Por Yamila Blanco. Naty Menstrual se sacude frente a nosotros y habla de su no técnica para la creación, de su literatura travesti-trash y de cómo “el arte” se convirtió en un producto de las relaciones públicas y del comercio.
Llueve a baldazos. Son las 13:30 de un jueves espantoso y espero a Naty Menstrual (autora del libro de relatos Continuadísimo y del poemario Batido de trolo, entre otros textos) en una esquina de San Telmo, su barrio. Pierdo un segundo la mirada en un grupo de obreros que se refugian de la lluvia en la puerta de una churrería, cuando veo que ella se abre camino entre los escombros de la vereda destrozada. Los tacos interminables de unos zapatos de leopardo no le impiden llegar hasta mí. Tiene una blusa negra con un llamativo escote, una pollera cortísima y un paraguas que, como me confiesa apenas me saluda, lo detesta pero lo necesita: odia mojarse. Me guía hasta su bar amigo, un típico bodegón bohemio del casco histórico de la ciudad, donde las empleadas la saludan con familiaridad y mucho afecto. Se toma unos minutos antes de empezar la entrevista para mirar los cuadros que uno de sus amigos expuso en ese local y le pide una lapicera a un comensal para firmar el libro de visitas. Después, saca su labial rojo de la cartera, se retoca la pintura de la boca, y deja un beso plasmado en la hoja. Ahora sí. Nos sentamos y me advierte que días atrás “una manca” le hizo una entrevista horrible y que espera que esta sea un poco mejor. Me siento un poco presionada, pero a gusto, y saco mi cuestionario.
–¿Por qué empezaste a escribir y cómo fue tu acercamiento a la literatura?
-Escribo desde chica y empecé a hacerlo porque quería. En esa etapa no pensaba las cosas como literatura. A partir de que me empecé a travestir, empezó a cambiar la temática y la forma de escribir, y la visión de la vida en general. Un montón de cosas me llevaron a escribir lo que está en mis libros y lo que la gente empezó a considerar como literatura.
–¿Por qué la rotulás como “literatura travesti-trash”?
-La rotulé ya hace muchos años porque fue el momento en que empezaba a travestirme y me parecía que tocaba un poco la mierda de una parte oculta de la sociedad, y viste que la basura se esconde debajo de la cama, entonces era como decir “saquemos esto afuera”.
–¿Crees que tu literatura es política?
-Nada deja de ser político. Todo es político. No hablo de política partidista porque no me va, pero todo accionar que uno tiene o cómo procede, las cosas que hace, las cosas que dice, todo es político. La gente a veces piensa que política es solo lo que hacen los senadores, los presidentes, los “políticos”, pero tu forma de vivir es una forma de hacer política, de militar, aunque la palabra militar es horrible.
–¿Travestirse es también parte de hacer política?
-Travestirme tuvo que ver con un deseo mío que lo cumplí. Empecé a vivir de otra manera, hice un giro en mi vida, hice un giro en mi sexualidad, hice un giro en todo. Entonces, es obvio que cambié y que ese cambio se reflejó en el accionar cotidiano y en mi manera de escribir, porque lo que empecé a contar fueron cosas totalmente diferentes.
–¿Es más genuino ahora lo que escribís?
-En cada momento de mi vida escribía lo que me salía y era genuino, no andaba mintiendo. Por ahí, en alguno sentidos, es más liberada mi escritura. En un principio, cuando escribía no quería que nadie supieras que era gay, entonces todos mis personajes eran heterosexuales. Pero ahora, al vivir en libertad, hago lo que quiero y también escribo lo que quiero.
Sangrar literatura
Naty no solo publicó dos libros, sino que colaboró con el suplemento Soy y Las 12 del diario Página 12 y fue parte del equipo de redacción de El Teje, primer periódico travesti latinoamericano, producido por el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. Además, publica con amplia frecuencia crónicas, relatos, poemas y otros juegos de palabras en su blog personal. Sin embargo, asegura que no tiene ningún secreto para dar forma a tantos y tan diversos textos.
–¿Tenés alguna técnica para la escritura?
