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    Extractivismo

    5 claves que dejó la COP30: lo que pasó adentro, afuera y lo que realmente estuvo en disputa

    23 noviembre, 20257 Mins Read
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    La COP30 terminó en Belém con una postal que condensó sus contradicciones más profundas: mientras las calles ardieron de movilización, creatividad y fuerza territorial, las salas de negociación avanzaron con cautela, retrocesos y un lenguaje final incapaz de nombrar al mayor responsable del calentamiento global: el lobby empresarial y los combustibles fósiles.

    Fue una cumbre intensa, irregular y profundamente politizada, donde los pueblos pusieron el cuerpo pero los gobiernos —y las corporaciones— siguieron marcando límites.

    Estas son las cinco claves de lo que dejó esta COP histórica en participación, pero débil en compromisos.

    Por Camila Parodi | Foto: Midia Ninja – Cobertura Ninja
    *

    1. La fuerza de la calle y de los territorios que transformó la COP

    Belém se convirtió desde el primer día en un territorio en movimiento. La marcha global de 70 mil personas, las intervenciones feministas, campesinas e indígenas, las flotillas amazónicas, el funeral de los combustibles fósiles y la presencia artística, espiritual y política de los pueblos hicieron de esta COP una cumbre más popular que gubernamental.

    La participación indígena fue inédita: más de 900 lideresas y líderes acreditados, tres veces más que en conferencias anteriores. Ocupaciones directas en la Zona Azul, interpelaciones a negociadores y acciones dentro del Salón Azul dejaron en claro lo que los textos oficiales no quisieron nombrar: no hay transición justa posible sin pueblos, sin territorios y sin frenar el modelo fósil.

    Fotos: Midia Ninja

    La Aldea Indígena celebró un anuncio histórico: la demarcación de 20 territorios indígenas en Brasil, avanzando en el Paquete de Tierras Indígenas.

    La tarde del viernes dejó la imagen más poderosa de toda la cumbre: la Plenaria de los Pueblos —organizaciones socioambientales, feministas, campesinas, juveniles e indígenas— ocupó el Plenario Tocantins, el espacio más simbólico de la negociación. No fue una irrupción: fue una reconfiguración política. Allí se denunciaron violencias territoriales, greenwashing corporativo, retrocesos en financiamiento y la negativa persistente a nombrar a los combustibles fósiles.

    Mientras tanto, incluso cuando un incendio obligó a evacuar parte del predio, las negociaciones siguieron a puertas cerradas hasta la madrugada. El fuego frenó eventos, no decisiones. Lo que ardió fue la fachada de la COP, no la diplomacia

    2. El “Mutirão Global”: una idea comunitaria atrapada en un texto débil

    La Presidencia brasileña intentó ordenar la cumbre bajo la propuesta del “Mutirão Global”, inspirada en el mutirão, una práctica comunitaria tradicional: trabajo colectivo para resolver lo que una persona sola no podría. Construir una casa, cosechar, reparar, limpiar.

    Foto: Midia Ninja

    Brasil quiso trasladar ese espíritu al plano internacional: cooperación para implementar el Acuerdo de París. Pero el texto oficial —incluyendo el artículo 18, donde se reconocía la posición de más de 80 países— quedó lejos de esa fuerza colectiva. El Mutirão:

    • no mencionó los combustibles fósiles,
    • no definió una hoja de ruta para abandonarlos,
    • evitó referencias firmes al 1,5 °C,
    • apostó a mecanismos voluntarios,
    • y lanzó una “Misión de Belém” sin efectos vinculantes.

    La calle pedía transición justa. El Mutirão ofreció moderación diplomática.

    3. La presión internacional por una hoja de ruta fósil: el bloque que se plantó

    Mientras el texto anfitrión evitaba nombrar a los fósiles, se consolidó un bloque decidido a exigir claridad. Colombia encabezó una carta firmada por 28 países de América Latina, Europa y Oceanía que reclamó que ningún resultado final fuera aprobado sin un compromiso real para abandonar progresivamente el petróleo, el gas y el carbón.

    Foto: Midia Ninja

    Entre los firmantes: Austria, Bélgica, Chile, Costa Rica, Francia, Alemania, Irlanda, Luxemburgo, México, Países Bajos, Panamá, España, Suecia, Reino Unido, Vanuatu, entre otros. El mensaje fue directo: si la COP no habla de combustibles fósiles, no está hablando de cambio climático. Sin embargo, todos los borradores finales evitaron la expresión “abandonar los combustibles fósiles”, confirmando la persistencia del poder petrolero y gasífero.

