Cuatro puntos que tenés que saber sobre el rol del financiamiento en esta COP27 y cómo repercute en la vida diaria de los latinoamericanos.
Por Clara Ferrer
¿No te pasó alguna vez que te pusiste a leer un artículo en la web, o viste un video en redes sociales sobre las negociaciones en las conferencias climáticas, y no entendiste absolutamente nada de lo que estaban hablando?
Si sos de las personas que al escuchar sobre financiamiento, mitigación, adaptación o compromisos climáticos se quedan en blanco, esta guía es para vos.
Comencemos por los conceptos básicos: en 2015, 192 países más la Unión Europea firmaron el Acuerdo de París, con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C en este siglo, y esforzarse para no sobrepasar el 1,5 °, en comparación a los niveles preindustriales. Es decir, acordaron realizar todas las acciones necesarias para poder frenar -o por lo menos limitar- la crisis climática.
Ahora, ¿cómo cumplimos con este objetivo? A través de las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC por sus siglas en inglés), es decir, los compromisos y metas que asumen los Estados para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Para ello, cada país analiza sus condiciones socioeconómicas y considera qué puede hacer para cumplir con el acuerdo.
Por otro lado, la Conferencia de las Partes o COP es el órgano de toma de decisiones de la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático (CMNUCC). Fue en la COP21 que se adoptó el Acuerdo de París. Las COP son reuniones multilaterales donde los países negocian metas, acciones, declaraciones en conjunto y mecanismos de financiamiento para estas decisiones.
La próxima COP27 sucederá este noviembre en Sharm el Sheikh, Egipto, y la temática central será el financiamiento climático. Pero ¿qué es exactamente? ¿Quién financia a quién? ¿Por qué es tan importante para los países en América Latina?
Y, por sobre todo, ¿por qué es importante para vos?
A continuación, te mostramos un “ping-pong” de cuatro preguntas y respuestas para entender mejor el financiamiento climático, y por qué los latinoamericanos tienen que seguir reclamando por él.
¿Qué es el financiamiento climático y qué se negoció?
Cuando hablamos de financiamiento climático nos referimos -según el Comité Permanente de Financiamiento de la CMNUCC- a los fondos que facilitan la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, aumentan los sumideros de carbono, ayudan a la reducción de la vulnerabilidad y/o incrementan los niveles de adaptación a los impactos negativos del cambio climático.
En el Acuerdo de París, los países de altos ingresos se comprometieron a ayudar a los más vulnerables a través de financiamiento y recursos, ya que reconocían el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. En otras palabras significa que, aunque estamos todos en el mismo barco, no todos somos igualmente responsables por la crisis en la que nos encontramos. Ni tampoco estamos todos en las mismas condiciones para afrontarla.
Durante las negociaciones, los países de altos ingresos establecieron la meta de proporcionar $100.000 millones de dólares anualmente a las naciones en vías de desarrollo, desde 2020 a 2025.
Tremenda cifra, ¿no? Bueno, tal vez no tanto. Pero ya vamos a llegar a ese punto. La pregunta que claramente todos tenemos es: ¿y dónde están esos fondos?
Porque, aunque no haya sorprendido a nadie, ese compromiso no se cumplió. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la financiación movilizada para la acción climática en países en desarrollo alcanzó los 83.300 millones de dólares en 2020. Y aunque es un avance, este número no llega a la cifra acordada solamente para ese año.
Para Sandra Guzmán, fundadora y coordinadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), esta meta es importante no porque esté basada en algún análisis científico -porque no lo está- sino porque busca generar certidumbre entre los países en desarrollo y construir confianza para futuras negociaciones. Justamente por esa razón, exigir el cumplimiento de los 100 mil millones será central en la próxima COP27.
¿Para qué sirve el financiamiento climático?
Alcanzar los compromisos climáticos de los países no es exactamente una tarea fácil. Implica planificación, esfuerzo y, por sobre todo, plata. Esto se conoce como fondos para mitigación, es decir, las inversiones a gran escala para reducir las emisiones, y cumplir con el objetivo de limitar el calentamiento global.
Igualmente importante es la adaptación, que comprende las acciones necesarias para que los países se adapten a los efectos adversos del cambio climático y reduzcan sus impactos negativos. Este gráfico de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) te explica en detalle qué implica cada una de estas acciones.
Guzmán lo simplificó así: toda acción climática requiere algún tipo de esfuerzo o de implementación. Algunas necesitan creación de capacidades, otras tecnología, pero la mayoría requiere de financiamiento.
