Después de la declaración de maldad, puerilidad y bajeza, y sus repetitivas y ya casi redundantes declaraciones a favor del juego colectivo y la creación de belleza y esas cosas, tuvo respuesta de otro cronista titular del equipo de La Pelotita de Marcha: Red Cetorca. Aquí una correspondencia que recién empieza y parece no tener fin.
Red Cetorca a Simon Klemperer (después de la eliminación chilena y la continuidad de Argentina).
Estimado Simón:
Creo que por segunda vez en la vida coincido con vos; sí, sos despreciable, un ser al que el nihilismo le queda chico, un adalid del pesimismo y del antihumanismo más estructural (esto te debería agradar). Después de las lisonjas, vayamos a lo realmente importante.
¿Qué es la belleza? ¿Qué significa “jugar bien” o “jugar lindo”? Estas categorías justamente son construidas por los que hacen de ellas una sin razón; a mí me dijo un ciruja de la estación Munro que la belleza y la fealdad fueron un día al río a darse un chapuzón. Se sacaron la pilcha y la dejaron en la playa marrón de este río aleonado. La fealdad salió antes que la belleza del agua y, sin darse cuenta o sí, se vistió con las ropas de la belleza y desde ese día andan cambiadas, de tal manera que uno ya no sabe si la que pasa por delante es la belleza vestida con las ropas de la fealdad o viceversa, que es una manera elegante de decir nada.
Los partidos que jugo Argentina fueron un bodrio por razones propias y también por que los equipos contrarios se refugiaron en la defensa. Lo que le falto a la selección fue un poco de audacia, un poco de picante y quizás creatividad, habría que ver a Chile o a Bosnia que hubieran hecho si Argentina se refugiaba en su área. Lo dicho no justifica el aburrimiento de Sabella o cierta estética ausente en el juego de la selección pero apelar a la ética bielsista, ese que dijo que prefería morir con sus principios a cambiar, a mí, lo único que me indica, es una testarudez que me asusta y me da bronca. ¿Por que el “loco” no puso a Batistuta y a Crespo en un mismo partido? ¿Eh? ¿Pero que clase de astucia es esa que deja en el banco a uno de los mayores goleadores porque su esquema es “uno por afuera otro por adentro”? En fin Simón, Bielsa puede ser un buen padre de familia, un tipo ético y hacer buenos asados, Chile puede ser un país chiquito al que todo le cuesta mucho (¿Y Uruguay tonces, y Suiza? y Argentina puede estar bendecida por los dioses del fútbol, nada de eso justifica absolutamente nada en el planeta fútbol; un tiro en el palo, un penal mal o bien cobrado, un offside inexistente, pueden modificar las virtudes futbolísticas e incluso puede enfrentar el poder de algunos dioses. Lo bueno del fulbo, y no del fútbol, es que ahi sucede impensado, definiendo una ontología de potrero que ni la FIFA puede corregir, bah, o sí, seamos sinceros.
Argentina no juega horrible ni Brasil ídem ni Alemania es tan buena, los pingos se ven en la cancha y en ella, la belleza y la fealdad siguen jugando su juego milenario, escondiéndose de nosotros disfrazadas vaya a saber qué.
Cordialmente
Carlitos Balá.
Simon Klemperer a Red Cetorca.
Estimado Cetorca.
He de concederte que tenes casi razón a veces.
Todo lo lindo y todo lo feo es cuestionable, y si hay que ser feo para ganarle a los alemanes, feos seremos. Lo que no es ta cuestionable es la messidependencia que genera falta de juego colectivo, como tampoco que la selección es muy aburrida.
Pero que muy aburrida.
Es aburrida y triste porque tiene todo para ser una joyita nunca taxi y es un taxi de esos a los que uno prefiere no subirse para no ganarse un paseo millonario.
El equipo es malo, es mejo que muchos otros, más capas, pero sobretodo es malo para lo que podría ser. Es malo frente a sí mismo, frente a sus potencialidades.
