Por Juan Manuel De Stefano. El entrenador argentino demostró actitudes y aptitudes que van más allá de la pelota. Sería sano para el fútbol argentino que continúe en su cargo.
“En Argentina nos creemos más de lo que somos. Me voy con doble sentimiento por no haber podido lograr el sueño. Hay segundos que han hecho historia, por ejemplo Holanda, y Argentina ha hecho historia, pese a ser la medalla de plata”.
Así graficó Alejandro Sabella sus sentimientos luego de la derrota ante Alemania. Ahora bien, más allá de expectativas, sueños, delirios de grandeza y otras yerbas, el diagnóstico del entrenador no es para nada descabellado. El Mundial de Brasil 2014 desenmascaró, tal vez como nunca, la variedad de sentimientos, opiniones y pareceres de acuerdo al resultado obtenido. Sabella pasó de ser un “títere de Messi” a poseer una personalidad arrolladora y manejar el equipo como nadie. De inútil a eminencia del fútbol argentino.Y así podemos seguir con varios puntos más.
En el rubro jugadores, se pueden destacar nombres que fueron – en la mayoría de los casos por desconocimiento- vilipendiados y ridiculizados en forma continua. Marcos Rojo, José Basanta, Enzo Pérez y Ezequiel Garay se encontraban entre los más discutidos por el público en general. “Basanta, trae Garotos” se leyó en alguna bandera, bastante irrespetuosa y sin fundamentos. El defensor- si bien no es la reencarnación de Passarella y Perfumo juntos- es un buen jugador; correcto en la marca, fuerte en el juego aéreo, duro, macizo y expeditivo. Y así lo demostró ante Bélgica. En México es considerado como uno de los mejores defensores del torneo y durante el mundial se estaba definiendo su traspaso a la Fiorentina de Italia. No está mal que los espectadores que no son expertos, o al menos seguidores del fútbol, desconozcan las condiciones de ciertos jugadores. Lo grave es que la falta de información o de respeto venga del lado del periodismo, eso sí que es imperdonable.
Lo cierto es que el entrenador pululó durante 30 días cual malabarista, entre el cielo y el infierno. Y, para ser justos, él también influyó para echarle pasto a las fieras. El cambio de sistema en el partido inicial ante Bosnia (5-3-2) desconcertó a propios y extraños. Fundamentalmente a los jugadores, porque la “idea madre” era el 4-3-3 y el mensaje emergió algo confuso. Y la demostración se dio en el segundo tiempo cuando los ingresos de Gago e Higuaín (ambos en mal estado físico), aún ganando por 1 a 0, le dieron otra frescura al conjunto. Pero Pachorra sorprendió al término del partido al aceptar su error: “me equivoqué”. Enorme, magnífico, sensacional. Un entrenador que sin temores ni inseguridades acepta que se equivocó, ¿cómo se hace para no ponderar a una persona así?…. Pero claro, el hombre habla despacio, pausado, con un vocabulario depurado y dicen que es el “ De la Rua entrenador”. Un absurdo total.
Messi reafirmó su gusto por el 4-3-3 y luego de un par de días habló Sabella sobre las declaraciones del astro: “No me molestaron en absoluto, él ya había mencionado cómo le gusta jugar. Lo hizo con mucho respeto. Hay un clima de cordialidad, respeto, y espíritu de grupo en el plantel. Podría haber mandado a otro jugador y no a Messi. Cuando alguien no deja hablar al otro o le dice lo que tiene que decir es señal de inseguridad. Yo los mando a hablar lo que quieran porque estoy tranquilo”. Una clase magistral de manejo de grupo, eso mismo brindó el entrenador argentino en Brasil. Y valores que parecían perdidos como la humildad y la educación.
Pasaron los encuentros ante Irán y Nigeria, nueve puntos y más dudas que certezas. Y para peor, a Lavezzi como una humorada y para descomprimir, se le ocurre tirarle agua al entrenador en medio del “fragor de la lucha”. Y ahora sí, se armó la hecatombe. Falta de autoridad fue lo más livianito que se pudo escuchar. La respuesta de Pachorra fue clara y no dejó lugar a ninguna duda: ”Se puede tomar de varias maneras, pero creo que es una muestra más de la relación entre el cuerpo técnico y los jugadores. Lo tomé como lo que fue, una muestra de cariño más que otra cosa. Lavezzi tiene una manera de ser especial y eso es una de las cosas que tiene que tener un técnico, saber diferenciar a cada jugador porque son todos seres humanos distintos”. ¿Y ahora?…Otra lección inolvidable de Sabella.
Las cosas claras, el rumbo definido y la relación casi paternal con sus dirigidos. Pasa Suiza, la victoria agónica con el gol de Di María y las clases del técnico pasan a ser por lo que ocurre en el verde césped. La realidad es que lo mejor del orientador se avizoró de cuartos para adelante. Chau Fernández y Gago, adentro Demichelis y Biglia. Y que traten de meterle un gol a Romero. Solidez, equipo corto y casi inexpugnable para los rivales. Y así hasta la final. Derrota digna, dolor y el análisis final que no deja lugar a segundas interpretaciones. La última gran función de Sabella en Brasil: “Ni el primero hace todo bien ni el segundo hace todo mal. Una cosa es el resultado y otra el análisis. Hay segundos que hacen historia, como Holanda, que revolucionó el mundo del fútbol. Estos muchachos, después de 24 años, también hicieron historia. Ganaron el segundo puesto, que nos deja con ese sabor amargo, pero no deja de ser muy importante”.
La expresión firme, segura, llena de fútbol y honestidad. Siempre con idéntica tranquilidad y educación. Su fanatismo por la historia hace que en varios pasajes de sus explicaciones incluya ejemplos basados en hechos o personajes históricos. Y uno de sus preferidos es Manuel Belgrano. “Allí tenemos la bandera (dentro de la sala de conferencia del predio de AFA), creada por Manuel Belgrano. El dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre. Es el ejemplo a seguir: el de poner el bien común por encima del individuo”, señaló en su presentación como seleccionador argentino. Y discursos como estos fueron moneda corriente en sus casi tres años de trabajo. Por lo tanto, valores como el “bien común”, la “generosidad”, el “sentido de pertenencia” y la “humildad” se transformaron en pilares del “proyecto Sabella”. Y por lo que se vislumbró en el Mundial, el libreto fue bastante bien recibido por los jugadores. Fueron 11 leones defendiendo su camiseta. No morirán pobres como el enorme Belgrano pero el bien común estuvo por encima del individuo. Tarea cumplida, Alejandro. Dieron todo por su patria (futbolísticamente hablando, que se entienda)…Y se aguardan más funciones.