    Aun así, algo cambió: por primera vez, la demanda de la calle sí llegó a las salas de negociación. La transición justa ya no es un reclamo marginal. Es un camino inevitable.

    4. Adaptación debilitada, retrocesos en género y territorios bajo amenaza

    Uno de los objetivos clave de esta COP era acordar los indicadores globales de adaptación. La región latinoamericana —liderada por Colombia, México, Panamá, Uruguay, Chile y Costa Rica— defendió su importancia. Pero el resultado decepcionó:

    • se pasó de 100 indicadores a 59,
    • fueron modificados sin debate,
    • y quedaron alineados con posiciones africanas y árabes que resistían su adopción.

    La plenaria llegó a suspenderse entre objeciones, reclamos y falta de transparencia.

    A esto se sumó un retroceso alarmante: el debilitamiento del lenguaje de género. Mary Robinson advirtió que las menciones a mujeres y niñas habían sido recortadas de varios apartados. Delegaciones como Argentina, Paraguay, Irán y la Santa Sede impulsaron ese recorte, lo que generó un fuerte rechazo de organizaciones de derechos humanos y feministas.

    Foto: Midia Ninja

    En simultáneo, la violencia en los territorios volvió a quedar expuesta. El asesinato del líder guaraní-kaiowá Vicente Fernandes, ocurrido durante la COP, mostró que la defensa de los bosques ocurre en contextos atravesados por economías ilícitas, minería ilegal y amenazas armadas, mientras los discursos oficiales celebran “soluciones basadas en la naturaleza”.

    5. Un lobby corporativo que fue, otra vez, la delegación más grande

    Si bien esta COP tuvo una participación histórica de personas pertenecientes a pueblos indígenas, según datos relevados por Periodistas por el Planeta, la conferencia contó con una presencia arrolladora del sector corporativo:

    • 1.600 representantes del gas y el petróleo,
    • 531 promotores de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS),
    • 302 representantes del agronegocio.

    Estos números superaron, nuevamente, a la mayoría de las delegaciones nacionales y marcaron toda la negociación. En total, uno de cada 25 participantes fue lobby empresarial.

    Ninguna delegación nacional tuvo un tamaño comparable. El lobby fósil y agroindustrial presionó para evitar menciones a los combustibles fósiles, impulsar mecanismos de mercado y expandir iniciativas de greenwashing como créditos de carbono, monocultivos para etanol y minería de litio bajo el relato de la transición “limpia”.

    Foto: Midia Ninja

    Este poder corporativo influyó directamente en:

    • la eliminación de la referencia a fósiles,
    • la defensa de mercados de carbono sin integridad,
    • la expansión de monocultivos para etanol y minería para “transición verde”,
    • el refuerzo de tecnologías distractivas como CCS.

    Mientras tanto, unos 80 países firmaron una declaración por una transición energética justa con foco en derechos humanos. Un avance político, pero insuficiente: nuevamente, no se nombró al petróleo, el gas y el carbón.

    Un cierre sin sorpresas, pero con un protagonista inesperado: la fuerza colectiva

    La COP30 no ofreció resultados transformadores.No hubo hoja de ruta fósil. La adaptación quedó debilitada. El financiamiento volvió a ser ausente. El lobby corporativo ganó más que la justicia climática.

    Pero esta COP dejó algo imposible de ignorar: la irrupción histórica de una fuerza popular, indígena, feminista y comunitaria que ya no retrocede.

    Foto: Midia Ninja

    Los territorios ocuparon la COP por dentro y por fuera. La Plenaria de los Pueblos tomó el plenario. La Aldea Indígena marcó agenda. Las flotillas amazónicas ampliaron la escala del movimiento. Y 70 mil personas en las calles mostraron que la transición justa no es un acuerdo entre Estados, sino un mandato social.

    Nadie esperaba mucho de la COP. Y, sin embargo, Belém dejó una certeza: la justicia climática no vendrá de los documentos oficiales, sino de la presión colectiva que ya se volvió protagonista.

    *Este artículo forma parte de la cobertura colaborativa de la COP30 realizada en conjunto con Marcha Noticias, Agencia Tierra Viva, Muy Waso y Kaja Negra.

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