Por Brenda Alvarez desde Perú. En Perú el aborto terapéutico está despenalizado desde 1924. Sin embargo, la imposibilidad de acceso a este derecho era cotidiana. Luego de noventa años se logró el protocolo aunque esto postergó el debate por la legalización.
Después de muchísimo tiempo de idas y vueltas, de lecturas y relecturas de las acciones que se han ido realizando desde el movimiento de mujeres por la autonomía de nuestros cuerpos; después de muchos años, de vidas perdidas, de mujeres que han padecido efectos graves en su salud y que ahora son sobrevivientes al machismo institucionalizado en el Estado -que se manifestó en la negación de un procedimiento estandarizado para la práctica segura del aborto legal-, se dio un paso fundamental: el 28 de junio pasado finalmente se publicó la Guía Nacional de Aborto Terapéutico.
En el Perú, el aborto terapéutico está despenalizado desde 1924, es decir es permitido cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud de las mujeres. Este aborto, por décadas, y a pesar de que se encontraba eximido de sanción penal, ha sido objeto de sanción política y social. Esto se expresaba en la imposibilidad de acceder al procedimiento en los hospitales públicos, tanto por la falta un protocolo médico de alcance nacional que determine cómo proceder en estas situaciones, como por la desidia de los médicos y médicas quienes por cuestiones confesionales, confusiones o miedos se negaron a realizar el aborto terapéutico.
La aprobación y publicación de la Guía pone punto final a todo un período de oscurantismo y cinismo político que puso en riesgo la vida y la salud de las mujeres peruanas; un período en el que se traficó con nuestros derechos.
El aprendizaje de noventa años de lucha
Durante casi diez años el movimiento feminista insistió en centrar la lucha por el aborto en la protocolización del aborto terapéutico, que básicamente consiste en garantizar el acceso al aborto legal, una decisión que evaluada desde distintas aristas, pudo ser negativa y positiva. Positiva ya que resultaba absolutamente importante garantizar que las mujeres cuya vida o salud se vea complicada por un embarazo accedan a un aborto seguro y gratuito; y negativa, ya que la agenda por la despenalización se vio postergada.
Uno de los aprendizajes más representativos ha sido que sin luchas no hay victorias, así los procesos duren noventa años. Tras nueve décadas no hubo decisiones del Estado a favor del derecho a abortar de las mujeres, tiempo en el que los silencios estuvieron ausentes; noventa años de ningún minuto de silencio, tiempo en el que las voces de miles de mujeres se levantaron para exigir al Estado la garantía del derecho a la autonomía, la vida y la salud.
La aprobación de esta Guía no es una dádiva del actual gobierno, es el resultado de diversas acciones y estrategias de presión del movimiento feminista y de mujeres, y de alguna facción de la izquierda peruana. A las mujeres nadie nos ha regalado nada, todo lo hemos logrado luchando y este pequeño paso no ha sido la excepción.
Las voces de la muerte, es decir, las del Opus Dei y el conservadurismo evangélico no se han hecho esperar. Los argumentos en contra de la aprobación de esta Guía no hacen más que reflejar la crueldad y el desdén de estos grupos antiderechos hacia las mujeres. Sostienen que las mujeres harán uso abusivo de esta normativa y que se embarazarán para poner en riesgo su vida o su salud. ¿Qué mujer se embaraza para morir? ¿Las mujeres nos embarazamos para poner en riesgo nuestra salud?
Años de postergaciones
Vale la pena mencionar que el contenido de esta Guía refleja todo un proceso de una nefasta negociación entre los diversos gobiernos y los grupos antiderechos. Ninguna protocolización de algún otro procedimiento médico ha sido sometida a tan largo proceso de consulta. Han sido diez años de diversas opiniones, tiempo de idas y venidas, de pactos entre los gobiernos de turno con la Iglesia. Pactos que tuvieron como resultado la muerte de cientos de mujeres.
Si bien se celebra la aprobación de este instrumento, no es la Guía esperada porque no se adecua del todo a las necesidades de las mujeres. Hay observaciones serias a su contenido, como por ejemplo, que establece un formulario de revocatoria de consentimiento informado cuando ningún otro procedimiento quirúrgico cuenta con este formulario; o que no se estipula taxativamente la afectación de la salud mental como una causal para acceder al aborto legal.
Desde el movimiento feminista se seguirá vigilante en la lucha por el derecho al aborto. Este es un pequeñísimo paso en el camino por lograr que ni el Estado, ni la Iglesia ni la sociedad se inmiscuyan en nuestras decisiones. Nosotras, mujeres, queremos la absoluta autonomía, que no dependa del riesgo en nuestra salud o vida nada más; queremos principalmente gozar de la libertad de decidir sobre nuestro cuerpo, por eso, seguiremos en la brega por el aborto libre, seguro y gratuito.