Por María José Giovo, desde San Pablo. La paridad en las encuestas y las acusaciones cruzadas en los debates televisivos marcan la previa a seis días del balotaje entre Dilma y Aécio Neves. El gigante del Sur define su futuro entre dos proyectos opuestos.
El sol abrazador en las calles de San Pablo golpea sobre el asfalto. En la avenida Paulista, uno de los principales centros de la ciudad, las grandes estructuras de hormigón que albergan a los oficinistas brindan un poco de sombra. Entre el tránsito incansable y la nube de smog, un puesto de diarios tiene la TV encendida. En la pantalla dividida, Dilma Rousseff y Aécio Neves se enfrentan en un debate para encantar al electorado que el próximo domingo tendrá en sus manos el poder para definir el futuro político de Brasil.
En el vecino país, los debates electorales son esenciales para el desarrollo de los comicios. Miden tanto como las populares novelas brasileñas y el desempeño de los candidatos en el evento es decisivo para el resultado de las encuestas que se difunden al otro día.
El presentador anuncia que es tiempo de ir a la pausa. Marisa, dueña del puesto de revistas, suspira y exclama: “Ay, Aécio, ese playboy… Si gana la vamos a pasar muy mal de nuevo”. Lo que señala Marisa es conocido en todo Brasil. De familia con trayectoria política, el líder del PSDB es hijo de Aécio da Cunha, diputado entre 1963 y 1987, y nieto de Tancredo Neves, quien en 1985 fue el primer presidente civil electo en Brasil tras 21 años de dictadura militar, pero que murió antes de asumir.
El candidato de la derecha siempre aprovechó las mieles del poder político. Fue gobernador del estado de Minas Gerais pero vivía en Río de Janeiro, donde más de una vez se lo vio en clubes nocturnos rodeado del jet set. Los excesos y la fortuna de sus antecesores siempre marcaron su camino. Ahora, para llegar al Palacio de Planalto, reivindica hasta el cansancio las recetas del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, quien estabilizó la economía del pero que, al cabo de su primer mandato, levantó la bandera del ajuste en pos del “desarrollo”.
El presentador del canal SBT avisa que el debate debe continuar. Dilma defiende los logros sociales durante su gestión y la de su antecesor, Lula da Silva. Afirma que durante los 12 años del PT en el poder, los sectores más desprotegidos de la sociedad lograron mejorar su calidad de vida, entre otras cosas, gracias a la Bolsa de Familia, uno de los programas bandera del gobierno. Cerca de 50 millones de personas, casi un cuarto de la población del país, son beneficiadas con el programa, mediante el cual más de 36 millones ya salieron de la pobreza extrema.
Aécio contraataca y le pide explicaciones a Dilma por el escándalo de corrupción y el desvío de fondos de la petrolera estatal Petrobras. La presidenta afirma que cada denuncia será estudiada por la Justicia. En tanto, el candidato de la derecha se queda sin palabras cuando la mandataria le pide explicaciones sobre un episodio a finales de 2013, cuando la Policía Federal de Espíritu Santo, al sureste de Brasil, detuvo un helicóptero con 4,5 toneladas de cocaína cuyo dueño era uno de sus aliados políticos.
También se queda callado sobre la licitación ilegal de contratos en algunas empresas en Minais Gerais durante su gobierno. Luego de unos minutos, Aécio prefiere rechazar las acusaciones y aplaude sus años como gobernador. Sin embargo, en la primera vuelta de los comicios presidenciales, el PT triunfó en el Estado del candidato.
Luego, Neves repasa su programa de gobierno. Quiere una mayor alianza con Estados Unidos, la Unión Europea y los mercados lo respaldan. Dilma pretende mantener la alianza regional de la mano del Mercosur.
Mientras tanto, en el kiosko de revistas, Marisa sigue de cerca el debate. “Yo sé que el Gobierno tiene cosas para mejorar. Pero si no fuese por Lula y Dilma, yo no tendría trabajo”, relata. En ese momento, un hombre de traje se acerca al puesto y le pide a Marisa la revista británica The Economist. El titular de la tapa dice “Por qué Brasil necesita cambiar” y en la editorial explica que la esperanza para el país es Aécio Neves. Marisa vende la revista, levanta la ceja y sube el volumen del televisor.