Por Jonathan Vera* desde Chile. Hace cuatro décadas, en plena dictadura pinochetista, Miguel Enríquez moría tras enfrentarse solo a más de un centenar de militares. Un repaso por la vida del líder histórico del MIR y símbolo de una generación revolucionaria.
El 5 de octubre de 1974, cae en combate desigual en una casa de seguridad el secretario general y líder histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Miguel Enríquez, quien de esta forma pasó a la posteridad dejando un legado revolucionario que se ha incubado profundamente en el seno de la clase trabajadora chilena como ejemplo de lucha y entrega.
Enríquez nace en el seno de una familia de clase media de Concepción (515 km al sur de Santiago), mostrando desde su juventud una gran capacidad académica y con fuerte vocación social, características que lo llevaron a titularse de medicina en la Universidad de Concepción y a integrarse a la Juventud Socialista, militancia que no lo llena por completo, llegando al cuestionamiento del discurso revolucionario del PS chileno en oposición a su accionar profundamente reformista.
Junto a futuros compañero del MIR, deciden retirarse del partido y comienzan a militar activamente en las luchas obreras, estudiantiles y de pobladores de Concepción, para en 1965, acudiendo al llamado del sindicalista Clotario Blest, fundan junto a diversos grupos políticos de la época el MIR, del cual Enríquez se convierte en secretario general desde 1967 hasta su muerte en 1974.
Es así como durante estos años de gran efervescencia política en Chile, el MIR de Enríquez busca su base de apoyo en los sectores más olvidados de la clase trabajadora chilena: los pobres del campo y la ciudad, impulsando una política revolucionaria basada en la creación y fortalecimiento de órganos de poder popular propios de la clase trabajadora, en fábricas, centros mineros, en el campo y en las numerosas tomas de terreno.
Tras el triunfo electoral de la Unidad Popular de Salvador Allende en 1970, Enríquez -fiel a la postura de construcción del socialismo que había asumido el MIR, abandonando la vía electoral y la “legalidad burguesa”- asume un apoyo crítico al gobierno, denunciando a los reaccionarios y motivando la creación de frentes de masas y órganos de poder popular a lo largo de Chile.
En ese marco, Enríquez y el MIR llaman al gobierno a impulsar los cordones industriales y los comandos comunales, incitando a buscar apoyo en la base del pueblo más que en sectores burgueses.
Pese a los avances de la organización en los sectores obreros, poblacionales y de campesinos, se da el 11 de septiembre de 1973 el golpe militar, momento en el que la figura de Enríquez resalta pues pese a la persecución de los golpistas (con publicación de su fotografía en la prensa con el título “ubicar y detener”), refugio en embajadas y partidas al exilio de las principales figuras políticas de la UP, Miguel impulsa la política de “El MIR no se asila” puesta en práctica por él, buscando combatir desde el primer instante pese a las bajas de cientos de militantes por parte de la dictadura cívico-militar encabezada por Augusto Pinochet.
Es producto de la negativa a exiliarse, de quedarse a combatir junto con el pueblo, lo que terminó por provocar la trampa de los organismos de seguridad del régimen la fatídica mañana de octubre en la calle Santa Fe, donde Miguel se encontraba en la clandestinidad junto a su compañera embarazada y sus hijas. En esa mañana se engloban las altas cualidades que perfilan a Miguel entre los grandes revolucionarios de Nuestra América, por su consecuencia, entrega y generosidad sin precedentes. Se enfrentó solo a más de un centenar de militares por cerca de dos horas, cayendo abatido finalmente con 10 heridas de bala en su cuerpo.
Miguel Enríquez se ganó un lugar fundamental en la tradición revolucionaria chilena y latinoamericana, dejándonos como legado un profundo compromiso moral y revolucionario con la clase trabajadora. Desde sus temprana militancia en Concepción y un compromiso de vida para llevar a cabo una revolución socialista apoyada desde el seno del pueblo.
Hoy son miles los que, siguiendo la senda de Miguel y el MIR, construyen día a día las bases para una sociedad sin la explotación del hombre por el hombre, sentando las bases del poder popular. Y ese llamado es el que dejó Miguel hace más de 40 años con su arenga que recorre las calles y los campos de Chile y América diciendo “adelante, adelante con todas las fuerzas de la historia”.
* Militante de Colectivo Poder Popular Chile