De la convocatoria en redes a comunicar una agenda en clave de género. De la masividad en las calles a la incidencia política en los congresos. De la lucha de las pioneras sufragistas a las modificaciones legales para evitar las trampas de los “partidos mañosos”. Un análisis feminista de quien forma parte del equipo de campaña de Clara Brugada, candidata y fundadora de Morena, y que pone en contexto la votación de la primera presidenta de la historia de México.
Por Mariángeles Guerrero y Laura Salomé Canteros
Dapthne Cuevas es militante feminista. Cursó la Maestría en Economía y Gobierno por la Universidad Anáhuac y es licenciada en psicología social por la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco de la Ciudad de México. En el ámbito del posgrado se ha capacitado en derecho parlamentario y en políticas públicas.
Desde la década de 1990 participa activamente en el movimiento feminista mexicano, a través de organizaciones no gubernamentales. Ha coordinado diversos proyectos de impulso de políticas públicas y de modificaciones legislativas con perspectiva de género. También coordinó la Campaña Nacional por el Derecho a Decidir en México.
Actualmente, coordina el área de género de la candidatura de Clara Brugada (Morena), quien se postula este domingo para ser la nueva jefa de gobierno de la ciudad de México. “Hace 25 años empezamos a trabajar en los cambios para fortalecer la participación política de las mujeres”, afirma Dapthne.
Un recorrido por la lucha en pos de la participación de las mujeres en el ámbito político e institucional, su lectura de las elecciones y de las candidaturas presidenciales, y su reflexión sobre la necesidad de reconstruir el diálogo entre el proyecto nacional de Morena y el feminismo.
Dialogamos con Dapthne para Marcha Noticias.
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¿En qué aspectos de los derechos de las mujeres y LGBTI considera que se avanzó/ retrocedió durante el sexenio del gobierno de Morena?
No identifico en materia de diversidad alguna cosa en que se haya retrocedido en el gobierno de Andrés Manuel (López Obrador) y de la 4T (Cuarta Transformación). Es un gobierno que se ha peleado con las feministas, eso está en el escenario público y en lo discursivo. Hay muchas feministas enojadas, así como en la academia y en organizaciones no gubernamentales por decisiones sobre todo financieras. Pero hay que hablar de derechos, de garantizar la vida y eso es lo que ha estado pasando a lo largo del último sexenio.
Hay una evaluación popular de la gestión del presidente y encuestas de intención de voto en la elección que tenemos enfrente que le dan un triunfo rotundo al proyecto de continuidad. Y la mirada es amplia, sobre todo en las políticas comunitarias de derechos humanos: tenemos una de las mejores clínicas públicas de atención a las personas trans, en términos de tratamientos de hormonización y de transición; también dos de las mejores clínicas de atención a las personas que conviven con VIH a pesar de la obstrucción hacia las políticas de las grandes empresas de medicamentos y de los proveedores extranjeros.
Este no es un gobierno antiderechos. Andrés Manuel es un viejito que a lo mejor no entiende y no se mete en algunos temas, o dice “lo que diga la ley”. Pero hay gente en el gobierno, trabajando con él, que viene de nuestros movimientos. Hay, en este momento, una buena parte de feministas acompañando el gabinete del gobierno en curso. Y también hay militantes de derechos humanos vinculados en diferentes procesos.
¿Cómo evalúa la comunicación de los logros de gobierno? ¿Hay espacio para que se pueda hablar, dentro de los medios hegemónicos o en las redes sociales, de nuestros derechos?
Si en algún lugar se puede hablar de la agenda de género, de nuestros derechos, es en las redes sociales. Las redes sociales vinieron a transformar la manera en que la información circula. Para bien y para mal, nos permitió el acceso y contar cosas, así como instalarlas en el escenario público. Nosotras como movimiento feminista hemos ocupado las redes sociales desde que surgieron como un espacio de multiplicación de las voces. En eso estamos en varios países. En México, específicamente, desde las movilizaciones feministas de 2019. En ese año hubo alrededor de 120.000 mujeres en una concentración en el Monumento a la Revolución y, conforme fuimos avanzando con la marcha, llegamos a ser hasta 400.000 mujeres y disidencias en el Zócalo.
