Por Inés de Luca. Anteúltima entrega de los ensayos sobre rock argentino en manos del Seminario “Las Letras de Rock después del 2001”. Esta vez, dedicado a Sugar Tampaxxx, banda de nuestro punk porteño.
El sol entra por la ventana y por el equipo de música que me dejaron los noventa con un personaje Adentro. Porque así se llama el primer álbum de Sugar Tampaxxx. Una chica, junto a otros chicos-chica, muy en segundo plano, en blanco y negro y en ropa interior, como si acabaran de hacer el amor y en el apuro por salir a escena hubieran mezclado sus vestimentas.
Podríamos haber visto a Sugar Tampaxxx si hubiéramos estado en el momento indicado en el lugar indicado, casi por casualidad, ya que no es menor el nivel de desorganización, confusión y ofuscación que acompaña la música en las escasas presentaciones escénicas de la banda.
Polleritas, maquillaje pegoteado, y palabras escritas sobre la piel. Pero no, no es Ricky Espinosa travestido de colegiala. Es la protagonista del relato, igualmente punk, sudada y sucia, con medias de red corridas. Es Sol Shurman, la mala cantante, guitarrista, y lectora, disconforme con todo y todos, y con todo lo que hace y siente. Su discurso será por siempre fiel al “no future” punk, dice: “estoy cansada de mi cama y de hablar de vos/ y no tengo tiempo de morirme, tengo que sufrir un poco más que ayer/ hoy tengo que sangrar”.
Adentro, un disco infinitamente monotemático que Besótico records sacó en el 2000, luego de cuatro años de idas y vueltas de la banda, es una versión sonora e instrumentada de un policial negro. Con mucho esfuerzo por lograr una activa participación de la víctima en escenas de violencia, todos los temas del disco, como todos los policiales negros de Raymond Chandler, tienen personajes y procedimientos que se vuelven predeterminados para la articulación del relato. La turbidez y la violencia se manifiestan en la música, en el texto, en la fotografía y en el escenario. En sótanos oscuros y decadentes del underground, la banda y los personajes de sus canciones se ponen de acuerdo para lastimar personas en las letras; instrumentos en el escenario.
Deprimente comienzo del policial que aborda la victimización de la mujer: “todo es mi culpa/ siempre es así”, dice en “Hombre muerto”. Pero hay que dejar bien en claro que no puede hacerse de esta victimización ningún motivo de la lucha militante feminista. El hecho de que Adentro funcione como un relato y sea un policial negro, me sirve para explicar esa incongruencia: mientras las otras bandas de Besótico como El otro yo y She devils militaban contra la violencia de género y la legalización del aborto -resabios, tal vez, de un estallado rock nacional- Sugar Tampaxxx naufraga en la disconformidad de la lucha. Ya está todo perdido, bajo el efecto de las drogas y con una musiquita de ensueño, nos dice: “el mundo terminó/ ahora soy feliz/ siento que estás acá/ y que el sol brilla”.
Está claro que en este caso el narrador es la víctima y no el detective. Sin embargo, la víctima también se reconoce como victimario en su monólogo sobre la violencia, o simplemente como agente activo -en esta investigación descarto del todo la polifonía-. Pero de ahí no se sale y la protagonista se queda, eterna, cantando: “y me duele un poco más cada vez, pero me quiero quedar/ me quiero quedar”.
Ambiciosa, nuestra muchacha punk fogwilliana con moretones arreglados, es el personaje que quiere todos los papeles: “yo soy dios en este lugar” dice en “Adentro”, y se vuelve insoportable, y sufre. Pero no quiere morir, “quisiera estar muerta” dice en el tema “Quisiera estar muerta”, que no es lo mismo. Muestra su abatimiento y depresión, malcriada, como cualquier cliente rica de Philip Marlowe, densa como la miel, y como diciendo, “no tengo ni ganas de apretar el gatillo”. Y no lo hace. Se queda en la amenaza: “voy a matarte/ voy a matarte”, y no pasa nada, porque se ataja :”sé que todo puedo/ todo voy a soportar/ cuando me pegás/ y cuando me pegás”. Es caprichosa. Seguramente, por este motivo, los miembros de la banda rotaron mucho, la abandonaron y volvieron.
Es común que en sus recitales amenace con no tocar y se baje del escenario, generalmente rompe las cuerdas, putea al público y tira la cerveza. De esta forma, Sugar Tampaxxx se quedó sin presentar su segundo disco, que salió en 2003 también por Besótico Records, y desaparece por un tiempito del mapa del underground porteño.
Hoy, desde Europa -como Alejandra Pizarnik que yéndose en el barco se queda para siempre- vuelve el solcito por la ventana. Esta vez, y aniquilando para siempre cualquier posibilidad de que la involucren en la militancia de género, vuelve casada con un gringo, y nos demuestra que donde no hay final hay un círculo gris, como las cenizas del cigarrillo que se fuma, mientras nos hace esperar horas para verla tocar en 2001 o en 2014, porque como en los policiales negros, hay una escena que se repite con alguna simple modificación en el orden de los elementos. En 2001 éramos bien poquitos, en 2014 el bar-cuchitril explotaba de gente que había ido a verla. Mi pregunta fue la misma: “che Sol, ¿vas a tocar?”. Solcito, nuestra protagonista, me contestó con cara de orto, antipática pero hermosa: “no sé”. Y fue. Se fue como quien se va. Pero volvió, porque vuelve todo el tiempo, y se queda.
Ahora, Sol Sánchez -ex Shurman, como ella gusta decir- nos sigue gritando que Sugar Tampaxxx no termina de existir, ni de morir. El detective no puede salvarla porque ella no va a dejarlo, lo condena a no terminar nunca su trabajo, y en su tema “Hombre muerto” lo sentencia: “y sé que nunca te salvé”/ “y vos no me salvaste a mí”.
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