El problema es que muchas naciones no tienen el capital para hacer frente a las transformaciones en infraestructura que necesitan para cumplir con sus compromisos climáticos, y mucho menos ser más resilientes ante un clima cambiante.
Acá entran los fondos de los que estuvimos hablando. Es decir, el cash que los países en vías de desarrollo utilizarían para poder cumplir sus NDC y adaptar sus sociedades a las olas de calor más intensas, el aumento de eventos climáticos extremos, inundaciones, sequías, entre otros efectos no muy agradables de la crisis climática.
¿Cuál es la crítica? El hecho que, del capital que sí se movilizó, privilegió la mitigación por sobre la adaptación. Según el último análisis del Comité de Financiamiento de la CMNUCC, los fondos para mitigación superaron ampliamente a los fondos para adaptación. Tanto, que el financiamiento para esta última fue solo entre el 20 y el 25 % de todos los recursos proporcionados.
En América Latina, el 75 % del financiamiento obtenido entre 2003 y 2020 apoyó la mitigación. Sólo el 12 % de los fondos fueron a proyectos de adaptación y el 8 % se destina a planes con múltiples enfoques, según un informe de Climate Funds Update de 2021, que aclaró: “El continuo bajo apoyo financiero para las medidas de adaptación se da a pesar de las importantes necesidades de adaptación y fomento de la resiliencia en la región”.
En este gráfico del mismo informe, pueden ver las cantidades de proyectos aprobados y el capital que se destinó a cada uno, dependiendo de si fueron para mitigación, conservación de bosques (REDD+), adaptación o múltiples enfoques.
Otro punto no menos importante -pero si bastante relegado- es el famoso loss and damages o en castellano, daños y pérdidas. Este señala que el cambio climático ya causó impactos socioeconómicos negativos que las sociedades más vulnerables están sufriendo.
Esta temática resultó de las más contenciosas y debatidas, aunque sin señales claras sobre cómo se va a abordar. La mayoría afirma en palabras que existe la necesidad de movilizar dinero, pero nadie se pone de acuerdo sobre cuánto, cómo ni tampoco cuándo.
Durante la última COP26 en Glasgow, países y sociedad civil reclamaron que se cree un mecanismo de financiamiento para abordar las pérdidas y daños. Solicitud que quedó en la nada. Lo único que se logró fue un diálogo para seguir discutiendo sobre el tema, a futuro, obvio. ¿Ahora? No.
¿Por qué es importante el financiamiento climático en esta COP27?
Para muchas naciones, en lo que respecta a financiamiento, la COP26 fue una decepción, por decirlo suavemente. Los países desarrollados no negociaron grandes cambios, ni tampoco explicaron dónde estaban los fondos que ya se habían comprometido a entregar.
Lo que sí consensuaron fue reafirmar su deber de proveer ese financiamiento. Y, además, negociaron 350 millones de dólares para el Fondo de Adaptación y otros 600 millones para el Fondo de Países Menos Desarrollados.
Aun así, no es suficiente. Jazmín Rocco Predassi, coordinadora de Política Climática en FARN explicó que se está tratando de negociar una nueva meta cuantificada de financiamiento. Primero, porque el objetivo original no se cumplió, y segundo porque ahora se dice “que se está quedando corta”: “Se está hablando de trillions, billones de dólares en fondos” para cerrar la brecha entre los países.
Por su parte, Guzmán afirmó que durante la próxima COP en Egipto se establecerá el diseño de esta nueva meta, pero que recién en 2024 está prevista su negociación.
La especialista de la GFLAC señaló que, desde hace más de 10 años ya está definido qué deben hacer los países, por lo que el foco de la conferencia será definir cómo se va a implementar todo lo que ya se acordó.
“Por eso el financiamiento es uno de los temas más importantes de la agenda de esta COP27. La mayoría de los ítems de la negociación son sobre ese tema, y los demás están relacionados, como transparencia o pérdidas y daños”, expresó Guzmán.
En otras palabras, el corazón de esta COP27 es el financiamiento.
América Latina es una de las regiones más interesadas en que estas negociaciones lleguen a buen puerto, aunque no es el principal destino del financiamiento internacional. Incluso dentro del continente existe disparidad: según Guzmán, los grandes receptores de fondos del exterior son México, Brasil y Colombia; el resto de los países reciben muy poco.
Las prioridades de Latinoamérica están alineadas con las del anfitrión de la COP27, Egipto. Este país buscará poner sobre la mesa tres temas centrales: financiamiento, agricultura y adaptación.
