Por Red Cetorca. Por alguna razón y sin disparador aparente, el cronista reaviva la discusión sobre la calidad del fútbol argentino. ¿Son unos amargos los que sostienen que ya no es lo que era?
“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” parece ser una de las frases que hoy se ajustan a nuestro fútbol.
Esta frase, atribuida a Tirso de Molina, sin que éste sea su autor ya que no se sabe a ciencia cierta quién es, pone en duda ciertas afirmaciones que algunos descarados pensadores de la redonda, se empeñan en exponer en donde se lo propicien. Para ellos, nuestro fútbol es aburrido, violento, mal jugado y algún que otro adjetivo negativo. De alguna manera, no perciben que de seguir con esta línea de pensamiento, ellos mismos se inscriben en el margen negativo de una hoja escrita con faltas de ortografía.
El fútbol al que yo asisto, sea de Primera A o de la B, incluso de la C o en algún club de barrio en donde se juntan los pibes detrás de la de cuero, no es un fútbol berreta ni mal jugado sino todo lo contrario.
Tanto el River de Gallardo o el Boca de Arruabarrena o El Ciclón, juegan un fútbol dinámico, intenso, apasionado, con goles y soberbias atajadas y es justamente esta misma dinámica e intensidad la que propicia que no todas los pases sean correctos, que no todas las jugadas sean extremadamente bellas porque no es posible la belleza absoluta. La “dinámica de lo impensado” es también el pase mal hecho o el pelotazo al cielo despejando el peligro en el área propia. No podes ser muy preciso cuando corres y el central te pisa los talones o tu cuerpo hace un arqueo en el aire buscando conectar tu parietal derecho con la pelota que vuela en el aire desde el corner.
El mismo concepto de belleza es relativo porque se es bello en contraste con lo feo y, desde Cyrano de Bergerac hasta Jacobo Winograd, no hay ni bellos ni feos, sino que estas dos son categorías de lo absoluto que no puede ser. Quiero decir; el hombre occidental, creyente, acepta la idea de absoluto porque así justifica a su Dios y, al hacerlo, encuentra los causes para soportar su vida miserable. Si, por el contrario, aceptamos la diversidad que expresa la singularidad que, por otro lado, es la única certeza que la empíria trae a la conciencia, nos tenemos que hacer cargo y dejar de molestar a Dios para que nos dé una mano y enfrentar toda nuestra realidad. Lo siento, Hegel y su Absoluto, nunca vieron jugar a Kranevitter.
Esta falaz idea sustentada en la más absurda Ilustración racional, es la culpable, por decir así, de que busquemos una belleza “perfecta” perdiendo, en esta búsqueda, la belleza real; esa que surge de los pies de Riquelme cuando mete la pelota en donde no entra un cabello. Si buscamos una belleza inexistente, nos perdemos la oportunidad real de disfrutar de la belleza posible.
“Los muertos que vos matáis –dice en realidad Corneille- gozan de buena salud” y nuestro fútbol parece confirmarlo.