Por Luka Morello y Elsa Rodriguez. Dialogamos con Elia Espen, integrante de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Por qué molestan las palabras de una referente de los movimientos sociales, las víctimas de violencia institucional y el movimiento obrero. Las claves del grito rebelde.
De hijos que paren madres
Para los que nos tocó crecer en esos noventa que aplaudían el desarrollo del libre mercado y querían empolvar los sueños de rebeldía y anhelos de cambio, las Madres fueron la reserva moral de dignidad, rebeldía y justicia que permitía confiar. Cómo olvidarse de esas impresionantes marchas de la resistencia donde tomamos contacto con los primeros libros, las primeras muestras del arte al servicio de la lucha por justicia, las canciones de Silvio y los sueños vivos de toda una generación que se desangró por un sueño revolucionario. Cómo olvidar los discursos de Hebe de Bonafini que nos decía que teníamos que ser rebeldes, que teníamos que leer y formarnos y aprender del y para el socialismo.
Las Madres fueron en los noventa esa conexión con el pasado que la dictadura nos quiso arrebatar; ese pasado que nos impulsaba a soñar un futuro diferente. Éramos pibes y pibas y sentíamos que esos pañuelos eran banderas de nuestra juventud inquieta y en búsqueda. Esos pañuelos que enarbolaban a mujeres que habían parido a revolucionarios, que a su vez habían parido a sus madres en el camino de la lucha y la búsqueda de verdad y justicia.
Cuando escuchamos a Hebe decir que Julio López “no fue un testigo clave como algunos dicen, fue un testigo más”, o entregar su pañuelo a un personaje tan emblemático de la vieja política como Aníbal Fernández (implicado en causas que van desde la Masacre de Avellaneda hasta el desalojo del Parque Indoamericano) nos decepcionamos y entristecimos. Pero entre tanta confusión, empezamos a volver a escuchar esas palabras que en nuestra juventud nos habían alentado, y que hasta el día de hoy nos siguen acompañando y mostrando con el ejemplo, el valor de la lucha por la justicia. Madres como Elia, como Nora, como muchas, nos volvieron a convencer de que las Madres, nuestras madres, están donde siempre han estado.
Las palabras hablan desde donde los pies pisan
Elia Espen es miembro de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Elia nunca fue de las madres que tuvieron un alto perfil público, en cambio, prefirió desde un comienzo acompañar en silencio pero activamente la lucha por la desaparición de su hijo. Recuerda que como toda madre comenzó su búsqueda desesperada en soledad, y que fue gracias a Azucena Villaflor que ella y muchas otras madres, pudieron transformar su angustia en lucha y organización. Su hijo, Hugo Orlando Miedan, era militante del PRT, y fue detenido y desaparecido el 18 de febrero de 1977, a los 29 años de edad. Marcha dialogó con ella.
“Para mi si éste es un gobierno de los derecho humanos como dicen siempre, en el caso de los trabajadores, ellos tienen que ser escuchados y respetados. Porque si a mí no me escuchan cuando hablo, cuando reclamo algo que yo creo que es justo, y bueno yo voy a salir a hablar, a gritar, para que el pueblo me escuche. No me voy a quedar en mi casa. Y eso es lo que han hecho los trabajadores, y yo creo que es lo que van a seguir haciendo”, relató Elia.
Decidió desde un comienzo que su lugar era estar en donde su hijo hubiera estado, y su labor era acompañar hasta las últimas consecuencias lo que ella considera: la lucha por la dignidad y por justicia. “¿Por qué molestan tanto mis palabras? ¿Por qué me tengo que callar? Hay libertad y yo la uso para estar donde creo que debo estar, y donde creo que estarían todos los chicos, que ahora, no pueden hacerlo” expresó con énfasis en relación a las críticas que recibió semanas atrás.
“Estuve con los trabajadores de Lear, en el momento en el que este buen señor de la Gendarmería (bueno, usted habrá visto el video, es muy burdo) se tira arriba del coche. Después cuando Berni sobrevolaba el lugar asomado desde un helicóptero. Cuando los vi me causó gracia, pero más me causó bronca. Porque siguen utilizando las cosas para sobresalir, para sentirse importante. Acá se están equivocando los tantos”, dijo sin respiro.
Su denuncia llega de una manera que hace que sus palabras más que a denuncia suenen a un anuncio constante de una lucha y un lugar que no está dispuesta a abandonar. “Cuando estuve con Kraft, me metieron en el Proyecto X y hace pocos días me llamó un fiscal para que declare porque presentamos con Victoria Moyano, una denuncia por abuso de autoridad. Nosotros estuvimos en la represión, ahí. No es que la vimos por televisión, es por eso que puedo hablar con autoridad”, mencionó convencida.
Pero Elia no sólo embandera su pañuelo acompañando los conflictos actuales de trabajadores y movimientos sociales, no sólo desde su rol como Madre de la Plaza da batalla, también lo hace desde el lugar de una mujer de 83 años que no resigna defender su dignidad. “La represión esta cada vez peor. Cuando escucho que la cosa está bien, que no hay represión, no hay hambre, yo me pregunto desde arriba hasta el último del Gobierno: ¿dónde viven?, porque nosotros estamos viendo otras cosas”.
