Por Agustín Buzio. Para entender porqué el “desendeudamiento” no es tal, sería útil observar algunos ejes de la reestructuración de la deuda alemana de posguerra. Comparada con el canje Lavagna-Kirchner de 2005, las condiciones de reestructuración fueron peores que las de Alemania de posguerra.
“Para empezar, te ruego no confundir la Resistencia con la oposición política. La oposición no se opone al poder sino a un gobierno, y su forma lograda y completa es la de un partido de oposición; mientras que la resistencia, por definición (ahora sí), no puede ser un partido: no está hecha para gobernar a su vez, sino para… resistir”.
Tomás Segovia. “Alegatorio”. México, 1996
La reestructuración alemana
Para comenzar a comprender la falsedad del desendeaudamiento, tomaremos como paradigma el arreglo de deuda externa, conocido como el Acuerdo de Londres, que Alemania realizara en 1953, luego de ser derrotada en la segunda Guerra Mundial. Si bien hubo varios puntos, se caracterizó principalmente por la reducción de alrededor de un 80% del valor presente neto (con una quita directa del 50% y el perdón de todos los intereses desde 1934). Se le otorgaban cinco años de gracia, largos plazos de pago, tasas de interés muy reducidas y el pago de una parte de la deuda en moneda alemana.
En ese momento, los acreedores y Alemania analizaron la capacidad real de pago de la deuda y se comprometieron a no “dislocar la economía alemana ni afectar sus potenciales recursos en moneda extranjera”, y a que los “países acreedores se involucrasen directamente en la solución del problema colaborando con el país deudor”, según consta en el Acuerdo de Londres.
Pero además, para lograr una verdadera solución se comprometieron a que Alemania no tomara una nueva deuda para cancelar esa deuda; que fuera pagara con las reservas del país y, por último, que no se incentivaran las inversiones extranjeras, ya que comprometerían el futuro pago de remesas al exterior.
Lo que sucede en la Argentina
Por el contrario, ninguna de esas tres últimas condiciones se observaron al momento de reestructurar la deuda en la Argentina. Por un lado, se han utilizado reservas del BCRA; el país se ha endeudado para pagar vencimientos de deuda y la gran extranjerización de la economía, sumado a ciertas flexibilidades del “modelo”, generó que se enviaran suculentas sumas de divisas al exterior.
Debido a estas acciones, si se analizan los datos concretos, se puede afirmar que el monto actual de la deuda es incluso superior al de 2001, cuando se debían aproximadamente 145.000 millones de dólares. Era el tiempo en que el presidente interino Rodríguez Saá anunciaba que “el Estado argentino suspenderá el pago de la deuda externa”.
Sin embargo, esa suma se incrementó entre 2002 y 2005 a 191.000 millones de dólares a raíz de la compensación a los bancos, los ahorristas, de la pesificación asimétrica, cuando el Estado asumía los mayores costos de la pesificación. Con la reestructuración realizada por el gobierno de Néstor Kirchner, la deuda quedó en 126.000 millones de dólares.
Pero faltaría correr la opaca cortina para observar a la Argentina desnuda. En primer lugar, es importante destacar que el sistema de reestructuración de deuda realizado por el entonces Ministro de Economía, Roberto Lavagna, no fue un invento suyo, sino que se trató de un mecanismo creado por el mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI) y que ya había sido utilizado por varios países. Este sistema permite que aquellas naciones que no entran al canje puedan realizar demandas en tribunales extranjeros para cobrar la totalidad de sus bonos, mediante el embargo de los pagos de los países que sí ingresaron al canje.
Uno de los países que utilizó ese mecanismo de canje fue Rusia en 1997. Al canjear su deuda en un default de 35.000 millones de dólares, logró una aceptación de más del 95% de su total. En ese caso, el monto que no entró al canje fue de aproximadamente 1.500 millones. Hoy, esa cifra es similar a las que se manejan en nuestro actual canje; de modo que los argentinos volvemos a ser esos ratoncitos de laboratorio de una nueva forma de manejo internacional en materia de crisis de deuda en la que el gobierno se alinea, una vez más, con el sistema financiero internacional.