En este momento, las redes sociales son ese espacio en el que la convocatoria llega, en el que las mujeres se enteran y entre ellas se ponen de acuerdo, se movilizan. Las redes nos ayudaron a que el discurso feminista “estuviera de moda” y a que los derechos de las mujeres se volvieran parte de la vida cotidiana y de la discusión pública. Y es innegable que ahora eso se transfiere hacia otro lugar, porque lo que nos tiene que interesar es cómo llegamos a esas mareas verdes y moradas, desde dónde lanzamos mensajes claves e insistimos en temas prioritarios, de los que aún están pendientes de la agenda, de manera estratégica.
Porque algo muy distinto a todo lo que pasa en las calles es por dónde se construyen procesos de diálogo y de incidencia. O sea, de esas miles de morras, sobre todo jovencitas, que llegan y abarrotan las calles el 8M, ¿cuántas estarían dispuestas a ir a sentarse en un parlamento y esperar dos horas a que te reciba un diputado con el que quieres hablar del cambio a la ley del aborto? No hay que confundir los procesos que parecen generarse de forma automática con los procesos de incidencia, que pasan por otros canales por los que vamos a tener que seguir actuando como movimiento feminista.
El hecho de que las dos fuerzas políticas mayoritarias propongan dos candidatas, ¿expresa mejores condiciones de participación de las mujeres en el ámbito partidario?
Las mujeres tenemos más peso cuando somos más, porque es más difícil que escuchen a unas poquitas. Es toda una estrategia y nosotras nos la tomamos muy en serio: hace 25 años empezamos a trabajar en los cambios de las leyes para fortalecer la participación política de las mujeres. En esta elección estamos llegando a un escenario que nos da mucha emoción, porque es el activismo de todas nuestras vidas y que hoy tiene sentido porque estamos en la antesala de que por primera vez vamos a elegir a una mujer para presidir los destinos de esta nación y de millones de personas.
Y eso se construyó desde las sufragistas que pelearon porque tuviéramos derecho a votar, allá a principios del siglo XX. En México, en 2023, celebramos 70 años de que se cambió la Constitución para que las mujeres pudiéramos votar. Y si bien los procesos históricos nos parecen largos, infinitos, hoy hay mujeres vivas que transitaron por primera vez el tener derecho a votar y que ahora una mujer sea elegida presidenta. Es un periodo relativamente corto si entra en la vida de una persona, pero por ahí pasó un chingo de activismo feminista. Y eso sí nadie nos lo puede regatear, porque toda la estrategia de pensar cómo garantizar la presencia de las mujeres en los espacios públicos, la hicimos nosotras. Desde nuestro movimiento y activismo, desde la presencia bien chiquitita en los espacios de toma de decisión de los partidos políticos, hasta este momento histórico.
¿Cómo fue ese proceso?
La primera vez que discutimos para cambiar la ley electoral y que fuera obligatorio que hubiera candidaturas de mujeres fue en el año 2000. En 1953 habíamos logrado el voto y luego se fue entendiendo que, si podías votar, también podían votar por ti, y se empezaron a postular mujeres. Esas primeras fueron algunas profesoras de escuelas primarias. La presencia de las mujeres empezó a irrumpir en el espacio de la vida pública de este país, pero no en un número significativo. Entonces necesitamos empujar un poco más esa presencia. Ya en 2001 se presentó la iniciativa para que la ley electoral obligue a la ley de cuotas. O sea que por lo menos el 30% de las candidaturas a cargos de elección popular fuera para mujeres. Las discusiones ya se las podrán imaginar.
