Ilustración de la dibujante polaca Katarzyna Babis
Por Stella Martínez. La semana pasada, una chica de 19 años denunció haber sufrido un abuso sexual por parte de cuatro hombres en el boliche Le Clikc. El caso desató una ola de comentarios machistas, culpabilización de la víctima, gordofobia y racismo.
De espaldas a la cámara y en frente de los micrófonos Camila (nombre ficticio con el que se identificó a la víctima) dio su testimonio. Contó a los periodistas que el fin de semana concurrió con tres amigas a la Fiesta Alternativa que tuvo lugar en la disco Le Click, en Rivadavia al 1900, barrio porteño de Congreso. Alrededor de las cinco de la madrugada del domingo, un hombre “de ojos celestes y pelo rubio oscuro” la sujetó fuertemente del brazo y la apartó del grupo de chicas. El atacante intentó besarla por la fuerza, la arrastró hasta un rincón oscuro donde la golpeó, la tiró al suelo y abusó de ella. Luego, tres hombres más que “parecían ser amigos” del primero llegaron al lugar y participaron de la violación.
Desde el momento en que se conoció la denuncia y en que la víctima enfrentó a los micrófonos, la imagen de Camila fue una y otra vez reproducida en los noticieros y el video colgado en la web de los todos los diarios. Las repercusiones en las redes sociales y en los foros de los diarios on-line fueron inmediatas. Sin embargo, los discursos que circularon por estos medios acerca del caso se centraron en tres ejes que nada tienen que ver con la condena a la violación: la fisonomía del violador, la fisonomía de la víctima y el ambiente de una Fiesta Alternativa.
Los cuerpos de víctima y victimario
El martes 22 de julio, el diario Clarín en su versión on-line destacó en un titular que “el más buscado por la violación en el boliche” es un “rubio y de ojos celeste” (SIC). El hecho noticioso, en este caso, no es la violación sino la fisonomía del atacante. Al destacar los rasgos el medio pone en juego un prejuicio racista, si el violador hubiese sido un hombre morocho no se hubiese ganado un titular. Pero, el ser rubio, de ojos celestes, y cometer un delito de estas características se presenta para el diario como un hecho excepcional, lo cual manifiesta que para Clarín, un atacante no-rubio es la regla.
En contraposición al cuerpo del violador se presenta el cuerpo de la víctima que también es “excepcional”.
Durante su relato, mientras las cámaras hacen foco en la espalda de Camila, se dibujan los hombros anchos de una mujer que no cabe en los estereotipos de belleza de la norma heteropatriarcal. Camila es, según lo dirán después las redes sociales, una mujer “gorda” y por lo tanto un cuerpo des-erotizado.
El Activismo Gordo utiliza el término de “gordofobia” para describir las expresiones y actitudes discriminatorias y humillantes hacia las personas que (según los estereotipos) tienen sobrepeso. La gordofobia puede estar dirigida hacia cualquier cuerpo que no encaje en el “peso ideal” y carga a la palabra “gorda/o” de una connotación negativa que puede hacer referencia a representaciones como la fealdad, la vagancia o dejadez, la falta de control sobre el propio cuerpo, la torpeza, la enfermedad, etc.
En el caso específico de Camila, las redes sociales se inundaron de comentarios gordófobos centrados en la idea de que una mujer gorda no es atractiva. En la red social Twitter se reprodujeron hasta el hartazgo mensajes que indicaban que la víctima debería “estar agradecida” porque un hombre “rubio de ojos celestes” la haya tocado, y otros que decían que Camila mentía porque nadie violaría a una mujer gorda.
La página de Facebook de Stop Gordofobia tomó el caso y señaló la manera en que estos comentarios vertidos en las redes sociales daban cuenta de un discurso dominante en el que imperan y se combinan el machismo, con la gordofobia y el racismo. Ya sea desde un intento humorístico y sarcástico de algunas cuentas falsas de Twitter o desde perfiles reales, se reproducía la idea de que una mujer gorda no es sexualmente atractiva y de que no debería quejarse sino agradecer.
¿Si sabía en dónde se metía para qué fue?
En su declaración a los medios, la víctima relató que ella nunca había asistido a una Fiesta Alternativa hasta ese momento y que desconocía cómo eran. No sabía que había “gente de toda índole” y aseguró que aunque ella gritó “un montón” nadie pareció escucharla. “Te vas a callar y te vas a calmar” fue lo que le dijo el violador una vez que la dejó nuevamente en la pista. Además, denunció que aunque les contó a los guardias de seguridad lo que le había pasado ninguno reaccionó ni la ayudó.
Posteriormente su abogado, Andrés Bolnicazi, aseguró que el hecho de que nadie le haya prestado atención a los gritos de Camila pidiendo ayuda puede tener relación con el “ámbito de libertad sexual que se vivía dentro de la fiesta”, definido como un “vale todo”, y pidió una regulación específica para este tipo de eventos.
Estas declaraciones dieron pie a una serie de opiniones re-victimizantes y machistas que empezaron a circular en las redes y en los espacios de comentarios de todos los diarios, basándose en la pregunta “¿para qué fue?” e insinuando que “se la buscó”. Algunos culpabilizan a los padres por “haber dejado que una chica de 19 años asista a una fiesta de ese estilo”, otros aseguraban que la víctima “busca fama” porque las chicas “van a lugares con toda esa gente que se droga y toma alcohol, el 50% de la culpa la tienen ellas”.
De estos comentarios (tomados de los diarios La Nación, Clarín e Infobae) se desprende que para los usuarios, ser mujer, ser joven, salir a festejar un cumpleaños, es motivo suficiente para tener la culpa de ser violada. El machismo se encuentra arraigado en el sentido común que declara que una “buena chica” celebra un cumpleaños en una confitería o se queda en casa con sus amigas. Pero no sale, no va de fiesta, y menos a “esos lugares”. Lo que el sentido común no dice es que no importa el lugar, la música, la hora, ninguna mujer debe ser sometida a la violencia sexual, y que el alcohol y la droga no exculpan al hombre que lo hizo.
La doble violencia simbólica ejercida por los medios
Camila fue doblemente re-victimizada luego de hacer pública su denuncia. Por un lado se puso en tela de juicio su credibilidad por el lugar en que se dio la violación y se buscaron excusas para culparla por haber elegido la Fiesta Alternativa para ir a celebrar el cumpleaños.
Este es un discurso que pone a la mujer en un lugar de mayor vulnerabilidad, ya que busca excusas para depositar en ella la responsabilidad de lo que pasó en lugar de centrarse en la violencia sexual ejercida por el atacante y en la entera culpa que le corresponde a él.
Por otro lado, el cuerpo de la víctima se convirtió en objeto de burla y manifestaciones de desprecio y discriminación por su condición de cuerpo gordo. Por lo que a la culpabilización que siempre experimentan desde los medios las mujeres que sufrieron una violación, se suma la gordofobia que indica que aunque su cuerpo haya sido violentado debería agradecer a ese hombre por “el favor”.
Doble subalternidad, por ser mujer y por ser gorda. Pero Camila tiene un cuerpo que desborda las matrices patriarcales y que nos obliga a mirarlo, a seguir viéndolo, hablando de frente a los micrófonos. Un cuerpo y una voz que se revelaron al silencio y que permitieron que una decena de mujeres que habían sido violadas en el mismo lugar se animaran a denunciarlo.
Ilustración de la dibujante polaca Katarzyna Babis