La circulación de teorías, imágenes morales y el generar confusión, son parte de la estrategia que desde las utopías neoliberales buscan construir una realidad donde derechos son sinónimos de privilegios. Más allá de rupturas, el avance de la ultraderecha se sustenta en una narrativa histórica contra el estado de bienestar. Los tiburones quieren vestirse de leones ¿cómo defender los derechos más allá de una apelación a lo institucional?
Por Laura Martínez Foto: Laura Sussini
Luego del triunfo de Milei en las PASO se multiplicó la difusión de análisis sobre el alcance de su discurso en amplios sectores sociales, con cierto énfasis en sujetos específicos como jóvenes, varones, trabajadores precarizados de aplicaciones. Artículos como el de Semán y Welschinger[1] reconstruyeron anticipaciones sobre la fuerte llegada del discurso de Milei en muchos sectores, desde ideas como la interpelación a los emprendedores y el Estado como principal responsable de la imposibilidad de crecer económicamente. Asimismo, resaltan que se “rechaza el componente emocional y subestima la prédica explicativa” de Milei, la cual logró, según los autores, “conectar con un número creciente de experiencias colectivas”. En principio se reconstruye la forma en que la economía narrada conectó con malestares, percepciones y demandas desatendidas, ángulo de mirada que requiere mirar muy de cerca las condiciones materiales de la vida cotidiana y la desigualdad expresada en múltiples formas.
Sobre esta conexión también escriben Cavallero y Gago[2], remarcando las “racionalidades” que se construyeron en estas condiciones de posibilidad para una adhesión a este discurso. Dicen Semán y Welschinger que “los libertarios podrían hacer suya la frase de Thatcher pero a la inversa”; no es que se intenta por medio de la economía desarticular las nociones de estado de bienestar, sino que “Milei busca cómo método conectar con un alma popular que ya cambió”. Quizá las más fuerte de las representaciones que se atribuyen a este movimiento, es la idea de “ruptura” total que de acuerdo con muchos analistas está expresando Milei. Sin embargo, me parece importante sumar un ángulo que resalte cómo han surgido y crecido esos cambios, quienes los han motorizado y cuáles fueron sus contextos de emergencia. Si Milei expresa ruptura, no obscurecer las continuidades en las que se apoya.
1- La utopía neoliberal como proyecto cultural o cuando los tiburones se convierten en leones
La creciente difusión de nociones sobre mérito, esfuerzo individual e inevitabilidad de recorte del Estado forman parte del repertorio de acciones que crecen en el marco de la oposición y co-construcción al kirchnerismo como una de las salidas institucionales luego de la crisis del neoliberalismo en 2001. Se ubican en el armado de reencauzar una opción neoliberal pura luego del estallido social y montado en múltiples procesos, de los cuales sólo volveré a mencionar uno: el contenido de los discursos públicos de “cambio” cultural, que resumí en 2016 como “la pedagogía del tiburón”[3]. Allí reconstruía además el marco de ataque discursivo a la categoría de los derechos, como parte de una avanzada ideológica y de organización de ideas que trascendía ampliamente el mapa de partidos, en centros intelectuales de derecha como la UCEMA, la multiplicación de libros contra “el populismo” y las consignas de altos empresarios contra la “inflación de derechos”.
Allí planteaba también la centralidad de escuchar la conexión entre el ataque discursivo a los derechos y la explicitación de clasificaciones morales (“vagos” o “planeros”) como aspectos indisociables, ya que son las categorías morales un aspecto fundamental de la manera en que las personas construyen conocimiento y sentido sobre los derechos. En este proyecto cultural parecía perfilarse una forma pública específica de hablar sobre trabajo: el lugar de enunciación jerárquico y la utopía de formar a las nuevas generaciones para que sean tiburones del mercado. Si es “un alma que ya cambió”, ¿en qué procesos recientes se inscriben esos cambios? ¿Es suficiente describir las ideas de ruptura y comprender las lógicas implicadas en ella, sin inscribirlas como parte de procesos más amplios donde se ponen en juego politizaciones estratégicas del malestar social? ¿Las ideas que vienen cobrando amplia difusión en los medios de difusión libertarios y no libertarios, no deberían ser a su vez situadas en su economía política de distribución? ¿Acaso hay que dejar la cuestión de la financiación y los soportes materiales de organización de ideas en un anecdotario sobre la crítica a los medios de comunicación? Privilegiar los puntos de vista de las personas y centrarse en los significados no equivale a desentenderse conceptualmente de las estructuras de desigualdad donde éstos se forjan y distribuyen.