-Nada. Si la tuviera, escribiría más. No la tengo. Hay mucha gente que tiene muchas técnicas, muchas formas. Conozco gente, por ejemplo, que editó en la misma época que yo el primer libro y ha seguido editando como loco. A una persona que produce tantos libros, yo no le creo. Me parece que indudablemente tiene una técnica que le funciona, por suerte. Yo creo que se escribe con la sangre: es algo que te sale de adentro, y si no, no es. La verdad que leo poco, pero cuando me topo con algo así, escrito desde adentro, me suma mucho. Por supuesto que de pendejo leía a (Gabriel) García Márquez a (Isabel) Allende, por ejemplo, que tienen una técnica, porque no me podés decir que realmente sangrás por el corazón y te salen dos libros por año. Tienen esa suerte, yo no la tengo. Yo no soy comercial para nada, en ningún aspecto de mi vida. Pero llega un momento en que te das cuenta de que es una fórmula. Si desentrañás un libro de Gracía Márquez -no estoy dejando de lado el hecho de que, por supuesto, está bien escrito, está bien editado, bien armado-, te das cuenta que todos son lo mismo.
Estudié en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) Guion de radio y televisión y tenía un profesor, un señor muy mayor que tenía sus cosas pasadas de moda en algunos aspectos, pero que era muy sabio, y una vez dijo que el ser humano no podía escribir más allá de los conflictos que tiene. Más allá de eso no se puede ir. Entones, si vos desmembrás un libro te das cuenta de que está mejor o peor escrito, más adornado, menos adornado, más apoyado por la publicidad o no, pero habla de lo mismo que muchos otros: del amor, del desamor, del odio, de la familia, de los conflictos que siempre son los mismos. Y yo, obvio, también escribo sobre esos temas, porque soy un ser humano.
El cuerpo como herramienta
Fuera de la literatura, Naty se entromete en otros campos de la creación. Es artista plástica, diseñadora de indumentaria y actriz. Participó en diferentes obras de teatro y formó parte del elenco de Mía, una película argentina estrenada en 2011, escrita y dirigida por Javier Van de Coute. Actualmente, realiza un espectáculo unipersonal (próxima presentación: viernes 14 de noviembre, 20:30 horas impuntual, en Mu Punto de Encuentro -Hipólito Yrigoyen 1440, CABA-).
–¿Creés que tu cuerpo es una herramienta para expresarte a nivel artístico o lo has sentido en algún momento como una limitación?
-No, como una limitación nunca. No tengo un manejo del cuerpo como el que puede tener un clown, un acróbata o alguien que hace danza contemporánea, pero indudablemente me acompaña. Me doy cuenta ahora, que ya hace unos años que estoy haciendo en el mismo lugar mi unipersonal y hay mucha gente que va siempre y me lo dice, que tengo gestos o posturas características que no son para nada premeditadas y que son bien recibidas. A veces, salgo al escenario y sólo con hacer un gesto, para mi muy cotidiano y normal, la gente se ríe.
–¿Tu cuerpo es tu principal fuente de placer?
-Puede ser, en algún aspecto. Pero creo que la fuente de placer en el ser humano es el cerebro. El cerebro manda todo. Si tu cuerpo es una herramienta de placer es porque el cerebro te mandó a que sea eso. En este momento, que estoy mucho más tranquila sexualmente, porque he sido una salvaje, me doy cuenta de que mi cerebro me manda a hacer otras cosas que me dan placer, por ejemplo, colgarme pintando algo, viendo una película. Antes pensaba solamente en poronga, poronga y poronga. Ahora mi cuerpo me da placer directo en ciertos momentos. Lo que pasó fue que en una etapa de mi vida el sexo fue un escape, un hacer por hacer, una pulsión animal. Pero mi psicóloga me dijo: “vos sabés que los humanos podemos sublimar, ¿no?”.
–¿El arte es tu manera de sublimar?
-La palabra “arte” me parece bastante complicada. Me gusta, pero está muy vapuleada, como que todo el mundo hace “arte”. El arte en este momento se relaciona mucho con lo económico, con las relaciones, con los contactos. De repente sos hijo de alguien conocido o amigo de y resulta que sos un boom. Considero que arte es una palabra que tiene su significado confundido. La definición justa tendría que ser “la expresión de alguien que necesita expresarse”. Pero o lo llevan a una cosa muy elevada, casi elitista, o a una cosa del que tuvo suerte, agarró un plato, le pegó un moco, le puso un moño arriba y se convirtió en el artista del año. Pero yo, como ya te lo dije, no soy comercial en ningún aspecto de mi vida.
En alguna contratapa, María Moreno aseguró: “Naty Menstrual escribe cuentos de una lujuria esperpéntica, pero matizada por la piedad tiernísima con que los mejores cronistas populares suelen envolver a sus criaturas”. Es que Naty pisa fuerte, pero no hace doler. Llama la atención, crea escándalo, pero genera complicidad y simpatía. Es una diva, pero se confecciona ella misma y de a pedacitos. Leerla, verla, es creer realizadas algunas de nuestras fantasías a través de ella. Pero lo que genera no la atormenta: “Es un mambo de ellos”.