Para Egipto, la adecuación y la previsibilidad de la financiación climática es fundamental para lograr los objetivos del Acuerdo de París. Por lo que “es necesario mejorar la transparencia de los flujos financieros y facilitar el acceso para satisfacer las necesidades de los países en desarrollo”, según sostiene esta nación en la página web del evento.
El reclamo se puede resumir en una sola frase: Put the money on the table.
¿Por qué nos importa a los latinoamericanos?
Ahora bien, la pregunta más importante de todas: ¿en qué nos afectan estas decisiones? A veces parecieran tan lejanas estas conferencias…
Pero por más complicadas que sean las palabras y los juegos de poder, el financiamiento climático tiene un impacto directo en las vidas de las personas. Para mitigación, porque es esencial que resolvamos la crisis climática desde la raíz, pero también para adaptar los pueblos y ciudades.
En palabras de Cecilia Nicolini, la secretaria de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación del Ministerio de Ambiente de Argentina, en América Latina es necesario avanzar en términos de adaptación “porque al final las personas que viven en esta región son las que también están más expuestas a los riesgos e inclemencias de la crisis climática que estamos viviendo”.
Y es así que el documento del Grupo II del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sostuvo que América Central y del Sur están “altamente expuestas, vulnerables y fuertemente impactadas” por el cambio climático.
Es decir, no en años, no en décadas, hoy.
El informe -publicado a principios de 2022- sostiene que muchos eventos extremos ya están impactando a la región y prevén que se intensifiquen a futuro, tales como: aumento de las temperaturas; como también del nivel del mar, la erosión costera y la acidificación de los océanos, lo que resulta en el blanqueamiento de los corales; y una mayor frecuencia y severidad de las sequías.
Y si sumamos la faceta económica, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el cambio climático podría costarle a América Latina entre el 1,5 % y el 5 % de su producto interno bruto (PIB) anual.
Porque la crisis climática no es solo ambiental, sino también socioeconómica, y los problemas que ya acarrea América Latina solo amplifican sus efectos. El IPCC manifestó que la desigualdad, la pobreza, la alta densidad poblacional, los cambios de uso del suelo y su degradación son algunos de los factores que profundizan los impactos. Y con ello, la necesidad de adaptación en la región.
En este mapa interactivo de Latindadd y la red Jubilee, se puede ver en números cómo los desastres naturales golpean la economía de los países latinoamericanos.
Desde el punto de vista de Guzmán, el problema no es solo recibir financiamiento internacional, sino cómo lograr que sea realmente transformador.
“América Latina tiene una gran misión de cambiar sus finanzas públicas en general: muchos de nuestros países siguen dependiendo de los ingresos de actividades extractivas y fósiles como la minería, el petróleo, el gas, entre otros. Por ello nuestras economías no pueden diversificarse”, precisó la especialista, quien explicó que desde la GFLAC buscan que los fondos sean una “palanca” que ayude a generar cambios de largo alcance.
Estos son solo algunos motivos por los que el financiamiento climático es prioritario para la región.
Ahora sí, ¿y nosotros qué hacemos? ¿Acaso nuestras pequeñas decisiones tienen algún impacto real en estas políticas macro?
Guzmán se pregunta lo mismo: “¿qué harían si les dijera que sus gobiernos están gastando su dinero, que viene de sus impuestos, en actividades que están creando el problema del cambio climático, y que con su dinero están incentivando la deforestación, la quema de combustibles fósiles, la contaminación? ¿Qué harían?”
La fundadora de la GFLAC expresó que como ciudadanos tenemos el “superpoder” de votar a los políticos que tienen (o no) propuestas relacionadas al cambio climático.
“No estamos alejados de las decisiones globales. Nos tiene que importar el destino de los recursos que nosotros pagamos con nuestros impuestos”, sostuvo Guzmán.
Al final del día, mitigación, adaptación y compromisos climáticos son todas palabras complejas que buscan darle un marco legal y político a hechos que los latinoamericanos viven diariamente. Los cambios en el ambiente, que los científicos atribuyen a la crisis climática; como también las políticas públicas y las decisiones individuales son los determinantes de las condiciones de vida de toda la región.
Para bien y para mal.
En palabras de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, “el cambio climático está ocurriendo ahora, y nos está afectando a todos nosotros. (…) Es una batalla por nuestras vidas. Pero es una batalla que podemos ganar”.
Este artículo cuenta con apoyo de Climate Tracker y forma parte del Especial #COP27Latam