perfila para campeón.
Lo cocinan a su gusto. De a poco. Hacen el gol y lo cuidan. Si pueden hacer otro, lo hacen. Sin descuidarse, sin brindarle mucho al espectáculo. Pero con ganas, enjundia y pasión. No dan ninguna pelota por pérdida. Se calzan la vincha, el cuchillo y salen a matar. Y cuidan el resultado con uñas y dientes. Y terminan sufriendo, fieles a la historia del Club. Sin brillar pero con argumentos nobles. En esta oportunidad se dio todo. Inclusive la gente de Racing jugó a favor, lo reconoció el propio Milito. Históricamente gran transmisora de presión, ansiedad y apuro a sus jugadores, fue utilizada como un bálsamo que se transformó en alta motivación. Si bien no se puede soslayar que River, o su entrenador para ser más precisos, le allanó bastante el terreno al poner suplentes; la Academia tiene sus méritos. Supo jugar el encuentro de acuerdo a la importancia que tenía y “enmarañar” a los delanteros de River para que no tuvieran espacios y así, de a poco, torcer a su favor el encuentro.
Disputó cada pelota como si fuera la última y fue inteligente para atacar en los momentos justos. ¿Le sobra algo al equipo de Cocca? No, está claro que llega a fin de mes con lo puesto. Brinda pequeñas dosis de fútbol que le vienen alcanzando para ganar y seguir sumando. No es poco, hay que reconocerlo. Es, a todas luces, un bloque en formación. Un equipo con muchos nombres nuevos que pretendió de entrada jugar a otra cosa de lo que busca e intenta hoy en día. Comenzó con la idea base de su entrenador; tenencia de pelota, toques para entretener o distraer al rival, líneas bien adelante y ataque, siempre al ataque. Le funcionó en un comienzo pero luego se complico todo. La derrota (inmerecida) ante Independiente y los ecos de las declaraciones de Cocca (“Prefiero pelear el campeonato que ganarle a Independiente“) hicieron de la Academia un cabaret en el que todos criticaban cada paso que se daba.
La remontada se dio en los minutos que restaban jugar frente a Boca. Perdía 1 a 0 y lo dio vuelta con un concierto de Milito y Bou. Y ahí mutó a lo que es hoy: un utilitario frío y calculador. Cambió. Creció. La defensa se hizo sólida con la entrada de Cabral y un reacomodamiento importante; equipo corto, serio y bien parado. Y River se empezó aponer pálido. O a sentir el peso de tantos encuentros y kilómetros recorridos. Y Racing aprovechó, y ganó varios por la mínima diferencia. Y se empezó a dar cuenta que podía.
Con la convicción de un Videla formidable, de Aued y su manejo criterioso, la solidez de Lollo, la jerarquía de Milito, los arranques electrizantes y poco productivos de Centurión y la explosión de un Bou sorprendente del que todos esperaban que se convierta en calabaza pero nunca ocurrió, siguió sumando goles y buenas actuaciones. Saja demostró su liderazgo positivo y marcó los tiempos del plantel, despejó dudas y fue clave sosteniéndolo todo en momentos de mente débil y corazones latiendo a mil por hora. Y también tuvo suerte en momentos claves. El gol frente a River es una muestra clara de un flipper eterno que se convirtió en el triunfo más esperado. Y contó con la ”gentileza” de Gallardo poniendo suplentes en un partido clave y la serie con Boca en el horizonte.
La decisión del técnico de River pareció, al menos, exagerada. Podría haber puesto un mix entre titulares y suplentes pero no un equipo como el que presentó. En el que jugó de titular Cirigliano que no era tenido en cuenta hace rato. Los chicos de River tienen un gran futuro pero no están preparados -es lógico, por otra parte- para brindar soluciones en momentos determinantes. En algunos casos jugaron los suplentes del suplente. La voluntad de Boyé, Simeone y Solari es rescatable pero sabe a poco. Lo increíble se dio en el segundo. Gallardo quiso “salvar” el encuentro metiendo a Cavenaghi (varios meses que no jugaba) Kaprof y Martínez. Fue imposible, no había manera de cambiar el rumbo. El mismo que Racing torció a su favor con actitud positiva, algo de fútbol y hambre de gloria. El que ostenta un puntal de este gran presente como Diego Milito.
El delantero volvió del Inter y se convirtió, no sólo en referente como se esperaba, sino en un jugador clave, y no precisamente por una gran cantidad de goles. El delantero es insustituible por peso propio, categoría, voz de mando y sabiduría para jugar al fútbol. Sí, sabiduría. La que muestra en cada jugada haciendo lo que se debe, aguantando, tocando para los costados o creando alguna falta para enfriar el partido y sacar al equipo del fondo. Un jugador hecho y derecho que aprendió durante su carrera y volvió para dar cátedra en su casa. Para brindar todo al servicio del plantel y del equipo sin pedir nada a cambio. Un líder con todas las letras. “Volví para esto. Racing es mi vida”., aseguró luego del triunfo. Así lo viven Milito y sus compañeros, con pasión, los sentimientos a flor de piel. Con sufrimiento, como corresponde a Racing. Por algo son: los Caballeros de la angustia.