Entonces, si como dice usté, querido Balá, nos dejamos de ropajes lindos y feos, eliminamos ontologías y escencialismos, y nos metemos la estética por el ojete, no podemos omitir que con ese equipo no solo se aburre el público, sino que se aburren mucho los jugadores mismos.
No se ve por ningún lado ni un gramo de inspiración. Podre claudicar con la belleza, pero nunca con el placer.
Finalmente, usté, compañero Cetorca, que siempre cuestiona al Barcelona y al primermundismo que muestra una realidad que no existe más que tras tantos millones de euros, de jeques y narcos, y que contrapone a eso siempre a su amado colegiales y su garra barriobajera made in Munro, no puede hacer lo mismo con esta selección made in Europa.
De cualquier manera y como siempre, tenes casi la razón, a veces.
Un abrazo.
George Simmel
Red Cetorca a Simon Klemperer (después del paso de Argentina a las semifinales)
Hola Simón
La realidad es eso que sucede y no lo que nosotros creemos que sucede, por eso es que no hay hechos sino solamente interpretaciones.
Ayer, en una cancha brasilera, en ocasión de disputarse el Campeonato Mundial de Fútbol, organizado por la FIFA, con perdón de la nauseabunda sigla, disputaron un encuentro la selección de Bélgica, una suerte de esperanza entre alemana y gala y que según los especialistas asombraba por su bello y ordenado juego, y la “todavía no apareció” la selección Argentina; esa repleta de nombres brillantes y de creatividad ausente.
En un clásico partido entre dos selecciones, pudimos asistir a un compendio de fútbol básico, que es, en definitiva, “el” fútbol que se juega en la mayor parte del mundo. Cuando escribo “básico” no estoy diciendo nada más que lo que enuncio; no hablo de belleza, ni de “bien” o “mal” jugado, etc. Básico refiere, esencialmente a base, es decir, soporte en donde se asienta lo demás, o también esencial, es decir, necesario.
Ayer la Argentina hizo lo básico para clasificarse entre los cuatro equipos de donde saldrá el campeón que de ninguna manera quiere decir el mejor. Argentina desde el primer minuto de juego salió a jugar el partido buscando un gol que le permitiera desplegar su estrategia básica, es decir, esencial. En los primeros dos minutos de juego, Bélgica intento hacer lo suyo un poco a lo bruto, sin la creatividad que se suponía debían tener los jugadores de los países bajos; se arrimó un poco al área y nada más. Argentina, aprovechando una jugada común, básica en mi lenguaje, logró capturar un rebote en las puertas del área y apareció el jugador –siempre es el ser humano, el hombre el que hace la diferencia y no los sistemas-, y, sin dejar que la pelota caiga en la “verde gramilla” –vaya aquí un homenaje a los viejos relatores del fútbol que sabían utilizar las palabras para transportarnos casi mágicamente a la cancha-, la empalmó y cruzó un soberbio patadazo que estremeció la red belga y anunció que Argentina estaba allí, con su falta de creatividad, con su tibieza futbolera, es decir, con todas sus limitaciones que comenzaron a estallarle en la jeta de todos aquellos apurados que creen que un asado se hace en dos minutos y después te lo sirven o crudo o ahumado. El gol del Pipita a los siete minutos de juego, fue una muestra de lo que es “lo” básico. Hay pocas verdades en la vida; la primera es que todos los seres humanos vamos a morir, la segunda es si estás en la puerta del área y te viene medio de volea, pegále y clavala en diome del arco. La tercera verdad es nunca cierres para adentro, la cuarta, un partido que no se puede ganar, no lo debes perder –eso es para Chile y para México-, dos cabezazos en el área es gol, etc. Listo, luego de este gol básico, era responsabilidad de los belgas obtener al menos el empate para ir al suplementario. Argentina debía desplegar su básico juego y es lo que hizo. Bélgica no, y por eso perdió. Bélgica no tuvo lo que hay que tener para ganarle a la Argentina y, entre sus ausencias, no tuvo ni los jugadores para hacerlo ni la estrategia para lograrlo. Creyó que con su monótono juego alcanzaba, pero la realidad le demostró su equivocación y hoy deben estar viajando a Bruselas para ver la final por la TV. Lo bueno es que la verán bebiendo la mejor cerveza del mundo, al decir de los especialistas.
