“Esto está roto hace tiempo y aunque
lo quieran ocultar ya ni parece.
Los que robaron el derecho
apuntaron a tu pecho y a callarte.
Ellos la tienen que pagar
cada segundo de hambre y de miseria.
Y que por dios que exista el karma
y hasta el séptimo infierno que ellos caigan”.
Parece. Guillermina Rock. Ardeimperios, año 2004
Milei no miente: Va a ajustar ¿Qué implicancias tiene su afirmación? Un análisis desde la Economía Política para reflexionar y dialogar antes de actuar.
Por Pablo Nolasco Flores | Ilustración: Quino
Milei tiene razón. Él no miente como otros. O quizás miente, pero su mentira es piadosa. Su discurso de campaña, exagerado por cierto, le permitió llevar el plano de la discusión a niveles que no estamos acostumbrados. Pero ese discurso fue atractivo para una gran masa de votantes. Insisto, Milei no miente, es honesto. No promete pobreza cero ni la vuelta al asado. Inclusive dice lo que va a hacer y cómo lo va a hacer. Milei nos dice que para “crecer” hay que ajustar.
No es difícil entender la Economía Política. En esta ciencia uno más uno es dos. Para hacerlo simple, de lo que se trata es de entender cómo se produce y cómo se reparte la torta. Depende de cómo se produzca puede ser más grande o más chica. Si es más grande, se puede repartir más. Pero que sea más grande no garantiza que ese reparto se haga efectivo. Entonces ahí entran los conflictos por la forma en qué se reparte. Por cuestiones obvias, si la torta se achica, los conflictos se pueden agudizar, nadie quiere perder su porción. Pero no todos tienen las mismas condiciones para poder quedarse con un pedazo mayor de ella. Lucha de clases se llama.
Entonces, Milei nos dice que para hacer crecer esa torta, es necesario que algunos se lleven una porción más chica. Eso es el ajuste. El ajuste sirve como generador de las condiciones necesarias para el aumento del tamaño de la torta. Así funciona el capitalismo. En este país y en cualquier país del mundo donde la ganancia sea el motor que impulsa la inversión de los capitalistas para aumentar el tamaño de la torta.
El problema de Milei no es su honestidad. El problema es su marco teórico. Considera que la emisión monetaria es la única causa que genera la inflación. Esta es una idea redundante, ya que en todas las economías capitalistas existen los precios y estos están expresados en términos monetarios. Del mismo modo, manifiesta que la pérdida del valor de la moneda es una consecuencia de la emisión monetaria. Además, agrega una idea delirante de que los políticos de la casta se benefician con ella.
Sin embargo, no puede explicar los motivos que impulsan a los gobiernos a recurrir a la emisión monetaria. Tampoco suma otros elementos que hacen a la inflación como un fenómeno social. ¿Acaso los gobiernos son idiotas que les gusta tener inflación y por eso emiten moneda? ¿No será que la emisión monetaria lo que haces es convalidar la inflación que surge por otras causas, que son múltiples? Si hay una espiral de inflación y los gobiernos no la convalidan con emisión, en el mediano plazo la gente no va a poder tener dinero para comprar cosas, entonces los negocios empiezan a quebrar ¿Qué dirigente político quiere cargarse a sus hombros las consecuencias sociales que pueden arrastrar una situación así?
Ahora viene nuestro problema. Milei tiene un buen margen de maniobra para convencer a las personas de que tiene que haber un ajuste. En sus discursos previos versó su ataque contra la política, quienes eran los que iban a pagar el ajuste. Pero, los números no cerraban. Ese fue su caballito de batalla. Y lo eligió bien. En los últimos años la clase política estuvo alejada de lo que realmente pasaba por abajo. Pero también una gran parte de la clase media progresista. Sobre todo en las nuevas subjetividades que la larga decadencia de la economía del país estaba generando.
Pero el domingo, en su discurso, partiendo de datos que no se sabe de dónde los sacó y haciendo un balance de los últimos años (sin hacer referencia al gobierno de Cambiemos, pues ahora forman parte de la coalición gobernante) intentó hacer una justificación del ajuste que se viene. Pero ahora el ajuste va a caer sobre el sector público y no en el privado.
Nuevamente acá entra su marco teórico y la idea de que en Economía Política uno más uno es dos. Si gran parte de las personas que trabajan en el sector público se quedan sin trabajo, se produce un aumento de lo que Marx denominó el ejército industrial de reserva, es decir, los desocupados. Entonces, si hay más desocupación generaría una disminución en los salarios producto de las nuevas disputas por conseguir un puesto de trabajo.
¿Y a quién puede repercutir esto? Efectivamente, al sector privado, sobre todo a quienes allí trabajan. Además, si hay menos personas con ingresos traería como consecuencia una disminución en el consumo. ¿Y eso a quién afecta? A los privados que venden mercancías, como un almacén de barrio, un emprendedor que vende por redes sociales o hasta los pibes que laburan para las aplicaciones.
Del mismo modo, si el ajuste lo paga el Estado, ¿Qué va a pasar cuando lleguen las boletas de servicios públicos con aumentos de hasta el 300%? Si destinamos más plata para pagar servicios, disponemos de menos para otros gastos. De nuevo el ajuste estaría cayendo sobre el sector privado.
El margen de maniobra con el que cuenta Milei se basa en una realidad objetiva: las pésimas condiciones de vida que afronta la población argentina hace diez años. Y los responsables de esto fueron las gestiones que ocuparon el ejecutivo: peronistas, radicales y conservadores del PRO. Algunos más, otros menos. Pero en ningún momento imaginaron un escenario alternativo para sacar a millones de personas de la pobreza. Además, a la par del crecimiento de la pobreza, la dirigencia política parecía vivir en otro país.
En esa larga agonía de crisis e inflación, ¿No se habría producido un efecto en las subjetividad de las personas que generarían una aceptación de una política de ajuste de shock? Durante años hemos caracterizado que para aplicar una política de ajuste era necesaria una derrota previa, como el menemismo, que se lo aceptó producto de las derrotas de las hiperinflaciones del 89 y las primeras de su gobierno. Pero ahora no se ubica una derrota concreta como punto de inflexión, ¿no será que venimos transitando pequeñas derrotas que no las tomamos como tales? ¿Será que estamos sintiendo las consecuencias de la fragmentación de la clase que no podemos percibir cómo piensa y siente el otro?
Luego de los ajustes, la casta económica tiene mejores condiciones para hacer crecer la torta. Pero en el reparto se quedan con las mayores tajadas. Las mayorías se pelean por disfrutar alguna que otra migaja. Y la casta política seguirá con sus privilegios. En el capitalismo todo sigue igual, ¿alguna vez vieron a un político de la casta o un empresario magnate caer en la pobreza? Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena escribió Galeano, allá por el 71’.
Hay que resistir. Hay que luchar. No hay dudas de eso. Sin embargo hay que esperar como caen las primeras medidas concretas en la materialidad cotidiana y cómo surgen efecto en la subjetividad. Hoy, más que nunca, hay que saber escuchar. Escuchar para pensar. Pensar para dialogar con otros. Dialogar para comprender. Comprender para actuar. De esa manera podremos luchar mejor.