La conversión del tiburón en león implica un salto en la violencia verbal casi inédito en candidatos a presidente en Argentina. Pero su autoridad no se forjó con los exabruptos, sino en su articulación con citas de escuelas teóricas, apellidos de economistas y la difusión de conceptos disciplinares.
2-Pretensión de autoridad teórica, imágenes morales y pedagogía de confusión
Un aspecto central de las lógicas con las cuales se construyen las adhesiones al discurso de Milei es la manera en que interpela mediante la pretensión de autoridad teórica, como hemos visto en redes sociales y posicionamientos de jóvenes estudiantes universitarios que afirman que “sabe” o que para entenderlo “hay que estudiar” al mismo tiempo que muestra una foto de cálculos matemáticos en un manual de economía. Numerosas citas a referentes de “la escuela austríaca” de economía en entrevistas televisivas, citas exactas de definiciones teóricas sobre la tasa de interés en redes sociales y como contestación a cuestionamientos públicos que no fueron expresados en términos teóricos. Era esperable que muchos economistas se pronunciaran sobre la falta de rigor, la descontextualización y forzamiento de conceptos, que además se ponen a circular en medio de imágenes morales que Milei produce en esos mismos contextos de interlocución. Su discurso combina la pretensión de autoridad teórica y los sustantivos y adjetivos de impacto moral: “aberración” (hablando de la justicia social) o de introducción de conceptos en posiciones morales como contra el aborto como delito agravado por “el diferencial de fuerzas” o de verbalización de imágenes morales inéditas en el discurso público sobre la figura del estado “organización criminal violenta”. En una entrevista radial, un periodista le pregunta si está a favor de la venta de niños: responde que hay un “libro maravilloso”, cita a un autor y un premio Nobel. El recurso al saber experto combinado con frases temerarias, como la venta de órganos o de niños. A pesar o más allá de sus intenciones, implica una pedagogía de confusión que combina el recurso clásico de los neoliberales de utilizar el saber experto económico como clausura de posiciones políticas (el gasto y el déficit son cuestiones de números, no de decisiones sobre intereses de grupos concretos). Vale decir neoliberales, recuperando el principio de no nombrarlos como quieren ser nombrados, sino mediante una categoría que condensa todavía cierto sentido crítico en parte del discurso público y conecta con la historia reciente del país. La idea de ruptura opera en base a los presupuestos acerca de lo que debe ser roto, lo que no puede seguir en su estado de cosas. La agitación de la idea de crisis como antecedente de doctrinas de shock económico neoliberal es algo que es importante seguir recordando y no es incompatible con atender a las racionalidades que se construyen ante escenarios de profunda desigualdad social, exclusión y deterioro de las condiciones de vida de millones de personas, en las cuales también está operando de distintas formas las relaciones con la figura del estado, en principio por las demandas desatendidas aunque no se agote en ello. No renunciar a preguntarse por la forma en la cual desde distintas fracciones de los sectores dominantes se interviene ideológica y pedagógicamente en la politización del conocimiento de sentido común, los malestares, demandas y contradicciones.
Las declaraciones son de alto impacto moral, seguido por una legión de seguidores en redes sociales, incluida farándula local, que viene participando activamente de la violencia verbal contra la izquierda mediante la reimplantación del vocabulario genocida amenazando “zurdos”. ¿Y cómo se responde?
