Por Diego Herchhoren. El politólogo español Juan Carlos Monedero dialogó con Marcha. En esta primera parte de la entrevista, analiza la etapa que atraviesa América Latina: los logros y límites de los gobiernos posneoliberales que sirven de enseñanza a la Europa actual.
-El presidente de Ecuador, Rafael Correa, viene expresando que existe un proceso de restauración conservadora en América Latina. El tema de los fondos buitre en Argentina, la cuestión de Venezuela, el uribismo en ascenso en Colombia, etc. ¿Coincides con Correa?
-Si, incluso en el propio Ecuador hay posiciones que están siendo criticadas desde la izquierda, tanto lo que tiene que ver con el extractivismo o cierta criminalización de la protesta. El empuje que parecía haber hace diez años y que asombró al mundo, donde la figura de Hugo Chávez fungía como mascarón de proa que arrastraba detrás a todo un continente, ya no está. El ímpetu inicial, con la promesa de transformación siempre deja paso a la necesidad de medir en términos reales aquellas promesas. Y esas promesas revolucionarias siempre son defraudadas por la práctica real. Han pasado más de diez años y prácticamente todos los gobernantes han estado o están en su segunda legislatura, y es tiempo suficiente como para que no solamente se vean los cambios sino para que esos cambios den paso a nuevos logros. Y eso ya es más complicado.
La gente que ha visto mejorada su situación en estos diez años ya no está contenta con esa situación sino que quiere seguir mejorando. Eso te obliga a ir incrementando tu capacidad de transformación. Es más fácil la agenda post-neoliberal, donde superas los excesos del sistema, que una agenda post capitalista donde realmente haya un cambio sustancial, en el cual no solo aumente el bienestar de la ciudadanía sino que construya una alternativa donde la ciudadanía sea corresponsable. Si todo este esfuerzo en América Latina sirve para aumentar el nivel de consumo será un viaje positivo porque han salido millones de personas de la pobreza, pero sigue sin construir una alternativa.
La agenda post-neoliberal ha sido exitosa, pero la agenda que tiene que ofrecer cambios estructurales que ubiquen a América Latina en el contexto internacional y que construyan un nuevo modelo todavía está por verse.
-Sin embargo, con la crisis del llamado “proyecto europeo” se ha puesto en entredicho la pertenencia de varios países del sur de Europa, entre ellos España. ¿Cuál sería la orientación geopolítica que hiciera relacionar a España en condiciones de igualdad con otros países?
-América Latina ha tenido éxito en su agenda post neoliberal, es decir, ha revertido los procesos de privatización, de exclusión o de limitación de los derechos de la ciudadanía, y por eso ahora que Europa está sufriendo la crisis se ha visto a América Latina como una solución. Ha habido algunos elementos que nos sirven, como lo es el nacimiento de un nuevo sujeto político no marcado por la tradicional identificación de la izquierda con la clase obrera, nos ha ayudado a entender qué pasa con la escolástica de izquierdas-derechas y pasar a un horizonte más amplio como “los de arriba y los de abajo”.
Nos ha ayudado a entender que la pasión también construye política y no solamente una razón fría de lo que llamaba (Jürgen) Habermas “el patriotismo constitucional” frío y que te impide romper con los moldes del institucionalismo vigente que genera exclusión. Nos ha ayudado a entender la necesidad de nuevos liderazgos que nos ayuden a superar la situación. Todo eso lo hemos aprendido de esta América Latina post-neoliberal.
Sería un error pretender trasladar los modelos latinoamericanos a Europa, de la misma manera que fue un error durante el siglo pasado pretender trasladar los modelos que habían servido en la Unión Soviética al resto del continente. Sigue vigente la expresión de Mariátegui que “nada puede ser calco ni copia” sino que hay que inventar nuevos modelos. En ese sentido, y más allá de esta mirada que puede ser virtuosa de España a los procesos de América Latina para salir de la fase neoliberal, lo que sí parece que es muy evidente es que hay una ventaja comparativa de España, respecto al resto de Europa, que tiene que ver con nuestra cercanía al continente latinoamericano.
Ellos sienten a España parte de su propio ser y por tanto esa mirada embobada que hemos tenido hacia Europa que implica un abandono de América Latina a la cual solo venimos a saquear, con el ejemplo clásico de Aerolíneas Argentinas o el comportamiento de Repsol, empresas que por cierto allí eran públicas y hoy son monopolios privados, nos obliga a un nuevo contrato con el continente y parece sensato que el comportamiento sea un poco más amable que el comportamiento netamente depredador propio de esta fase neoliberal del capitalismo. Por lo tanto, invitaríamos a España a una mirada más cercana a quienes consideramos nuestros hermanos.
-¿Y África y el Mediterráneo?
-Es evidente que en la reconstrucción regional de Europa tendremos que atender a la rivera Mediterránea. España está más cerca de Marruecos, de Túnez o de todo el entramado norafricano que de los países nórdicos y, por tanto, parte del bienestar y la estabilidad en la región pasa por que haya una implicación mediterránea de nuestra política.
Lo que está pasando en Europa, ese abandono de los países del sur en nombre de las necesidades de los países del centro y norte de Europa nos obligan a una reinvención regional. En primer plano aparece una mejor relación con Portugal, que la tenemos al lado pero abandonada; una mayor relación con Grecia e Italia y eso nos obliga a mirar también hacia el otro lado de la rivera.