Por Ricardo Frascara. Argentina llego a la final y afloraron sentimientos de admiración por la entrega del equipo. Después de tantos equipos puestos en jaque, este despierta otra cosa.
No es un verso de Los Orozco. Es lo que siento, lo que me dijo la maldita final. Los dioses bajaron a la tierra y allí se mezclaron, se mimetizaron. Dejaron de levitar Mascherano, el capitán virtual; Messi, el capitán honorario; el loco Lavezzi; el fideo Di María; el pipita Higuaín; el chiquito Romero. Acá están, a nuestro lado. Al día siguiente del partido, como estoy ahora, dejo venir la realidad. Extrañamente fue un seleccionado opuesto a lo habitual: valió lo que hizo el equipo y se desdibujó la tarea individual. Holanda y Alemania enfrentaron a un conjunto de argentinos que funcionó como pocas veces hemos visto en una cancha de fútbol. Y nos cuesta verlo en la vida diaria. Garay, Biglia, Rojo, Zabaleta, De Michelis, Pérez, Masche y los demás compusieron una fuerza armónica, inusual con una camiseta argentina. Reverdecieron el lema de Alejandro Dumas para los Tres Mosqueteros: Todos para uno y uno para todos. Fue una creación del esfuerzo y la voluntad. Así debemos recordar este Mundial 2014. “Creo que en un país donde a la gente le cuesta mucho creer, le devolvimos eso. Volvió a creer en un equipo, representamos a la Argentina como había que hacerlo”. Sí Javier, sí Mascherano. Y lo dijiste vos con la autoridad de un hombre que portaba un puñado de rayos en sus puños, para lanzarlos sin dudar. Fuiste Zeus, pero acá estás, a mi lado. Te toco y sos como yo, como nosotros. Y lo mismo hago con el pulga y el pocho. Y cómo se juntaron todos, cómo nos hicieron gozar. ¡Cómo nos hicieron pensar! El columnista Enrique Valiente Noailles escribió hoy en La Nación: “ (El Mundial) Fue como ver los adelantos de una película que muestra lo que podemos ser… Porque somos, no sin razón, extremadamente descreídos con nosotros mismos, con nuestro destino y con la posibilidad de alcanzar algo colectivamente” El mismo concepto que el del futbolista. ¿Falto la explosión final? Y bueno, es un abrir y cerrar de ojos lo que perdimos nada más. Sabemos que lo que importa es andar el camino y se diluye todo al final.