Por Lucas Abbruzzese. Que un torneo más largo, que uno más corto; que más descendidos, que menos descendidos; que un campeonato anual, que uno cada seis meses; que se le pide más plata al Estado; que el negocio con un Prode; que esto y que lo otro. Qué, que y más que. Pero…¿qué esperan para mejorar el espectáculo futbolístico, mejorando la práctica del fútbol?
Parece que Julio Grondona, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), necesitaba una última decisión fuerte antes de su partida de la calle Viamonte, luego de 36 años de impunidad, errores y negocios (llegó con Rafael Videla en el poder). Se irá a fines del 2015, cuando ya se habrá terminado el primer campeonato doméstico de 30 equipos aprobado ayer en Ezeiza. Casi ninguno de los representantes de los clubes se atrevió a cuestionar algo, ya sea por conveniencia o por miedo. ¿Tan perseguidos están por que el Todo Pasa levante un dedo para perjudicar a su club? ¿Es así realmente?
Eso será tema de otro capítulo. Lo que nos compete en este texto es afirmar que el fútbol argentino continúa sufriendo cambios secundarios y no principales y esenciales, como el de mejorar el producto futbolístico. Desde febrero hasta diciembre del 2015, con un parate en julio por la Copa América, se disputará un certamen anual de 30 fechas, compuesto por los 20 que estén en primera división en el segundo semestre del 2014 más otros 10 que ascenderán del Nacional B a fin de año. Es decir, Santamarina de Tandil (ya ascendido desde el Argentino A) o quizás Nueva Chicago (a pocos pasos de consagrarse en la B Metropolitana y subir a la segunda categoría) podrían pasar en apenas siete meses de dichas divisionales a primera división. Los promedios no se eliminarán, descendiendo a fines del 2015 dos elencos. Creer que aspectos así son para mejorar el espectáculo es como entender que el sistema de AFA Plus va a acabar con la violencia dentro y alrededor de los estadios.
¿Cambiará algo todo esto a los mediocres y pésimos partidos que se observan fin de semana tras fin de semana? ¿Con este campeonato anual finalizarán los pelotazos por doquier, los equipos a los que no les interesa poseer el balón, los malos pases, la nula identidad de los clubes (salvo excepciones)? ¿Se evaporará la locura por ganar como sea, sin importar las formas? Dificilísimas tareas, ya que son cuestiones culturales y que se marcharán por más modificación que se le haga a las formas de disputa. Porque eso es lo único que se está cambiando: cómo llevar a cabo un torneo. Se puede estar a favor o en contra, pero los bostezos y el aburrimiento seguirán.
¿No es mejor sancionar una ley para prohibir que los grandes proyectos de futbolistas que aparecen en las instituciones no puedan emigrar hasta los 26 o 27 años? ¿No es mejor sancionar una ley que frene la barbaridad y brutalidad de pagarles a juveniles que están formándose y creciendo en las divisiones inferiores “para que no se escapen a otros clubes”? ¿Cómo puede ser que las lacras y los representantes – que nada tienen qué hacer en el fútbol- les ofrezcan a los jóvenes aspirantes a ser jugadores profesionales cosas materiales, destruyendo así el espíritu de divertirse y jugar? ¿No es más conveniente modificar el sistema de puntuación, incitando a que ganen más puntos quienes por más goles ganaron?
“El dirigente sigue subestimando al juego como base fundamental de esta negocio”, decía Dante Panzeri en sus tiempos en los que con su mirada y pluma criticaba los parches de los dirigentes. “Las reformas deben apuntar a que haya juego donde no lo hay. Y todos sabemos dónde se ha afincado el no juego que está despoblando los estadios: en la extrema defensa”. Panzeri era tajante y no admitía modificaciones secundarias.
No se mejora el juego, haya 20, 30 o 100 equipos. Al momento de salir a la cancha, los cotejos van a seguir siendo igual o más aburridos mientras se priorice el resultado, gane la locura y se siga pensando al fútbol como trágico en la derrota o en un descenso. Todo contribuye para que desaparezcan la diversión, la alegría, se siga estando más preocupados por el arco propio que por el de enfrente y las ganas de trabajar en vez de jugar. Y allí está el problema en el que todos aportan: los futbolistas se van al extranjero con 18 años; el periodismo cómplice del negocio; en los hinchas que ya no exigen buen fútbol sino que entran en eso de “ganar como sea”; y el entrenadores que mentalizan “cerrarse atrás”, “ser inteligentes tácticamente (?)” y “priorizar el cero en nuestro arco”. Los jugadores no se rebelan. Acatan órdenes.
¿Y nos quieren hacer entender que con este cambio se van a fomentar los proyectos? ¿Le quieren meter en la cabeza a la mayoría de las personas que proponiendo un torneo más federal (mentira, ya que como mucho podría equipos de 9 provincias sobre 23 posibles) va a haber un buen espectáculo sobre el verde césped? La desigualdad, como ya es costumbre, levantará la mano y dirá presente: mientras River y Boca recibirán del Estado casi 40 millones de pesos anuales, los diez cuadros que subirán del Nacional B continuarán percibiendo apenas 3 millones y medio. Esto es federal también. La plata continúa nublando al mundo del fútbol. El mal negocio se sigue imponiendo al juego. Mientras, el producto no se mejora.