Después del tempranero gol albiceleste –sigo adeudando palabras a los viejos relatores rioplatenses- Argentina manejó con mucha inteligencia los hilos del partido. Jugó a los espacios, le quito ritmo mediante los desesperantes toques hacia atrás, esperó bien abroquelado en mitad de cancha el ausente empuje belga, anuló a los jugadores sin recurrir a las faltas, se paró de contraataque, desplegó a sus jugadores a lo largo y a lo ancho de la cancha para evitar que el contrario se encuentre cómodo, dejó siempre a uno o dos jugadores en posición de ataque para evitar que los laterales y los centrales atacaran y ganó con solvencia el partido clasificatorio. Se defendió con la pelota y no se desesperó por convertir más goles sabiendo que con uno alcanza, por más que a los puristas del “bello” juego los desespere la ansiedad de los noventa minutos, y esto, indudablemente, hay que otorgárselo a Sabella, el “falto de autoridad”. Muy pocas veces pudo Bélgica comprometer la valla criolla; sin embargo, los muchachos argentinos, casi convierten en dos oportunidades; una fenomenal corrida del Pipita, que si hace ese gol se cerraba el estado, y otra corrida de la Pulga que magistral y básicamente cerro el arquero belga que también juega. Listo, sin problemas, el básico juego de Argentina clausuró las expectativas de los arribistas de siempre, esos que decían que Argentina es aburrida, falta de creatividad y que adeuda un “buen” fútbol y todas esas maracanazas verdades sin sustento y que sólo sirven para ocupar tiempo en los aburridos y faltos de creatividad programas futboleros que tanto abundan en las radios y en la TV.
Ayer comentábamos sobre lo “bello” y lo “feo” y yo sigo defendiendo mi pragmatismo utilitario y respeto tu nihilismo pesimista y tu búsqueda del Paraíso perdido. Yo me siento identificado con lo humano en sí mismo y no con ese potencial nunca demostrado de lo que “puede” el hombre. Quizás el resabio intolerable del Romanticismo e Idealismo alemán está más afincado en la ideología rioplatense de lo que yo puedo soportar. Quizás la influencia de Schiller y de Goethe es más profunda de lo que imaginamos. Esos dos, permitime la extrema confianza, pensaron que el arte y la belleza eran una forma de verdad que podía desplazar a la filosofía. Claro, ellos se oponían a la racionalidad de la Ilustración que no daba cuenta de los cambios sociales que advenían en la sociedad europea de fines del siglo XVIII y quizás tenían razón. Comentaban sus bellos versos en rima en los salones de la sociedad prusiana de aquellos años mientras de camunilla, le junaban las pantorrillas a Madame de Stäel que nunca les dio bola. Pero ¿sabes qué? Acá, en las lodosas calles de la Gran Aldea, la vida pasaba por otros lados y eso del romanticismo quedaba bien en las tertulias de los adinerados ganaderos y dueños de saladeros mientras los gauchos vivían lo último que les quedaba de libertad ejerciendo un pragmatismo libertario que ni Bakunin ni Proudhom lograron imaginar. Quizás por eso no soy romántico ni adhiero al Idealismo y me solazo en el más soez pragmatismo de barrio, mi historia me lo confirma “La única verdad es la realidad” ¿no? dijo un griego conocido como el Estagirita y la repitió el coronel que después fue general.
En fin querido Simón, que “el fútbol fue un será una porquería ya lo sé” por eso de los millones en juego, la nauseabunda FIFA y sus castigos elegidos, pero, decí que no tengo más espacio, sino te hablaría de las emociones casi al borde del llanto de Pekerman y del técnico de Costa Rica o del abrazo del brasilero a James, pero mejor lo dejo para otro comentario. Ahora mejor me voy a disfrutar de mi pragmatismo que bien merecido me lo tengo.
