Por Bycho Costa
Mal Pasar se presentó el sábado en Uniclub antes de emprender una gira que los llevará a tocar en el País Vasco. Repasaron temas viejos junto a su última producción, La conquista del pan.
Doblando por Guardia Vieja antes de llegar a la mitad de la cuadra se escucha el sonido hardcore que sale de Uniclub. Turba Iracunda calienta el escenario que va a ocupar Mal Pasar. Al fondo de la calle está el Abasto, ese mercado tanguero de Gardel; el barrio ilustrado por Luca. Un shopping pleno de luces, de familias disfrutando las vacaciones invernales, de parejas y amigos con trasnoche de cine. Puertas adentro de Uniclub, todo eso se borra; hay oscuridad en los alrededores y las únicas luces son las del escenario. En poco tiempo el Buenos Aires del Abasto muta en cualquier antro de una ciudad española.
A las 21.51 se abre el telón y Mal Pasar sale a dar su show ante un centenar -siendo generosos-, de espectadores que saben qué es lo que fueron a ver. “A pesar de mi vejez, de saber lo que me dan, quiero guardar fuerzas para lo que me pueda tocar”, empieza a entonar Carlos las primeras líneas de “Los mismos errores”. Abajo del escenario algunos pocos se animan al primer pogo, y si bien no entran en la categoría de “viejos”, la mayoría ronda o pasó los 30; no se ve ese público más cercano a la adolescencia que quizás tengan otras bandas de punk rock. Es que dentro del género el estilo de Mal Pasar es hijo de la línea La Polla Records (grabaron el tema “4 sudakas” junto a Evaristo, ex cantante de la banda, ahora en Gatillazo), y sus letras son netamente de corte anarquista. A primera vista -u oída- puede ser chocante cierta impostación del tono español de Carlos, pero eso se pierde cuando se mezcla con el resto de los componentes artísticos de lo que propone la banda.
El ambiente en el lugar es el de recital de banda under, a pesar de haber logrado un par de “hits” radiales con su disco Música envasada. La masividad no acompaña a la banda con casi 20 años de carrera. Y tampoco parece que sea ese su objetivo. En pocos días, según anunciaron, encaran una gira europea y van a tocar en el País Vasco. Los objetivos son otros, pero cabe preguntarse si su impronta y sus letras no son eso que les coarta el acceso a un mayor público, que sí tienen bandas quizás “menos comprometidas”; o por qué una banda como Ska P -que canta sobre algunos mismos temas-, en la Argentina llena un estadio, y esta noche apenas contamos 100. Pero eso es harina de otro costal. Unos pasan y otros vienen, se miran y se reconocen entre ellos, “los mismos de siempre” diría La Renga. Algunas chicas se animan al pogo, a bailar entre los grandotes.
Pasan “La companía”, “Los sueños de Martín”, y recién después de “Tres parásitos” llega el primer parate para saludar al público. A buen entendedor pocas palabras, y Mal Pasar es de esas bandas que no necesita hablar entre tema y tema, no hace falta explicar ni decir más que lo escrito en las canciones. Pero la remera de Carlos también habla, y dice: “Soy Gaza”. Empieza a sonar “Rebelarte”: “Una buena canción no te llena la panza/Una sucia propina no es dignidad/Libertad no es cambiarse de ropa en un día nuevo/Caminar la verdad también es elegir/Que el futuro es este momento/Rebelarse en todos los sentidos/Que la historia es cambiar la historia/Rebelarte Rebelarte”. Se alzan los puños y la noche gana en emoción.
La banda, que completan Mariano en guitarra -con guardapolvo azul de taller-, Marcos en la otra guitarra y Damián en batería, suena bien. No hay errores y cada instrumento se entiende a la perfección, algo destacable para una banda punk tocando en un lugar chico. No hay miradas ni señales para arrancar las canciones, el set está estudiado. Sonaron “Uno, dos y tres”, “Al ser-vicio” y el hit anti hit “Música envasada”, con versos cambiados por “al consumo Rolling Stone” y “no ser la marioneta del Mundial”.
Llegaron “Yo me quedo”, y “Usos y costumbres”: “El problema es el que no siente/El problema es el que no llora/Debe ser un cuartel militar”. Casi como una paradoja, al término de “Violencia” dos personas del público empiezan a agarrase a trompadas por vaya a saber uno qué motivo, y desde arriba del escenario Carlos trata de llevar a la reflexión: “En Gaza están bombardeando y nosotros nos peleamos por una birra o un culito redondo”. El altercado pasa pronto, pero cortó el buen clima que había en el lugar. Con el correr de las canciones todo volvió al cauce normal.
Después de un par de amagues de “últimos temas” el show empieza a transitar sus acordes finales y a generar el mayor entusiasmo entre el público, que se anima a sumarse al pequeño grupo de pogueadores. “Y todo va”, “4 sudakas”, y “Lo que hoy somos” es el tridente ofensivo seguido por “El obrero Martinelli”. Chicos y chicas se suben a cantar, no hay patovicas y nadie que se los impida, y no hay fastidio de los músicos. A lo sumo alguna palmada de un stage cuando ve que la cosa puede irse de mambo. Viendo la escena, el agradecimiento de Marcos a la gente, considerándolos parte, tiene sentido. Son pocos, pero fieles. Hay una unión, seguramente musical, probablemente también ideológica.
Luego de una hora y cuarenta de show, y algo así como 30 canciones, la fantasía de la noche punk española se diluye. Quedan en el aire un montón de consignas que todos se van a llevar a su casa en algún lugar de la cabeza. Cosas que van a estar ahí cuando enciendan la tele, cuando se pongan los auriculares del smartphone o cuando salgan y vayan a tomar y comer algo. Todo eso queda ahí, lo que pasa con esas cosas es un misterio. Es que si se aplicaran el mundo sería otro, quizás. No es tarea del rock cambiarlo. Pero algo queda, y con el tiempo a lo mejor empieza a salir a la superficie.
El último tema de la noche fue “Motivos”: “La rutina va avanzando en mi/Ver sufrir a la gente y sin reacción/Al trabajo y luego a descansar (…)/Acumulo confianza/Y una luz de esperanza se enciende en mi alma/y se eleva en el alba alumbrando una idea”. Se abre la puerta y en la calle hace un frío helado. Como desde hace varios años el rock termina temprano, y todavía hay tiempo de encontrar algún lugar con comida caliente. El Abasto volvió a ser el Abasto del shopping, parada Carlos Gardel y avenida Corrientes.