3- Los derechos como lenguaje político, entre la contestación y la imaginación
Es posible ver los límites de responder exclusivamente desde una lógica bien intencionada de argumentación y contraargumentación, y en la medida en que se mueve constantemente de un registro discursivo a otro, de un nivel explicativo a otro. ¿Acaso tenemos algo más para responder que los lenguajes institucionales, como los derechos? Los derechos son también otro flanco de ataque: por ejemplo, cuando introducen una negación en la histórica frase de Evita “donde hay una necesidad hay un derecho”. Como decíamos, este ataque al lenguaje de derechos, a su condición de reivindicación política de una figura de estado no es nueva, aquí no hay ruptura, sino continuidad: en todo caso, los elementos de ruptura deben leerse en este particular momento y su acumulado social específico, signado por la postpandemia y la activación de sectores políticos de oposición a medidas de control sanitario (o más bien, la politización estratégica de percepciones y malestares sobre la acción estatal en la sociedad). La reflexión teórica contemporánea sobre los derechos no deja duda sobre la relevancia de la moralización de la política en distintos niveles, tanto en la implementación cotidiana de los derechos, como en la manera misma en la cual se definen las políticas públicas, como analiza Didier Fassin para los refugiados, desocupados y migrantes en Europa. A nivel de la cotidianeidad, podríamos decir que las formas de significar los derechos se construyen desde las definiciones morales más generales, los enunciados de deber ser y la división básica entre lo que está bien y lo que está mal, lo que se percibe como injuriante, lo que se considera objeto de reclamo y fundamentalmente lo que se define como merecimiento y necesidad legítima de una persona o grupo. Sobre esto, las nociones que definen socialmente qué es y qué no es trabajar son cuestiones clave que hacen además al reconocimiento de los saberes y experiencias múltiples sectores sociales que quedan por fuera de formas de representación políticas encauzadas institucionalmente: sindicatos, empleo registrado etc. Entiendo que este dilema se vincula con lo que Elsie Rockwell[4] destaca respecto de asumir la pluralidad de saberes asociados a la fragmentación y dinámica de las clases trabajadoras en este momento histórico, condición indispensable para preguntarnos sobre las experiencias de construcción de conocimiento con o en los movimientos sociales.
¿Hay condiciones de posibilidad para superar el lugar de contestación? Una sedimentación amplia en el tiempo tiende a separar los tipos de transferencias de ingresos del universo de prácticas de trabajo no formalizado, no reconocido, no nombrado o asumido únicamente como “desvío” de un modelo clásico de trabajo. Y al mismo tiempo no hay que perder de vista que los empleos estatales son blanco de ataque. Acaso tendrá algo que ver la erosión de las reivindicaciones respecto de mundo laboral formal, contraponiendo falsamente la precariedad a los privilegios; y habrá que plantear la pregunta de a qué visión del mundo laboral responde esa idea. Como le dijo Bertie Benegas Lynch (sic) luego de las elecciones primarias a un periodista de la televisión pública: ¿qué se siente quedarse sin trabajo? El goce jerárquico es otro elemento de continuidad con los puntos de vista difundidos en los inicios del gobierno de Macri.
Para pensar en una clave propositiva, es necesario seguir haciendo preguntas: cómo logra -o no- ser disputada una noción de derechos. Pensar por ejemplo en la provocación pedagógica de Milei preguntando qué tiene de malo que una empresa contamine el río, y el responsable de Obras Sanitarias, junto con muchas respuestas públicas similares ante el impacto de la declaración, responde que el agua es un derecho. Las preguntas pueden ser provocaciones pedagógicas originales, a favor o en contra de los derechos, y sobre esto tenemos que seguir pensando, posibles respuestas, contrapreguntas. Por otro lado, buena parte de la teoría social sobre los derechos asume hoy en día, los alcances y límites de las perspectivas institucionales como marco analítico. Se puede plantear la pregunta sobre su implicación en los horizontes dirigenciales y de funcionariado, en sus articulaciones con tipos de movimientos y demandas. ¿Ofrecen los derechos un marco importante para repensar en las propias debilidades, la fragmentación de acciones, posiciones, debates no saldados? Como, por ejemplo, las definiciones y pujas de actores sobre las economías informales y formas de trabajo, los cuestionamientos a y desconexiones con los planteos y movimientos feministas.
De todos modos, conocer las diversas formas en las que se perciben y construyen socialmente los derechos es condición para calibrar la manera en la cual intervenimos públicamente en su defensa. Reapropiarnos de los derechos asumiendo los malestares en nuestra imaginación política -conceptual, es una tarea importante en favor de cualquier proyecto de mayorías en dirección a la igualdad, redistribución y el reconocimiento de derechos. Una tarea aún en medio de la urgencia electoral y sin dudas más allá de ella.
[1] https://www.revistaanfibia.com/11-tesis-sobre-milei/
[2] https://www.tiempoar.com.ar/generos/paso-2023-un-analisis-feminista-del-rugido-del-leon/
[3] “Pedagogía del tiburón. Meritocracia y estado en la utopía neoliberal”. Boletín de Antropología y Educación, 2016
[4] En el artículo Movimientos sociales emergentes y nuevas maneras de educar, Educação & Sociedade 2012.