Por Noelia Leiva. El colectivo disidente con las dicotomías biologicista planteó sus necesidades en Salta, en el marco del 29º Encuentro Nacional de Mujeres. Salud y trabajo son las prioridades. También hubo espacio para debatir sobre identidad e instalar la figura del “travesticidio”.
¿Qué es ser mujer? ¿Qué determina el género? En el 29º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), más de 70 militantes trans debatieron sobre el concepto de identidad y reclamaron educación, trabajo formal, acceso a la salud y participación política. Fue el segundo año consecutivo que un taller puso en discusión y elaboró conclusiones sobre las necesidades del colectivo.
En el espacio “Mujeres Trans” convergieron testimonios desde el norte, como el de la coplera de los Valles Calchaquíes Lorena; y del centro del país, como el que trajo la organización Otrans, que articula con la Universidad Nacional de La Plata para la formación de sus compañeras, por caso. Relataron cómo en los territorios más conservadores tuvieron que atravesar conflictos en su círculo íntimo, en el entorno educativo y el laboral por su identidad autodesignada.
“Fue emocionante que después de tanta lucha que dimos muchas compañeras podamos reunirnos en un taller con más de 70 personas”, enfatizó para Marcha Lohana Berkins, referente de la comunidad y titular de la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual que funciona en el ámbito judicial porteño. El taller, de alguna manera, imitó el recorrido de empoderamiento de la comunidad: definirse y entender cuáles son las prioridades.
Una de las primeras preguntas que se da al interior de los movimientos sociales es cómo llamarse, de qué modo representar su identidad, que diside con las etiquetas patriarcales varón – mujer. Desde Otrans, por ejemplo, sostuvieron que se desprenden de la identificación “travesti” porque lo consideran asociado con lo negativo y patológico. También hubo quienes se reconocieron como “mujeres”, por quitar ese concepto de lo exclusivamente genital para vincularlo a las prácticas sociales.
La charla durante los dos días de taller ahondó en la necesidad de defender el acceso a la salud integral, lo que se condensó en el pedido de reglamentación del artículo 11 de la Ley de Identidad de Género que fija la obligatoriedad del acceso a “intervenciones quirúrgicas totales y parciales o tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida”.
Insistieron, además, en promover empleos. Según los relatos compartidos, muchas de las compañeras en situación de prostitución optarían por un trabajo formal si tuvieran la oportunidad. En Córdoba, el Frente de Izquierda vehiculizó un proyecto para asegurar el 3 por ciento de los cupos laborales que se gesten. Se planteó la urgencia de generar un plan nacional que garantice la inserción en los ámbitos público y privado, lo que se registró en las conclusiones.
Para convertir esas urgencias en políticas que representen al colectivo en los campos de gobierno, tanto Berkins como la dirigente salteña Mary Robles convocaron a apoyar a todos los “cuadros políticos” que se formen por el valor simbólico de su presencia en una lista, por encima de a qué agrupación partidaria pertenezcan.
Las conclusiones también incluyeron un pedido a la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) para otorgar una licencia directa para medios pensados y llevados adelante por personas trans, que cada vez más órbitas del Estado incluyan áreas referidas a la diversidad y avanzar en el debate por la reparación económica a compañeras de la comunidad de más de 40 años que por haber sido víctimas de distintas formas de violencia desde el patriarcado no hayan logrado empoderarse o autosostenerse. La educación formal en todos los niveles de formación es otro proyecto que señalaron fundamental para ese fin.
Aborto legal ya
El derecho a decidir también es una ocupación central para la comunidad trans. Los varones que la componen fueron invitados a escuchar el debate y exponer su postura. La legalización del aborto fue el eje de su intervención.
Es que muchos chicos trans asumen su biología como herramienta para gestar un hijo o una hija, pero quieren elegir cuándo hacerlo. Sin embargo, la clandestinidad los atraviesa doblemente si deciden interrumpir el embarazo, por la ilegalidad del proceso y por ser un cuerpo que se opone a las categorías del machismo y, por tanto, discriminado.
Las cosas por su nombre
“Transfobia” es el término que habitualmente se designa para señalar las formas de violencia hacia el colectivo, que en muchas ocasiones termina la muerte. En el taller se propuso cuestionar que se trate de una “fobia”, en tanto patología.
Es un lema habitual que quienes violentan a las mujeres no son pervertidos “individuales” sino “hijos sanos del patriarcado” que accionan educados por la cultura machista. Para plasmarlo en un término, se acuñó el concepto de “femicidio” que propuso despatologizar al victimario que, en tanto enfermo, terminaba por asumir el rol de víctima. Para conquistar ese cambio de perspectiva, propusieron instalar el de “travesticidio” o “femicidio trans”. Por supuesto, reclamaron el fin de la violencia y la complicidad del poder político y las fuerzas represivas, para que ya no haya razones para nomenclar la muerte.