Por Francisco Cantamutto. Segunda parte del análisis del cambio de autoridades en el Banco Central. El mito de la independencia de un aparato del Estado. Qué viene con la nueva designación, entre el ajuste y la economía atada a la deuda.
En la nota anterior cuestionábamos la idea de la independencia del Banco Central y señalábamos lo importante que resulta la orientación de las políticas públicas coordinadas. Así, aunque el cambio es positivo desde el punto de vista de la coherencia, quedan dudas sobre la orientación de la política económica del gobierno. El rumbo por seguir está en debate desde 2008, cuando se hicieron explícitos la crisis internacional y los desacuerdos entre las fracciones de la clase dominante local.
La crisis internacional se tradujo en una baja de demanda y en menores precios para las exportaciones argentinas, mientras que en el plano interno el eje fue la pérdida de competitividad por la apreciación del tipo de cambio debido a la inflación. De conjunto, el resultado es la disminución del superávit comercial, lo que vulnera un pilar de la inserción externa dependiente de la Argentina: el superávit del comercio es lo que solventa las salidas por pago de utilidades, los pagos de deuda e intereses y la misma fuga de capitales. Como también es fuente de recursos a través de la apropiación de la renta del agro por medio de las retenciones, terminó irritando a esta fracción del capital.
Desde 2008, el gobierno intenta solventar su esquema de políticas neodesarrollistas en un marco cada vez más adverso. Algunas de sus acciones vienen siendo: mantener devaluaciones del tipo de cambio que eviten mayores pérdidas de competitividad, desgravar importaciones de bienes de capital, subsidiar al capital industrial por diversas vías (promoción industrial, REPRO, entre otras), contener los aumentos salariales por detrás de la inflación y también el costo de producción subsidiando las tarifas. Sus esfuerzos en este marco han sido denodados, pero siempre insuficientes ante la voracidad del capital, expresado en las fracciones que encuentran muy costosas las medidas redistributivas, y requiere ajustes mayores.
¿Cuál es la nueva orientación?
Entre aquella parte del capital que quiere mayor ajuste y la que está dispuesta a cierta redistribución controlada que le mejore su mercado interno, la salida que tomó el Gobierno fue la de orientarse por resolver el acceso a capitales externos. Por eso, la agenda Boudou focalizó en negociar con REPSOL, en los litigios en el CIADI del Banco Mundial, en pagar al Club de París para tratar de abaratar el financiamiento externo. Así, 2013 terminó con esta orientación, que Fábrega defendió contrayendo la base monetaria y aumentando la tasa de interés, para atraer capitales y frenar la fuga. El problema de esta estrategia es que encarece el crédito para consumo e inversión, desalentando la actividad y fomentando la especulación, lo que llevaría a mayores efectos recesivos. El conflicto con los buitres explotó en medio de esta agenda y terminó complicando aún más el acceso a financiamiento a menores tasas, lo que podría resolver el problema para el capital.
Ante este problema, el nuevo presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, ya anunció la promoción de mayores tasas de interés para pequeños ahorristas y aumentos de la garantía de depósitos, lo que procura contener los pesos en el sistema y evitar su fuga a dólares. El objetivo es impedir una mayor devaluación, para no alimentar la inflación, como ocurrió después de enero.
Para tal fin, Vanoli realizó una serie de contactos con el capital financiero a partir de reuniones con las asociaciones representativas del sector (la Asociación de Bancos de la Argentina –ABA– y la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino–ADEBA–), que lograron evitar operaciones del dólar “con liqui” el día de la asunción: se trató de una acción muy precisa, en la que se contactaron a unas pocas casas con capacidad de operatoria internacional, que son las que manejan el mercado. Vanoli pidió “que el sector financiero se concentre en canalizar el ahorro nacional hacia los sectores productivos”.
De esta forma, el gobierno espera poder convencer al capital de orientarse a la inversión productiva paraevitar mayores niveles de desempleo, permitir un impulso por cantidades de las exportaciones y compensar así las necesidades de divisas. El problema es que para logarlo debe convencer al capital, cada vez más dubitativo, con la misma estrategia que persigue desde hace más de un año. ¿Por qué el capital pasaría a invertir y producir si puede esperar un mayor ajuste social que le permita competir y ganar más sin necesidad de esforzarse?
El gobierno se dirime, entonces, entre ajustar como pide una parte del capital o seguir dándole todos los beneficios posibles a sus sectores más cercanos (industria y construcción) y seguir avanzando en los temas comunes (deuda). En el medio, están las clases populares, con un escenario por delante que no les genera expectativa alguna, y en el que sólo pueden esperar ajuste o mayor ajuste.
Nota relacionada:
La independencia del Banco Central (I)