Después vino una nueva reforma para ampliar las cuotas y llevarlas al 60/40. Los señores intentaron todo para hacer fraude a la ley. Como no teníamos una cláusula de suplencias, los partidos mañosos tomaron de cada candidato, de los que en realidad iban a ejercer el cargo, a su mamá, novia, hija, secretaria o hermana. Las ponían como titulares a ellas y ellos se inscribían como suplentes. Al llegar al cargo, ellas solicitaban licencia y eran ellos quienes ejercían. Identificamos que ahí había un problema. Pero en lugar de llevarlo a una nueva reforma de la ley, lo que ocurrió —y esto es lo interesante del caso mexicano— es que el Supremo Tribunal Electoral emitió una sentencia que arrojó la obligatoriedad de que las candidaturas suplentes fueran del mismo género que las titulares.
Luego, lo que nos permitió llegar al escenario en que estamos ahora, fue el cambio constitucional. Metimos una reforma para que la paridad fuera un precepto en nuestra Constitución en el año 2014 para los cargos de elección popular. Y después, en 2019, hubo una nueva reforma constitucional para lo que nombramos como “Paridad en todo”. Es decir, no solamente en los cargos de elección popular, sino también en los nombramientos de los diferentes poderes, que no se eligen por voto directo. Fue en este periodo de tiempo que construimos todo un andamiaje legal institucional para obligarlos, primero, a que se acostumbren. Y después, para generar las condiciones para que las mujeres estén en los espacios de toma de decisiones y en el debate público.
¿En qué contexto político llegará a la presidencia Claudia Sheinbaum?
Claudia va a ganar y va a ganar por mucho. Es una mujer que viene de gobernar la Ciudad de México, de confrontarse hartísimo con nuestro movimiento porque un chingo de feministas se han peleado con ella y dicen que es autoritaria. Pero es la compañera que instauró una alerta contra la violencia de género para las mujeres, identificando que la cosa se estaba poniendo muy terrible en términos de la violencia y sobre todo respecto a los feminicidios.
Eso permitió que, como ciudadanas, podamos ir cada mes a sentarnos en el patio de la Jefatura de Gobierno a que nos rindieran cuentas sobre las investigaciones y las capacitaciones. Y eso, en el último periodo de tiempo, ha arrojado una baja sensible de la impunidad de los feminicidios.
Claudia estudió Física e Ingeniería cuando seguramente era la única estudiante mujer de su grupo. Tuvo la vivencia de ser mujer en espacios masculinizados, lo que le ha ayudado a entender con conciencia la necesidad de construir oportunidades para las mujeres. Mientras fue jefa de gobierno en la ciudad, se cambió la idea de que las becas estudiantiles fueran sólo para los niños y las niñas “talento” y se universalizaron. Eso permitió que todas las niñas y niños pudieran desayunar, lo que generó condiciones distintas para aprender. También se creó un programa para que las niñas puedan “ser lo que quieran ser”, mostrando a mujeres en las ciencias y en las artes.
Ella puede no ser simpática, como muchos dicen. Pues sí: la gente no nos tiene que caer bien. Pero la gente tiene que entender su tarea, hacerla y saber escuchar las demandas. Ahí es donde está la gran diferencia que nos pone adelante este proceso electoral, porque Andrés Manuel (López Obrador) ya se va, con todo lo que él representa. La gente lo quiere mucho. Pero entonces llega Claudia y llega otro momento de esta apuesta política de izquierda. Y a nosotras como movimiento nos toca decidir desde dónde construimos ahora la relación, porque cambiarán los interlocutores.
La otra candidata (Xóchitl Gálvez) viene de una alianza entre el PRI (Partido Revolucionario Institucional), que representa la historia eterna de México de un partido-estado en el poder. Fue un partido que, mientras gobernó, manejó los recursos a su antojo, beneficiando a las elites. En esa época se generaron las condiciones que posibilitaron desigualdades inadmisibles. En nuestro país tenemos a tres personas que están en la lista de los más ricos del mundo y, paralelamente, tienes a más de la mitad de la población en pobreza extrema. El PRI representa a esas oligarquías que llevaron a México a sus condiciones actuales. Y el otro aliado es el PAN (Partido de Acción Nacional), que es un partido autodenominado católico de derecha, vinculado a la Iglesia Católica. PAN dice, en sus estatutos, defender la vida desde la concepción y hasta la muerte natural.
