“En la política económica de este gobierno
debe buscarse no sólo la explicación de sus
crímenes sino una atrocidad mayor que castiga
a millones de seres humanos con la miseria planificada”.
Carta abierta de un escritor a la dictadura militar, Rodolfo Walsh. Año 1977.
“Esta tierra cero peso no es real”.
Casi estatua, Divididos. Narigon del siglo, año 2000.
Por Pablo Nolasco Flores
“Si todos tiramos para el mismo lado nos va a ir bien”. Esta es una idea que tiene mucho cuerpo y consistencia en el pensamiento de sentido común de la mayoría de las personas que trabajan día tras día. Sin embargo, esa idea impide entender de mejor manera cómo se toman las decisiones económicas en un país capitalista. Creer que si todos tiramos para el mismo lado nos va a ir bien implica separar lo social de lo político y, además, lo político de lo económico. ¿Esto qué quiere decir? Que no existe el voluntarismo para tomar medidas, sino que para mejorar la situación de algún sector social de la población hay que tomar decisiones políticas y estas, a su vez, afectan a la economía de un país. Y en el capitalismo, como existen dos clases sociales, es muy probable que las medidas que beneficien a un sector, perjudiquen
al otro y viceversa. Simplemente hay que leer la historia económica de nuestro país para darse cuenta de ello.
La semana pasada el Presidente Javier Milei sacó un decreto que intenta derogar una serie de leyes que fueron sancionadas por el poder legislativo. Se han escrito una enorme cantidad de notas sobre la conducta antidemocrática del DNU y sobre el contenido del mismo. La síntesis del decreto se puede resumir de la siguiente manera: liberar todo lo que pueda ser liberado de la economía para que la casta económica pueda hacer todos lo negocios que quiera. Esto quiere decir que el Estado está tomando decisiones políticas que benefician a un sector social específico y que van traer consecuencias para el conjunto economía de nuestro país. Por ejemplo: derogar la ley de regulación de medicina prepaga beneficiaria a Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical Group, cuyo patrimonio asciende a 440 millones de dólares ya que podría aumentar los precios de las prestaciones y afectaría a un trabajador que opta por la medicina prepaga, ya que tendría que destinar mayor cantidad de sus ingresos para sostener los gastos referidos a su salud. Entonces, ¿no hay plata?
Milei utilizó el recurso discursivo de la casta política para ganar adeptos en las capas populares. Como se planteó en una nota anterior, las pésimas condiciones materiales que la población argentina viene transitando desde hace varios años son una realidad concreta donde tomó forma la denuncia contra la casta. Sin embargo, las castas existieron siempre desde que un sector social pudo apropiarse de algún tipo de recurso o herramienta que les posibilite sostener determinado poder. La denuncia a la casta política sin tener en cuenta el anclaje de la misma, también es una reflexión basada en el sentido común porque, una vez más, se separa lo político de lo económico. Por ejemplo, la supuesta etapa dorada del capitalismo argentino que Milei reivindica también tuvo su casta: la generación del 80’ y el Partido Autonomista Nacional que, mediante el fraude electoral, se sostuvieron en el poder durante 36 años.
Si analizamos cada uno de los presidentes y funcionarios de aquellos años vamos a encontrar lazos de amistad y familiares. Más ejemplo de casta en nuestro país no hay. De la misma manera, esos políticos eran el sostén institucional de las clases dominantes argentinas ligadas a la tierra, la cría de ganado y la exportación de granos y materias primas. En ese marco, la clase trabajadora vivía en pésimas condiciones. ¿Qué quiere decir esto? Primero que las castas existen y las hay de todo tipo: políticas, religiosas y económicas. Y en segundo lugar, que el rol de las mismas es garantizar la acumulación de ganancias a las castas económicas. Cuando éstas ven obstaculizadas las posibilidades de acumulación de capital “se acomodan” a los nuevos tiempos para encontrar alguna otra fuerza política que les garanticen los
negocios.
Este recorrido nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿por qué no se incluye a los empresarios en las responsabilidades de los males de nuestro país? ¿Y si resulta ser que los principales responsables de los males del capitalismo argentino son la casta económica? No se trata de capitalistas buenos o malos. Esa es otra idea que inventó el progresismo para separar lo político de lo económico. La última dictadura militar fue el primer intento de reforma para generar las condiciones de agrupamiento de esa casta. Durante los 90, con el peronismo en el poder (hay que decirlo, fueron pocos los peronistas que se opusieron) esa casta tomó forma y se acomodó. Y hoy, con Milei en el gobierno buscan volver a ese país de principios de siglo XX para mercantilizar todo lo que puedan.
El capitalismo es un sistema basado en la explotación, en donde las mayorías venden su fuerza de trabajo, crean valor en forma de productos y gran parte de ese valor sirve para que los capitales se reproduzcan. El capital va a invertir siempre y cuando puedan ganar dinero de forma estable y permanente en el tiempo. Cuando no lo hacen se produce el fenómeno de la desocupación o de la inflación si los trabajadores no están dispuestos a perder sus trabajos o ceder en sus salarios nominales. Para los capitalistas no es compatible la reproducción de su capital con la mejora de la calidad de la vida de las personas. Es por eso que las crisis económicas son una norma. Es decir, son un elemento necesario para reestructurar las condiciones en que se lleva adelante la producción de mercancías. De las crisis, la casta económica sale más fortalecida. A medida que el capitalismo las supera avanza sobre más bienes y derechos de las clases trabajadoras, teniendo menor margen de maniobra para defendernos. La particularidad de nuestro país es que se hace más difícil aplicar estos ajustes en los marcos de crisis, ya que hay un piso de resistencia.
El gobierno ya tiró munición pesada. Los pequeños focos de resistencia ya comenzaron. La tarea del momento es evitar que ese decreto pase y para ello nos tenemos que hacer de todo tipo de herramientas: los cacerolazos, las movilizaciones del movimiento piquetero y de la izquierda, los diputados y senadores que realmente quieren enfrentar a este gobierno en el parlamento, el movimiento obrero organizado y el paro general. Nuestra verdadera necesidad y urgencia es que en este primer partido, el gobierno y la casta económica salgan derrotados. Tenemos que defendernos y resistir. Pero también imaginar futuros posibles para mejorar nuestra vida material, cultural y espiritual.