Por Mónica Molina* desde Santa Rosa. Este martes por la tarde a sala repleta el Tribunal condenó a Víctor Purreta por homicidio simple a 18 años de prisión, que unificada con una condena anterior se extiende a 25 años. Julia Ferreyra conmovida por la sentencia dijo: “quiero que diga dónde está el cuerpo. Mi nieto no tiene un lugar donde llevar flores”.
Julia y sus hijos se fundieron en un abrazo prolongado, necesario. Un momento al que nadie se atrevió a interrumpir. Salió de la sala y, entre llantos, habló una vez más como tantas veces lo hizo con la prensa para expresar que “”esperaba esto desde hace mucho tiempo. Quiero que no haya más Andreas, que la cuiden las mujeres”.
Diez años transcurrieron de aquella madrugada en la que el proxeneta y femicida Víctor Purreta terminó con la vida de Andrea López. La clave para imputar de homicidio al ex boxeador la tuvo el hijo de ambos cuando declaró en cámara Gesell lo que vio esa noche. Purreta luego de golpear salvajamente a Andrea en presencia de su pequeño hijo desapareció el cuerpo de la joven. La condena reparó en parte el profundo dolor de su familia que durante todo este tiempo no dejó de pedir justicia.
La sala como ya había advertido la agrupación Mujeres por la Solidaridad quedó chica, pero desde la justicia no se accedió al pedido de hacerlo en un lugar amplio. Muchas personas quedaron afuera, mientras que en el recinto colmado por integrantes de organizaciones de mujeres, de Derechos Humanos y estudiantes se pudo leer en los carteles la leyenda “Andrea López. Golpeada, amenazada, prostituida y asesinada. Justicia”. Con más policía que en las audiencias anteriores, el Tribunal leyó la sentencia que Purreta escuchó sin la compañía de su abogado defensor Gastón Gómez.
En la sentencia, el Tribunal integrado por Alejandra Ongaro, Elvira Rossetti y Miguel Angel Gavazza, consideró probado el homicidio perpetrado por Víctor Purreta contra Andrea López, por lo que sostuvo que “teniendo en cuenta lo manifestado el Tribunal basado en las reglas de la sana crítica fija el hecho de la siguiente manera: En la noche del día 9 de febrero del año 2004, se encontraban en el domicilio de la calle Maestros Puntanos Nº 2645, el imputado Víctor Manuel Purreta con su pareja Andrea López y el hijo de ambos C.P., personas que habitaban regularmente el lugar y a la que se sumó en esa noche la hija del primero de los nombrados Brenda Purreta”, señalaron en consonancia con la línea argumental expuesta en el alegato del Fiscal Amado, quien había pedido una pena de 18 años y la unificación con una condena anterior para que finalmente quedara en 25 años.
“En horas de la noche del día 09 y la madrugada del día 10 el imputado Purreta con motivo de una discusión que mantuvo con su mujer, le pegó con un rebenque que se encontraba en el lugar, propinándole patadas y golpes de puño, hasta dejarla sin conocimiento, intentando el nombrado su reanimación, ubicándola en la ducha del baño, sin que esto ocurriera, causándole la muerte, y con posterioridad colocando a la víctima en la cama del dormitorio, para trasladarla después fuera del lugar de la vivienda, no conociéndose el destino del cuerpo hasta el día de la fecha”.
Justamente es esta última frase en la que paradójicamente se encuentran la pregunta ¿y Andrea donde está? que formulara el proxeneta Purreta al término de los alegatos; una lucha que prosigue Julia Ferreyra y que no cesará hasta encontrar el cuerpo de su hija Andrea.
Esa pregunta reformulada, ahogada en el reclamo de justicia, es la que al finalizar el acto de lectura de la sentencia le gritó una de las presentes “decí donde enterraste el cuerpo”…
En otro pasaje de los argumentos el Tribunal hizo referencia a la condición de boxeador, a la que un manager en calidad de testigo había dicho semanas antes que –Purreta- pegaba con precisión quirúrgica, al fundamentar la sentencia sostuvieron: “No necesitaba para producir un resultado letal, recurrir a armas de fuego o armas blancas que normalmente son las que se utilizan para dar muerte a una persona”. “El las llevaba consigo, el llevaba consigo el dolo eventual a cuestas”, aseveraron.
Aún cuando la condena es un avance en la reparación de justicia por la muerte de Andrea, quedó esa sensación de angustia contenida, puesto que el reo se llevó consigo, al menos en esta instancia la respuesta sobre el destino final de esta joven santarroseña.
Lloraban los varones jóvenes, las mujeres nos abrazamos sentidamente. Si bien había una parte cumplida, no toda porque Julia necesita que continuemos acompañándola en la búsqueda del cuerpo de Andrea. Es un final abierto aún. Porque nos seguimos preguntando: ¿Dónde está Andrea?
*Licenciada en Comunicación Social. Miembra de la Red PAR
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