Abrazo
Johan Gottlieb Fichte.
Simon Klemperer a Red Cetorca
Tenes, otra vez, como casi siempre, casi la razón, esta vez, podría decir que tenes casi más razón que nunca porque dijiste que la única verdad es la realidad y equivocarse con eso es casi imposible. No te voy a decir que es obvio, voy a dejar que lo diga otro.
Creo que la única forma de errarle a eso es amanecer un lunes y verse inmerso en el centro de una revolución, salir a la calle y vivir un orden de cosas absolutamente otro. Quiero decir que la única manera de que la realidad deje de serlo es que alguien se encargue de eso. Este Mundial demostró, otra vez y como siempre, que el fútbol es un deporte donde juegan muchos equipos y siempre ganan los países grandes. Los países grandes tienen ese no se qué, tienen ese qué se yo, además, claro está, calidad, oficio, sangre fría y una lactancia de primera. Los países que no estén incluidos en los países grandes, por más que aparenten estar a punto de serlo, o ser países emergentes, o en vías de desarrollo, o sean del G20, o miembros honorarios provisorios y promisorios de las UN, o formen parte del BRIKS, del BROKS o del BRAKS, hagan lo que hagan, estarán condenados a la derrota. Por eso tenes más razón que nunca, por eso tu afirmación ni siquiera es tramposa por afirmarse con el diario del lunes sobre la mesa, sino que es lastimosa porque se puede afirmar con el diario del día anterior también. Justamente es ahí donde radica la tristeza de tu acierto.
Los que alguna vez hemos visto a equipos chicos hacerle la pelea a los grandes, los que hemos visto a equipos chicos, malos, miedosos, ratones y especuladores convertirse en fieras que se enfrentan sin miedo a los gigantes, hemos aprendido que aunque el jugador sea fundamental, si no tiene un equipo y un sistema que lo fortalezca, seguirá siendo la nada misma. Hoy, en Sudamérica, los jugadores buenos se van a Europa antes cumplir los seis meses en su equipo, razón por la que los mismos, si no tienen un sistema que llene los huecos de las permanentes migraciones, no pueden jugar a nada.
Dicho esto, si la única verdad es la realidad y, como también decís, “la realidad es eso que sucede y no lo que nosotros creemos que sucede”, entonces solo hay realidad a posteriori de los hechos y por tanto no hay construcción de hechos sino consumación de los mismos. Sin embargo, y ahí sí te doy la razón, los Mundiales son lo que son y no lo queremos que sean. Los Mundiales, desde el pragmatismo que planteas, son solo para los equipos grandes. Y vos, como buen argentino que sos, sos hincha de equipo grande y no hace falta tu equipo que juegue demasiado bien para que acceda a instancias mayores. En la vida cotidiana y según has demostrado tras tantas correspondencias jugás a ser un pobre hincha de Colegiales, un humilde habitante de Munro, amante de bodegones rasposos y vinos de la casa, que le gusta el juego sucio y las artimañas que los pobres deben usar para ganarle a los ricos, pero cuando juega la mayor adoptas el pensamiento de los grandes, es decir, sos un bostero o un vigilante cualquiera, un triunfador del montón, que mira el mundo desde arriba. Es la insoportable levedad del ser. Serías entonces hincha del Real Madrid, no del Villarreal ni del Betis; del Manchester United, no del Fullam o el Worthamtom Winrich; del Milan y no del Udinese o el Livorno.
Como dice un uruguayo al que ya estoy cansado de citar pero cito porque es sonoro y sintético: “no somos lo que somos sino lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Así, querido Johan Gottlieb Fichte, me despido, un poco intempestivamente. Los deberes me llaman y no puedo matizar más esta exposición. Hago fe de erratas anticipada, y pido perdón por posibles ofensas a su inestimable persona.
Un abrazo y un placer.
Kohan Gottfried Herder