La elección del ex pastor luterano y férreo anticomunista, Joachim Gauck, como nuevo presidente de la Alemania Federal, desnudó la inestabilidad de la coalición de gobierno en la principal potencia europea.
“Es un lindo día hoy”, exclamó en recién electo presidente al terminar la votación de la Asamblea Federal que lo consagró por 991 votos sobre 1232. “Acepto el mandato”, remató. Joachim Gauck, ex pastor luterano e ‘ídolo’ de la lucha anticomunista en la República Democrática Alemana asumió de esta manera, el domingo pasado, tras una serie de negociaciones entre gobierno y oposición para llegar a un candidato consensuado.
No es la primera vez que Gauck se presenta como candidato a presidente. En 2010 fue la propuesta de la oposición, representada por socialdemócratas (SPD) y Verdes, y llegó segundo, detrás del candidato del oficialismo, Christian Wulff, sostenido por la coalición de gobierno formada por los liberales del FDP y los democristianos de la CDU, el partido de la canciller Ángela Merkel. La ‘mujer más poderosa del mundo’, como la denomina buena parte de la prensa europea, rechazó en aquél entonces apoyar a Gauk aún siendo el candidato con mayor afinidad ideológica con Merkel. El jóven y ambicioso Wulff logró consagrarse presidente y, de esa manera, se alejó de la puja interna me mantenía con la canciller para quedarse con el liderazgo de la CDU. Sin embargo, a sólo meses de su asunción debió renunciar a causa del descubrimiento de favores ilegales que concedió a amigos poderosos y socios, y de esta manera se llegó a la elección del último domingo. Angela Merkel, hoy considerada la mandamás en la Unión Europea, bien hubiese preferido renunciar a Guack y evitar tener que volver atrás y admitir su error al poner todas sus fichas en Wulff. Sin embargo, tras un ultimatum de sus aliados liberales, tuvo que aceptar al que otrora fuera candidato de la oposición al cargo de Bundespraesident, presidente federal.
Un presidente sin política
Gauck es uno de los históricos representantes de aquella pequeña parte de la sociedad civil que se opuso al gobierno de la RDA hasta la caída del muro de Berlín -mientras que Merkel, también crecida en la RDA sostuvo un perfil mucho más bajo-. De esta manera, las dos cargas más importantes del estado estarán en manos de personas crecidas bajo el ‘comunismo real’ de la Alemania del Este, cosa que aún no había sucedido, y que cuenta con una carga simbólica muy grande para los alemanes. Gauck a fines de los 80, cuando la RDA se encontraba ya debilitada, apareció en la vida pública en el seno de la Neues Forum, una organización ‘anticomunista’ creada bajo la línea de Solidarnosc en Polonia y la Charta 77 de Praga. Fue, y es, un promotor de la democracia en su sentido más liberal, y figura de relevancia en la corriente teórica que perfila como sinónimos el totalitarismo y el comunismo, especialmente tras su participación con una serie de ensayos en la versión alemana del ‘Libro negro del comunismo’, del francés Stéphane Curtois.
En 1990 dejó la sotana y se dedicó a la política. Electo diputado a la Volkskammer, primer parlamento de la RDA, fue uno de los principales defensores de la República Federal Alemana y de la necesidad de anexarse a ella y sus políticas pro-occidentales. Tras la unificación fue premiado con el cargo de Responsable de los archivos de la Stasi, la policía secreta del este, un organismo estatal que provee la información registrada en los años de ‘la cortina de hierro’ a los mismos indagados. Allí quedó hasta el año 2000.
El ‘conservador de izquierda y liberal’, como él mismo se define, logró contar con el apoyo de casi todos los bloques parlamentarios. Un representante de la ‘Politikverdrossenheit’, como le dicen en Alemania, es decir la antipolítica, el nihilismo apartidario que ha crecido en todo el mundo a costa de la participación popular.
Sin embargo, vista la escasísima injerencia que tiene el presidente federal en la política alemana, la disputa se pudo dar sólo en el plano simbólico, y sirvió para dirimir internas políticas y relaciones de fuerza dentro de la coalición de gobierno. Ahí, el poderío de la Merkel ya no parece más tan incuestionable, y la forzada alianza entre democristianos y liberales comienza a mostrar ciertas grietas, a solo un año de las próximas elecciones federales. Si bien el liderazgo de la canciller se mantiene sólido, vista la fortaleza que ha demostrado en el mando durante una de las peores crisis europeas, las fuerzas de oposición -y algunos aliados- vieron en el desprolijo cambio de presidente algún signo de debilidad que están dispuestos a usar en favor propio.