Por Red Cetorca. Qué tienen que ver el fútbol, Baudelaire, Lennon, Girondo y Heidegger, que todos desafían el triste calculo de lo posible. “Vida, más vida, y más que vida”, decía Simmel. Con ustedes, otra jornada filosófica detrás de la pelotita.
El existencialismo nos dice que la vida del ser se desarrollará de acuerdo a las posibilidades que ella misma trae. Dante Panzeri define al fútbol como la “dinámica de lo impensado” y creo que, entre el existencialismo y la visión de Panzeri, hay muchos puntos de coincidencia. Veamos un poco.
La apertura existencial es aquella que le indica al ser que nada está hecho de antemano y que la vida es posibilidad de vida. Para el existencialismo no hay nada parecido a un destino prefijado y la vida del ser es su concreción. Esto quiere decir, en un lenguaje más llano, que la vida se va haciendo mientras se hace. Cuentan que un día a John Lennon le preguntaron qué era la vida, y el flaco de anteojos redondos contesto que “la vida es eso que pasa mientras te preguntas qué es la vida”. Esta es una posición extremadamente existencialista. Ante el ser, entonces, se despliegan todas las posibilidades existenciales que sus actos proponen y, de entre ellas, solo uno se concretizará, y así el ser ingresa en una especie de encadenamientos cuyo eslabón final será su muerte. “El hombre es un ser para la muerte” dijo Martín Heidegger sin que se asustará ni un poquito.
El fútbol, al igual que la vida, es también posibilidades. Ningún partido se gana antes de jugarlo, y si bien podemos tener ciertas esperanzas en el resultado basadas en los antecedentes de los dos equipos, debemos decir que estas esperanzas rara vez tienen relación con lo efectivo que sucederá. Por eso no es correcto hacer pronósticos sobre el resultado de un partido y menos sobre el campeonato. Así como la vida se va haciendo mientras se hace, los partidos hay que jugarlos porque nadie gana desde el vestuario y solo con su voluntad. Si se ganara “de pico”, Baudelaire y Girondo serían campeones eternos.
Tanto en la vida como en un partido de fútbol, en el minuto 0, es decir desde el nacimiento o desde la pitada inicial, está en forma de germen, por decir así, todo lo que sucederá. En ese instante inicial se concentra todo el futuro en forma de potencia. En esa esfera de cuero situada en un círculo blanco pintado con cal, reside, en forma potencial, casi todo el partido. Ella es el vehículo, junto con la cancha, los jugadores, etc. de que el partido sea. Es como que el futuro se “esconde”, haciéndose visible, en ese presente. Y lo mismo sucede con la vida. En el niño que nace, está potencialmente el viejo que muere y lo desafiante, por lo menos para mí, es que sólo podemos saber esto ya que no nos es dado conocer y descifrar el futuro y esta característica es la fuente de la angustia del existir.
Si este razonamiento es correcto, y yo convoco a la duda sobre esa corrección, podemos jugar con ciertas metáforas para que este escrito quede un poco más lucido, un poco más estético. Propongo entender esta existencialidad de la vida y del fútbol mediante dos metáforas: la del ovillo y la de la soga anudada.
Tanto la vida como el fútbol pueden ser entendidas como un ovillo. Se le plantea al ser, ya sea en su nacimiento como en el minuto 0 del partido, una especie de ovillo de hilo en donde en forma un poco ordenada, un poco caótica, se encuentra todo el hilo de su vida, o del partido, en forma del ovillo cuya punta es ese mismo minuto 0. En ese ovillo se encuentran todas las posibilidades existenciales de la vida/partido. En ese ovillo está el primer cumpleaños y el último, el primer foul y el último, el primer amor, el segundo y todos los amores que tendremos, el primer pase correcto, el primero incorrecto y todos los pases que daremos y del que seremos receptores; en ese ovillo están, también, todos mis miedos y mis alegrías, mis certezas y mis dudas, mis goles hechos y mis goles errados, los penales que cometeré y los que me cometerán y, finalmente está, mi muerte y el pitazo final y tanto en una como en el otro sabré, finalmente, quien soy al final de mi vida/partido. El ovillo es algo así como el reservorio de lo que advendrá.
La metáfora de la soga anudada, por su parte, me sirve para dar a entender parte de mi pensamiento. La vida o el partido, bajo esta metáfora, es el resultado de los diversos nudos que voy atando y por los que soy atado, y cada nudo es resultado de un nudo precedente pero también es potencia del nudo siguiente. La vida/partido, entonces, no es como un collar de perlas en donde cada una está ensartada en un piolín en forma independiente sino que, como cuenta mi metáfora, es una soga anudada, una serie de encadenamientos y no puedo determinar en esta instancia, cuanto de esta imbricación corresponde al azar. Entonces, el hecho de que me reciba de abogado es el resultado de mi estudio precedente, el gol que acabo de hacer de cabeza es el resultado no sólo de mi preparación atlética que me posibilita ser eficaz en el salto sino del pase elevado que me acaba de hacer el cinco que se la robó al mediocampista de ellos, el embargo de mi casa es el resultado de haberme gastado en los caballos la cuota del préstamos hipotecario y el penal que acabo de cometer contra el nueve rival es el resultado esperado por haber llegado tarde al cruce.
Finalmente, hay puntos de contactos entre la filosofía existencial más sencilla y la dinámica de lo impensado que nos propone Dante Panzeri y el punto de contacto más próximo que existe entre ellos es saber que nada está hecho o dicho de antemano y que la vida, como el partido, están abiertos a sus posibilidades y que es gracias a eso que somos libres porque, finalmente, somos nosotros los únicos artistas de nuestra propia obra de arte ya sea que la llamamos vida o un simple partido de fútbol.