Por Chiqui Nardone. Por si dos temporadas y un largometraje no fueron suficientes, David Lynch anunció el rodaje de la tercera temporada de Twin Peaks. Será para 2016 y tendrá nueve capítulos.
David Lynch anunció por twitter hace unos días que en 2016 realizarán junto a Mark Frost nueve capítulos más de la aclamada serie Twin Peaks. El canal Showtime ( Homeland, Dexter) dejará que Lynch vuelva a jugar sin ataduras con los sueños, lo terrorífico, lo psicológico, lo metafísico y todas esas categorías que el director de culto logró introducir por las hendiduras de un pueblo conservador a través de esa serie noventosa que logró trastocar las estructuras narrativas y transformar el asesinato de una angelical adolescente en una joya Folk-Surrealista.
Todos esperamos que 25 años después la profecía de la difunta Laura Palmer de volver a ver al agente Cooper se cumpla, que el enano vestido de rojo baile una melodía más, que ese canción profunda, constante, repetitiva del compositor Angelo Badalamenti vuelva a sonar cíclicamente, pero no por una mera nostalgia de una serie que supo parodiar los infiernos de un pueblo chico sino porque esperamos, creemos que Lynch puede despertarnos, sumergirnos en otro sueño que imaginamos que terminó en 1991.
Porque en estos 23 años las cadenas televisivas no han cambiado mucho. La ABC por ese entonces fue cambiando los horarios de difusión de Twin Peaks. Lynch perdió interés en la serie y eso se ve en el transcurso de la segunda temporada. Pero el deconstructor derridiano de la televisión no le temía al tiempo, ni a las complacencias, tomó el toro por donde quiso y le dio un espectacular final, derramó la sangre que quiso y corrió las cortinas de la realidad, las llevó al extremo y quizás, es lo que anhelamos, quiera ir poco más allá.
Mark Frost, el cocreador de la serie, explicó que la idea de una nueva resurrección tuvo que ver con los debates que todavía alimenta Twin Peaks. La contemporánea True Detective, una serie con una estructura clásica y que homenajea al género del policial oscuro en la cual dos detectives (uno de pueblo que choca contra el de oscuro pasado de ciudad) buscan a un asesino serial donde también la lucha entre la luz y la oscuridad juega un papel decisivo. Esa oscuridad buscaría indagar en ese enemigo, esa bestia exterior que siempre está presente en las paranoias del sueño americano.
Quizás Lynch, despertándose de un sueño en un día cualquiera fue hasta el baño, dejó su pelo en perfectas condiciones, se volvió a mirar y recordó aquello que dijo el enano diabólico: “Cuando vuelvas a verme no seré yo”. Contempló los vidrios rotos, el espejo casi reconstruido, su frente sangrando y una astilla en el suelo que le recordó que había un retazo de ese espejo que quedó olvidado en la oscuridad, debajo de algún mueble esperando a ser devuelto. Y cuando volvió a verse ahí estaba Bob, ese utilero infernal, o Cooper o la mujer del tronco en el brazo o el detective que soñaba con la liberación del Tíbet. No importa, como bien respondió cuando le preguntaron por qué lo del ventilador encendido arriba de la escalera que conduce a las habitaciones en la casa de Laura Palmer contestó “no sé por qué lo puse ahí”. No le gusta explicar las cosas. Esos personajes y esos objetos son para Lynch parte de la vida misma: “absurda y siempre ahí”.