Desde hace cinco años, todos los lunes a la noche, el anfiteatro del Parque Lezama tiene en sus escaleras una garrafa de gas. La garrafa tiene un anafe, el anafe una cacerola y debajo de la cacerola el fuego encendido.
Por Andrea Bravo / Fotos Laura Sussini
Como una danza alrededor de ese fuego, vecinos y vecinas de San Telmo convocan a una olla comunitaria, como flamea en su bandera: Olla Popular del Parque Lezama.
La coreografía indispensable es la siguiente:
A las 17hs es el “arranque”, como le dicen ellos, al momento de recoger los objetos de cocina que se guardan en la escuela Isauro Arancibia. Después acarrean tres changuitos veteranos que aguantan, acomodados como un tetris, alimentos no perecederos, tablas de madera para formar mesas, baldes, bidones de agua, utensilios y la bandera. El trecho de la escuela a la plaza no es largo, pero la calle empinada de Brasil arrastrando todo aquello, puede volverse una travesía.
Una vez descargado el material en el anfiteatro, es posible la improvisación.
Algunas personas lavan las verduras. Otrxs las pelan y las cortan.
Cuando ya cayó la noche van en busca de los panes que no se han vendido en las panaderías.
Hay quién ceba unos mates para combatir el frío o el cansancio de la rutina diaria, mientras de rato en rato revuelven con cucharón y condimentan los ingredientes. Tienen que calcular la sazón para cien personas.
Hoy en día, los integrantes no son sólo vecinos de San Telmo, vienen también desde otros barrios, o incluso llegan viajeros de cualquier país del mundo para ser parte. Todxs son bienvenidxs a participar. Quién necesite un plato, tendrá comida.
La cena se sirve a las 21.
Las decisiones se toman en consenso en periódicas reuniones bimensuales, no existen jerarquías. Sin embargo, la compañera Tula es un gran pilar dentro de la Olla, una de las integrantes más antiguas y más involucradas desde el inicio. MARCHA conversó con ella.
MARCHA (M): ¿Cómo empezaron a cocinar para la gente en situación de calle?
TULA (T): En octubre del 2018 durante el macrismo, se llenó la calle de personas rebuscando comida en la basura. Desde el 2001 habían cambiado las cosas, no se veía tanta gente, pero el 2018 ya era muy notorio. Un día un chico que vivía en el edificio, Martín, tendría unos veintipico en ese entonces, vino y me dijo: “ Tengo esta idea”. Yo le respondí: “Bueno dale, pero solos no vamos a poder”.
Convocamos a otros vecinos, y juntamos firmas por si la policía venía a echarnos (como lo ha tratado de hacer) le mostráramos el aval de la gente del barrio que sí está de acuerdo en generar este espacio.
Martin ya no vive en Argentina pero a veces mira el Instagram de la Olla y me escribe admirado:
“¡¿Sigue existiendo?!”.
M: Sí, sigue existiendo gracias a la potencia colectiva de sus integrantes, ¿no? Siempre llegan nuevas personas, otros se van, otros vuelven, según sus circunstancias se lo permitan. ¿Cómo ha ido mutando eso entre los objetivos?
T: La idea de la Olla en un primer momento fue generar un espacio de compartir, se habló desde las primeras reuniones, no solamente garantizar un plato de comida una noche a la semana, ese es el objetivo más pequeño del espacio de la Olla, es lo que mueve las acciones cotidianas de la olla, pero hay otros objetivos que van más allá de ese concreto que ya es un desafío, hay un desafío más a largo plazo y es el de construir un lugar donde la gente se pueda relacionar, que no sea solamente ir a buscar la comida, sino que la Olla sea un espacio de socialización, donde se rompan ciertas barreras entre clases sociales porque hay un diálogo posible, hay una escucha, mucha gente va a hablar, a pedir un abrigo. Es tejer redes sociales, pero reales, no virtuales. Construir comunidad a una escala humana muy pequeña, pero muy humana.
M: Verse a la cara y ver la “otra” realidad.
T: Sí, poder escuchar a la gente y conocer sus trayectorias de vida, eso también te ayuda mucho a entender, a comprender más la sociedad en la que vivimos. Es un ejercicio de solidaridad y de conciencia social
M: ¿Qué sensaciones les generan las historias de la gente que va a comer? Entendiendo que cada vez estamos más empobrecidos porque hay un ajuste brutal de parte del Estado.
T: Genera muchas contradicciones porque no hay algo inmediato que puedas hacer para revertir esa situación, o modificarla. Te das cuenta hasta qué punto estamos hundidos en la mierda, es muy difícil de revertir, el empobrecimiento aumenta no disminuye, y te das cuenta de lo profundo y multidisciplinario que debería ser el abordaje para erradicar la inequidad en términos materiales. Mínimamente tener ese consenso: ¡No queremos que haya gente comiendo de la basura!
Si el Estado no lo está garantizando, porque no está sucediendo, que por lo menos la comunidad se esté organizando para que eso suceda.
Este tipo de políticas ya se habían probado, y este ajuste no existía desde la dictadura, así tan cruel. Que solo importe el superávit. Creo que no es la lucha contra la pobreza, es la lucha contra los pobres.
M: También es difícil debatir con la parte de la población que habla en términos solamente económicos como si el país fuera solo eso, porque hay un pensamiento de meritocracia muy establecido.
T: Yo creo que cualquier ejercicio de solidaridad va en contra de ese paradigma, que después se refleja en el Estado que tenemos, es la forma de cambiarlo también dar la batalla cultural fomentando espacios comunitarios donde también se generan pequeños lazos de solidaridad. Alguien necesita algo y justo lo tiene otrx, como algún dato, un celular para hacer un llamado telefónico, o contención psicológica, en la Olla preguntan seguido por eso.
Una vez vino un chico diciéndome que se quería matar, tenía el número de la mamá y la llamó con mi celular, después ella me escribió diciéndome que el pibe estaba bien que estaba internado, pero bien. Cosas que pasan, que las habilita esa situación de Olla. El pibe sintió ahí que tenía la ventana de la oportunidad para hablar de lo que estaba pasando, y encontró una esperanza en eso, como “no todo mundo se está cagando que yo estoy acá mal”. A veces necesitas que te digan: “No te mates”. Osea, les pasa a todas las clases sociales, pero si estás en la miseria es más fácil que no veas un futuro posible, si día a día es una lucha por la subsistencia. La verdad es que vienen a comer personas que viven todas las violencias. Sin querer generalizar lo que estoy diciendo, es muy fácil estar enojado y no ver una salida.
Obviamente no es algo grato la razón que nos convoca, pero sí es grata la idea de que nos estamos juntando para poner un granito de arena para modificar eso, y el motor tiene que ser un pensamiento alegre. Si nos juntamos podemos hacer cosas grosas, no va cambiar el mundo, pero ponerse un objetivo comunitario y cumplirlo de lunes a lunes, es testimonio de que se puede hacer una diferencia.