¿Por qué decidió apoyar a Clara Brugada en su candidatura como jefa de gobierno de la Ciudad de México?
Estoy apoyando esa candidatura porque, por primera vez, una feminista surgida de nuestro movimiento es nuestra candidata en la Ciudad de México. Clara Brugada ha gobernado Iztapalapa (una región de CDMX) siendo congruente con ser feminista. Ella es una chava loca como todas las feministas que conozco, que desde que estaba chiquita se fue a vivir al cerro porque había que alfabetizar a la gente. Y hoy es nuestra candidata a jefa de gobierno de la ciudad más grande del país. Yo siempre he sido activista en las organizaciones de la sociedad civil, nunca me había metido ni de cerca en un proceso de campaña. Pero estoy aquí por lo que Clara es y por lo que Clara simboliza. Este 2 de junio vamos a elegir a una feminista para gobernar la ciudad y eso está muy chido.
Hacia adelante, ¿cómo será el programa de gobierno de Sheinbaum y cuál es la diferencia con AMLO? Además, ¿están pensando en las reacciones conservadoras?
Lo de pensar en las reacciones posibles lo entendimos con mucha claridad luego de empezar a cambiar las leyes que obligaban la presencia de las mujeres en las listas, porque hasta tuvimos que inventar una figura en los códigos de Procedimientos Electorales que es la violencia política por razón de género. Porque el poder se ejerce donde estás parada y en la vida pública y en la toma de decisiones, el poder está vinculado a los cargos y al acceso a los recursos. Allí las mujeres no llegan con facilidad, y si llegan es porque están desplazando a los hombres que históricamente se habían distribuido esas tajadas. Eso les generó mucho odio y enojo que se traduce en discriminación y en violencia hacia las mujeres políticas.
Las formas de agresión que viven esas mujeres son distintas a las que viven y se hacen entre ellos. A ellas se las amenaza agrediendo a su entorno. Identificar esa especificidad, nombrarla, conceptualizarla y llevarla a un código fue una discusión que nos tomó años. Pero hoy estamos a un paso de arrebatar el poder presidencial a estas élites perversas que querían regresar al poder, al statu quo y a sus privilegios.
Claudia llega a gobernar para dar continuidad a las políticas que implementó cuando fue jefa de gobierno en la Ciudad de México, pero para gobernar un país de 130 millones de habitantes. Y este país tiene una serie de complejidades regionales importantísimas, con una instauración de redes corruptas y de interés y grupos armados y criminales que no sólo están vinculados a nuestra posición geográfica estratégica con Estados Unidos y todo el trasiego de drogas o de armas de ida y vuelta, sino que también está ligada a todo ese tejido social que se vino corrompiendo por décadas.
México es un país en cirugía reconstructiva. Y eso no se hace en un sexenio o en dos. Quienes nos dedicamos a la incidencia sabemos que una ley es lo más fácil de cambiar. Pero transformar realidades tan complejas, con condiciones tan instauradas, es algo que lleva tiempo y mucha inversión social. Entonces, la apuesta es por las grandes transformaciones, cómo transformar las oportunidades en la realidad.
Este rumbo ya se inició y Claudia va a seguir. Dónde se va a diferenciar con AMLO, sin dudas es en que, al ser otra persona y tener otros antecedentes y maneras de vinculación, se va a recuperar el diálogo con la sociedad civil organizada. O sea, significa la posibilidad de restablecer los puentes de diálogo que se fueron desarmando a lo largo del sexenio.
Será además una responsabilidad nuestra, de los movimientos y las organizaciones, porque tender el puente es de aquí para allá también. Mi expectativa es que hagamos un análisis tras las elecciones de por dónde conviene, que definamos y vayamos por allá.