Por tercera vez, como en 1995 y 2006, el 37 Encuentro Plurinacional de Mujeres, tendrá como sede a la provincia de Jujuy, este 11, 12 y 13 de octubre. La iniciativa de realizar este Encuentro Nacional surgió en 1986 luego de la vuelta de la democracia, movilizada por un grupo de mujeres de clase media que en 1985 pudieron participar del III Encuentro Mundial de Mujeres en Nairobi (Kenia- África) y del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe ralizado en Bogotá en 1981.
Por el Equipo de Derechos de los Pueblos Indígenas de Andhes | Foto: Susi Maresca
Desde el primer encuentro realizado en Buenos Aires en 1986, se promovió la participación pluralista con el fin de incluir a los distintos sectores sociales organizados en instituciones, grupos o comisiones de mujeres desde gremialistas, diferentes partidos políticos y hasta organizaciones de derechos humanos. Aunque a todas se les reconoce desde aquel entonces y hasta ahora una participación individual, y no en representación a su organización o partido.
Fue en 2022 cuando se cambió su denominación a Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, tras una lucha incansable de mujeres indígenas y afrodescendientes que buscaban una representación legítima, y, al mismo tiempo, se expresaban en contra de las fronteras nacionalistas e imaginarias impuestas por los Estados modernos.
¿Porque Jujuy como sede?
Fue en Bariloche, en el último Encuentro de 2023, cuando se decidió de manera casi unánime que en el 2024, el norte de la Argentina recibiría a las miles de mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales, intersexuales y no binaries, que año a año se reúnen en distintos puntos del país. Esto ocurrió debido a que el foco de los últimos meses había estado apuntando directamente a la provincia, y no solamente por conmemorarse tres años de los cuatro femicidios de aquel trágico septiembre del 2020 —ubicando en ese año a la provincia con la tasa más alta de femicidios en el país (2.8) —, sino también por los acontecimientos de violencia institucional que se desplegaba a lo largo y ancho de Jujuy, por órdenes del entonces gobernador Gerardo Morales. Es que el mandatario provincial, no dió lugar a una participación real y por ello hubo un legítimo rechazo de la sociedad jujeña a la reforma (in)constitucional que tan apresuradamente decidió aprobar, con la complicidad de la mayoría parlamentaria.
Sin embargo, además de la violencia que ejerció el gobierno por casi cuatro meses en las calles y permanencias de las rutas, lo que más resonó en la sociedad argentina, y lo que quedará grabado en la memoria y en la historia de Jujuy, fueron las respuestas que los jujeños y jujeñas dimos ante este avasallamiento antidemocrático, el cual se denominó como El Jujeñazo, una respuesta social masiva y plurisectorial pocas veces vista, donde confluyó también el Tercer Malón de la Paz como parte de un largo proceso histórico de lucha y resistencia que caracteriza a nuestro pueblo.
Ésta tercera marcha histórica de las comunidades, fue una decisión política llevada adelante porque se veían particularmente afectadas con la reforma, peligrando derechos conquistados con sangre de nuestros ancestros y ancestras. En la misma, el rol que asumieron las mujeres indígenas como defensoras del territorio, de la vida, la naturaleza, la cultura y la identidad fue fundamental para poder permanecer más de cuatro meses, peregrinar desde Jujuy a Buenos Aires y resistir ante la criminalización de sus protestas en situaciones de constante hostigamiento y persecución por parte del Estado, las fuerzas de seguridad y demás aliados del poder. De esta manera, se instaló en todo el país una consigna clara que hasta hoy se mantiene viva: “Abajo la reforma, arriba los derechos, arriba las wiphalas”.
Hoy, nuevamente estamos ante la oportunidad de levantar nuestras voces y llamar a visibilizar el rol fundamental que llevan adelante las mujeres indígenas y campesinas de Jujuy, en la tarea de defender nuestros derechos, nuestros territorios y la identidad de nuestros pueblos. Como guardianas de la Pachamama y de la sabiduría que heredamos de nuestras abuelas, nos proclamamos en contra de la explotación y expropiación de nuestros cuerpos/territorios como también de nuestros conocimientos y de nuestra cultura; en contra de la megaminería, del avance neoliberal y capitalista que nos envenena, destruyendo toda forma de vida alrededor, condenándonos a la miseria, al destierro y a la muerte.
Somos nosotras las que ponemos el cuerpo y nuestro espíritu en cada tarea doméstica y productiva, en las calles y en los campos. Nos entregamos a las tareas y responsabilidades del “Cuidado” de nuestras familias, de nuestras comunidades y de una sociedad que muchas veces nos invisibiliza, subestima y discrimina por nuestra apariencia o por nuestra cultura. Por eso hoy más que nunca tenemos la necesidad de hacer oír nuestros reclamos históricos, ejerciendo nuestros derechos de poder hablar por nosotras mismas, de estar informadas y ocupar los espacios de decisión tomando la palabra de forma genuina y acompañadas de nuestras hermanas para unir nuestras voces y exigir al Estado el justo reconocimiento que se nos debe como parte constitutiva y sostenedora del mismo.
Como jujeñas, como andhinas parte de la organizacion de derechos humanos ANDHES, acompañamos y nos comprometemos en la lucha y reclamamos la reparación histórica de los derechos vulnerados a nuestras mujeres indígenas y campesinas, por los Estados que se han erigido a partir del genocidio indígena. Queremos que nuestros pueblos y naciones sean respetados y se garantice el acceso a derechos elementales reconocidos por numerosos estándares internacionales: desde la autodeterminación, la consulta libre, previa e informada, el derecho al agua, a preservar nuestras formas de vida tradicionales, a la salud, la educación y nuestras lenguas, entre otras. No queremos vernos ni ver a nuestras hermanas relegadas únicamente a ser parte ornamental de las políticas públicas y de los proyectos en nuestros territorios, folklorizando nuestras formas de vida y vaciándolas de su contenido esencial de lucha y resistencia a lo largo de nuestra historia.
Por eso hoy más que nunca repetimos: ¡Abajo la reforma, arriba los derechos, arriba las wiphalas! ¡Por un encuentro plurinacional que nos incluya a todas y a todes! Jallalla!