Por Pablo Solana. Suman méritos en luchas sociales, se presentan a elecciones y son reconocidos por el voto popular. Se proponen seguir fieles a los intereses de las bases que representan.
Los anticuerpos de las experiencias obreras antiburocráticas proyectados al terreno institucional.
Diputados electos que prometen no abandonar la línea de producción en la fábrica donde trabajan; una dirigente barrial que asumirá como concejal en representación del movimiento que lleva el nombre de un líder guerrillero; diputados provinciales trotskistas en uno de los parlamentos más conservadores; una enfermera como concejal en defensa de los trabajadores de un populoso cordón industrial. Estas experiencias proponen una lógica distinta a la tradición que, desde hace más de 50 años, primó en el sindicalismo tradicional: la proyección de dirigentes obreros al parlamento como parte de un sistema de lealtades partidarias que los convierten en “profesionales” y funcionales a políticas que terminan siendo antagónicas a los intereses de la propia base social de la que surgieron.
* Susi Paz fue electa concejal en Quilmes, provincia de Buenos Aires, encabezando la lista del Frente Amplio Progresista. Saludaron su asunción la CTA local, de la que Susi es Secretaria Adjunta, y el movimiento barrial que fundó y del que no se despega: el MTR “Santucho”, bautizado con el nombre del guerrillero del ERP de los 70 después de las escisiones que el Movimiento de Trabajadores Desocupados Teresa Rodríguez sufrió hace ya una década en la zona sur del Conurbano. Su organización, de fuerte arraigo territorial, impulsa la construcción de “comités de base” en los barrios pobres. Es la propia Susi la que afirma: “la fuerza para pelear por una vida digna no está en los pasillos de la municipalidad, en las secretarías ni en las oficinas”. Sus compañeros de militancia agregan: “este no es el inicio de una carrera política, sino un paso más en el fortalecimiento del poder popular”.
* El docente Claudio Del Plá tiene la difícil tarea de ser el único diputado de izquierda entre 60 legisladores en una provincia de tradición política conservadora como Salta. Allí, el Partido Obrero muestra sus mejores resultados nacionales y Del Plá no está tan solo cuando se apoya en su espacio político de referencia, que cuenta con antecedentes legislativos: otros dos diputados del partido lo precedieron, Pablo López y la también trabajadora de la educación Rosana Poblete. 5 concejales completan la presencia política institucional del partido en la provincia.
* El nombre de la enfermera de neonatología Jorgelina Signa trascendió las fronteras de su pago chico, Capitán Bermúdez, enclave industrial del Gran Rosario, cuando los votos que recibió le permitieron acceder a una banca de concejal por el Partido Obrero. Jorgelina tomará licencia en su trabajo a partir de diciembre y ve por delante un desafío doble: representar a los trabajadores y vecinos que la votaron y hacer crecer la propuesta política de su partido en el cordón obrero que incluye importantes ciudades como San Lorenzo o Villa Constitución.
* Tal vez sea en Neuquén donde vaya a darse la experiencia más ejemplar. Allí los trabajadores más combativos compartieron la candidatura a diputados provinciales por el Frente de Izquierda (FIT) y lograron una banca que compartirán. Los primeros dos años irán a la legislatura Raúl Godoy -militante del PTS- y Alejandro López, ambos obreros de FaSinPat (Fábrica Sin Patrón, ex Zanón), para luego ser reemplazados un año por la docente Angélica Lagunas y otro por la trabajadora de la salud Gabriela Suppicich. La decisión de rotar la banca desafía la idea de apropiación personal de la responsabilidad política que el pueblo mandata a través de su voto, tan habitual en los grandes partidos en los que, de esa forma, los diputados “hacen carrera” construyendo su propia imagen. Igual decisión tomó el Frente de Izquierda en Córdoba, provincia en la que lograron retener la banca provincial que ocupaba Liliana Olivero pero esta vez para compartirla con Cintia Frencia y Laura Vilches. Sin embargo en Neuquén la “banca obrera” tendrá otros condimentos que llevan el inconfundible sello de la lucha de Zanón. “Cobraremos el mismo salario que tenemos en la fábrica y el resto irá a un fondo de huelga para compañeros en conflicto, y tomaremos las principales decisiones en asamblea; desconfiamos de las instituciones”, asegura López. Agregan que seguirán en la fábrica, sin pedir licencia, para “mantener el contacto con la base; nuestra fuerza está afuera”. Habrá que creerles: el propio Raúl Godoy fue Secretario General del Sindicato Ceramista desde el momento más álgido del conflicto por la recuperación de la fábrica en los meses calientes del 2001, viajó por el mundo dando conferencias y se convirtió en un dirigente de peso a nivel nacional, pero en 2006 dio impulso a la aprobación de estatutos internos que promovieran la rotación de los dirigentes y él mismo volvió, después de cumplir su mandato, a la línea de producción donde hoy cumple horario a la par de sus compañeros.
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La enumeración podría continuarse con otras menciones a legisladores que, aún sin provenir de las bases obreras o la militancia barrial, recorrieron trincheras de lucha desde la izquierda o la CTA, en el ámbito de los derechos humanos o las luchas medioambientales. Desde Luis Zamora, Patricia Walsh, Vilma Ripoll o Eduardo Macaluse, con mandatos cumplidos, hasta el legislador porteño Pablo Bergel y los diputados en actividad Victoria Donda, Claudio Lozano, Liliana Parada o Víctor De Genaro -recientemente electo-, entre otros, han sabido acompañar luchas de los trabajadores y amplificar reclamos populares.
Las dificultades frecuentes -¿constantes? ¿crónicas?- de los distintos espacios políticos populares, que van desde los partidos tradicionales de izquierda, los movimientos sociales o la izquierda independiente hasta los intentos difusos e inestables de centroizquierda o “progresistas”, tal vez deberían llevarnos a la pregunta de si no serán las experiencias más avanzadas de los propios trabajadores las que puedan proyectar, desde su tradición clasista y antiburocrática, una bocanada de aire fresco a la política, aún de la izquierda, en base a los ejemplos que se describen brevemente en este artículo. Aún minoritarias, algunas de estas experiencias electorales demuestran que es posible elaborar una política, incluso candidaturas a cargos electivos, surgidas como representación de tareas colectivas de construcción de base, en lugar de mostrar el resultado de “carreras” personales desarrolladas según las lógicas de ascenso al interior de los aparatos partidarios o de chequeras poderosas o de resonancias mediáticas extrapolíticas. En todo caso, el reaseguro de la perspectiva estratégica residirá en tener en claro que el uso de los espacios institucionales alcanzados en estos casos sea instrumentado con la legitimidad y originalidad política de la que surgen y a favor de las necesidades, concretas pero también políticas, de las bases que los construyeron: que sean bancas para alimentar el proyecto emancipador, que sean bancas para más luchas.