Y agregó: “Dentro de poco con lo que ganamos vamos a traer menos de la cuarta parte de lo que hoy traemos en el changuito, pero los sueldos están ahí, estancados. Para nosotros los jubilados la cosa tampoco anda tan bien. Yo cobro la mínima, tengo suerte que mis hijos me ayudan, porque no podría vivir con tres mil pesos, y hay muchos jubilados que están solos. Lo sé porque estoy en la mesa coordinadora de jubilados”.
Además lleva en su cuerpo las marcas de su lucha, porque interrumpe nuestra pregunta diciendo: “Perdóname, háblame mas fuerte. Los militares me reventaron el oído, asi que ahora tengo uno solo”. Y continuó, “todavía veo gente en la calle, aún veo que hay hambre. Viajo todos los días en el tren y nadie me la cuenta: veo a los pibes despeinados, descalzos y eso me parte el alma, porque no tiene que haber chicos en ese estado”.
Elia asume que su posición tiene sus costos, y lejos está de pretender que sus palabras sean tomadas como opositoras o no, entiende que su lugar es decir lo que ve, y denunciar si cree que lo que ve no es justo. “Uno tiene que decir lo que piensa sin retaceo de ninguna especie, pese a lo que pese. ¿Hay desaparecidos de primera y de segunda? No se habla de Julio (López), ni de (Luciano) Arruga. Si este gobierno habla de los desaparecidos en dictadura, también debe hablar de los desaparecidos en democracia” expresó poniendo el acento en la lucha por los Derechos Humanos en la actualidad.
La revolución es un sueño eterno
Hace unas semanas atrás, luego de que Elia diera una nota para el periódico opositor Perfil, desde Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora se hizo pública una solicitada desentendiéndose de las palabras de Elia y expresando que no representaban las opiniones de Línea Fundadora. “Cuando hablo, hablo por mí, y no hablo por las otras madres, como siempre digo lo que pienso, a lo mejor estoy equivocada, pero es mi pensamiento, mi forma de ver las cosas. ¿Y por qué me tengo que callar, por qué las tengo que ocultar? Yo no le falto el respeto a nadie diciendo lo que pienso. Eso es lo que tendríamos que hacer todos, decir verdaderamente lo que pensamos” respondió Elia sobre el comunicado, y agregó que “nadie tiene derecho a dirigir tus palabras y tu pensamiento. Uno tiene que decir y hacer, lo que quiere. Perdón, lo que siente, no lo que quiere”, aclaró por si hiciera falta.
En esa solicitada hay una falta de respeto hacia su persona y hacia su pañuelo. Pero principalmente Elia cree que hay un intento de despreciar lo que ella es, una luchadora que no solo cree que la verdad y la justicia se encuentra en la incansable búsqueda de su hijo, sino también en retomar esos sueños que lo marcaron tanto a él como a ella. “El otro día estaba hablando con uno de mis nietos (porque tengo nueve nietos) y le decía, yo creo que hasta en la tumba voy a levantar la mano y decir lo que pienso, y él me decía ´Abuela, ¡Te creo! ¡Te creo!´”.
“El que tiene una forma de ser, una idea, tiene que mantenerse en los que piensa. Porque yo crecí en un hogar socialista. Yo no vengo de un hogar y me hice después. Vengo de un hogar socialista. Mi padre se tuvo que escapar de Italia porque Mussolini lo quería matar y se vino para la Argentina con mi madre que estaba embarazada. Siempre escuché hablar de la defensa de los trabajadores, de cómo podíamos hacer para cambiar la historia. Esas palabras después las seguí escuchando con mi hijo, entonces yo no puedo ser indiferente. Que me disculpen, pero no puedo ser distinta”.
En ese momento el recuerdo de Hugo se hizo inevitable. “Yo sabía que mi hijo militaba, nunca me descolgué de eso. El estaba en cuarto año de arquitectura y también trabajaba en la Editorial El Derecho, así que tenía tiempo para militar. Y desde esas palabras, desde esa defensa hacia los trabajadores quería cambiar la historia. Él siempre me decía: ´Mira mamá, va a costar, va a costar mucho, pero lo vamos a conseguir´. Hasta ahora, y pese a la cantidad de desaparecidos que tenemos, algo se consiguió, pero aún queda mucho que hacer por ese sueño”.
Después de la solicitada que rebotó en varios medios, diferentes referentes de derechos humanos e incluso otras madres como Nora Cortiñas salieron a solidarizarse con Elia. La simpleza y la justeza de las palabras de Elia no admitieron ni admiten correcciones desde ópticas de lo que es o no, políticamente correcto. Elia tiene la virtud y la autoridad por ser una Madre de la Plaza, pero sobre todo porque es una militante incansable de la vida que está donde más la necesitamos, ahí donde nos enseñaron esos pañuelos blancos que había que estar en aquellos años de menemismo y resistencia. Allí donde sus pasos se hacen más firmes y su huella nos hace más fuertes.