Por Jonathan Vera* desde Chile. No solo los estudiantes siguen en pie de lucha. Aunque la dirigencia magisterial acordó con el gobierno y levantó el paro, las bases docentes prometen no bajar los brazos.
La reforma educativa fue uno de los ejes principales de Michelle Bachelet durante su campaña. La mandataria regresó al palacio presidencial en marzo, acompañada ahora por la coalición conocida como la “Nueva Mayoría”, hija ilustre de la antigua Concertación que gobernó Chile por cuatro periodos tras la salida del dictador Augusto Pinochet. Dicha coalición está conformada por la Democracia Cristiana, el Partido Radical, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y los nuevos socios ilustres: el Partido Comunista, más otros partidos más pequeños.
Con esto, el PC chileno volvió a formar parte de un gobierno después de 40 años. La última vez fue en la época de Salvador Allende, hasta que el golpe militar de 1973 abortó la experiencia y durante la dictadura el partido sufrió una dura represión que le costó la pérdida de muchos militantes.
¿Qué tiene que ver el regreso del PC a La Moneda con lo que sucedió en las últimas semanas en relación a la reforma educacional que comenzó a discutir el Congreso? Bastante. El PC se integra a la Nueva Mayoría queriendo ser una especie de abogado del diablo entre los sectores en disputa. Por un lado, busca garantizarle a Bachelet que en los gremios donde tiene fuerza haya una disposición a dialogar y a aceptar los cambios ofrecidos por el reformismo clásico de la coalición gobernante. En otras palabras: el PC debe garantizarle al Gobierno que la Central Unitaria de Trabajadores, los gremios de trabajadores de la salud y el Colegio de Profesores, entre otras organizaciones laborales de peso, estén dispuestas a creerles nuevamente las promesas de cambio a los mismos que se las negaron y privatizaron, precarizaron o vendieron la educación durante 20 años.
Es así como la administración Bachelet, escuchando lo que ha venido pidiendo las calles en las innumerables marchas desde 2011, ha prometido una reforma educacional que eliminará el lucro en la educación (universidades, institutos y colegios donde sus dueños o “sostenedores” se han enriquecido gracias a las subvenciones escolares del Estado), el copago (en muchos colegios los padres deben pagar para que sus hijos puedan acceder a la “prestigiosa” educación de ciertos establecimientos que de igual forma reciben apoyo estatal) y la selección en las escuelas.
A pesar de la importancia de la reforma educacional, esta se ha visto envuelta en un desconocimiento generalizado por parte de la población. El gobierno ha presentado los proyectos de ley parcializados, sin aclarar cómo se llevará a cabo el fin al lucro, qué pasará con los empresarios de la educación, qué pasará con los colegios que han lucrado, y si se eliminará el sistema mixto de financiamiento (conocido como particular subvencionado) en el que están matriculados una gran cantidad de alumnos.
La decencia del docente
En el fondo de esta discusión se ven envueltos los profesores, una fuerza laboral que llega a más de 100 mil docentes adscriptos al Colegio de Profesores más unos 60 mil que no lo están. Esta enorme fuerza laboral ha sufrido por más de 40 años una política de desvalorización de su función social, como lo muestra por ejemplo una publicidad televisiva que dice que el querer ser profesor es un error garrafal para cualquier joven que quiera tener un trabajo decente.
Los docentes han sufrido una gran persecución que tuvo varios muertos por parte de los organismos represivos, además de padecer una rebaja salarial importante y haber sido traspasados sus puestos laborales desde el Ministerio de Educación a los diferentes municipios, por lo que surge “la deuda histórica”, una de las demandas más ansiadas por los antiguos miembros del magisterio, la cual tiene a un número importante de profesores sin ganas de jubilarse por miedo a reducir sus salarios a un promedio de 430 dólares mensuales, con los que ninguna familia chilena puede solventar sus gastos.
A esto se suma que los profesores cada vez trabajan más, tratando de cumplir no solo con las exigencias del aula, sino también con la constante burocracia exigida por el Estado. Sufren por no tener el tiempo suficiente en las escuelas para preparar sus clases, teniendo en promedio menos del 25% de las horas de trabajo, destinado este escaso tiempo a la preparación de las clases y trabajos burocráticos.
Y para rematar esta realidad de precariedad laboral, muchos tienen contratos que solo cubren un par de meses al año, otros no tiene ningún beneficio laboral pues están en régimen de subcontratados y, finalmente, la mayoría recibe un salario bajo y debe llevar un porcentaje no menor de las labores educativas como trabajo para su hogar.
En este contexto, las negociaciones con el Ministerio de Educación por la nueva reforma educacional toman una importancia fundamental, ya que es el momento para que los profesores puedan ser parte activa de la discusión, reparando en parte la enajenación de derechos sufrida en estas cuatro décadas neoliberales. Pero la dirigencia del Colegio de Profesores no lo pensó de la misma manera. Su presidente, el comunista Jaime Gajardo, no encontró nada mejor que ignorar los dos paros en los últimos 15 días, en los que las bases exigían, entre otras cosas, una carrera docente digna, el fin a la subcontratación docente (eliminando de paso las diferencias entre docentes que cumplen la misma función, pero reciben un salario muy diferente), el pago de la deuda histórica y beneficios previsionales para los que pasen a retiro.
Gajardo recibió un llamado desde el ministerio el sábado pasado, en el cual se le daba cumplimiento al petitorio docente en dos de los cinco puntos exigidos, mientras que se le pedía que los docentes desistieran del paro indefinido que comenzaría este lunes 10. Fiel a las instrucciones de la mesa del PC chileno, Gajardo aceptó el acuerdo, ignorando cualquier atisbo de democracia, entregando a los profesores a un acuerdo que tuvo de formal lo que se puede lograr en una conversación telefónica.
Por estas horas, la indignación envuelve al profesorado chileno. Ya no son pocos los que se cansaron de las promesas y las migajas que negociaban Gajardo y su directiva. Piden cambios reales: participación en la discusión de la reforman educativa y la salida de Gajardo de la dirección del gremio. Desde las comunales del profesorado se comienza a hablar de “un paro indefinido por la dignidad docente”.
Quedan solo seis semanas para el cierre del año escolar, pero los profesores en las bases están gritando fuerte que no les importa, que ahora es cuando la lucha por la dignidad debe llegar a buen puerto. ¿Qué pensará Bachelet mientras se reúne en China con los grandes empresarios en la APEC? ¿Podrá apagar el incendio otra vez? ¿O la bencina revolucionaria se encenderá de la mano de los que tienen que enseñar?
* Profesor de historia y geografía, militante de Colectivo Poder Popular Chile