El 29 de mayo habrá presidenciales en Colombia y ante la historia reciente y una prometedora actualidad, conversamos con Alhena Caicedo, antropóloga feminista, ejecutiva del Polo Democrático Alternativo y parte de la campaña para que los pueblos vivan sabroso.
Por Laura Salomé Canteros y María Eugenia Waldhüter
El próximo domingo 29 de mayo habrá elecciones presidenciales en Colombia. En un escenario inédito para la política colombiana, la fórmula del Pacto Histórico con Gustavo Petro y Francia Márquez, encabeza las encuestas con altas chances de marcar un punto de inflexión en un país gobernado históricamente por la derecha. Las resonancias del Paro de 2021, el rol de los feminismos, los pueblos indígenas y negros, y sin duda, la oxigenación y la esperanza que representa Francia Márquez, una candidata a la vicepresidencia que colma plazas en cada territorio y propone combatir la política del miedo para “Vivir sabroso”.
Ante el desafío de entender la compleja historia reciente pero también la prometedora actualidad, conversamos con Alhena Caicedo, doctora en antropología, investigadora, docente y feminista; ejecutiva nacional del Polo Democrático Alternativo e integrante de Polo Mujeres; y parte de la campaña territorial del Pacto Histórico que lucha contra el bombardeo mediático de la derecha visibilizando las rebeldías populares que surgieron en los últimos dos años.
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– Alhena, después de las elecciones legislativas en marzo en las que el Pacto Histórico obtuvo la mayoría de los votos y el escenario actual, ¿cuáles son sus impresiones de esta previa a la elección presidencial?
En términos generales, estamos atravesando un escenario inédito en Colombia en el que aunque haya campañas similares a las que llegaron en 2018, tenemos condiciones muy distintas e importantes para poder entender que el desenlace puede ser distinto y pueda favorecer a la izquierda.
Lo que sucedió en Colombia en el 2019, los episodios de movilización en diferentes momentos de la última década, hacen parte de un gran ciclo de movilización social que desembocó en el 28 de Abril del 2021 (Paro Nacional). La extensión y la profundidad de ese Paro, mostró un paro de paros, un paro de diferentes sectores pero además, un paro de movimientos sociales que venía encontrando resonancias en sus diferentes movilizaciones durante los anteriores 10 años. Entonces, las protestas que han protagonizado las y los estudiantes, campesinos, las organizaciones étnicas, en años anteriores encuentran resonancia en las del movimiento que se dio para las comunidades negras en el Pacífico alrededor del Paro de Buenaventura (2017), las mingas, etc. Las movilizaciones sindicales que siempre han estado permanentemente activas. Un momento de crisis frente al gobierno actual y el desborde.
Así, el desbordamiento de las políticas neoliberales permitieron que este Paro de paros tuviera el calado que tuvo; y en esa medida, también el efecto de las protestas y todo lo que implica la posición de resistencia frente al neoliberalismo como tal. Sobre todo la capacidad de la población que durante dos meses en movilización, protagonizó unos ejercicios de democracia directa sumamente interesantes que habían sido muy invisibilizados en la historia de Colombia. Aquí ser de izquierda, básicamente ha sido ilegal históricamente. Y hasta ahora empieza a resurgir la posibilidad de una izquierda que tenga la legitimidad a los ojos de los otros, la legitimidad para hacer una propuesta de frente al Estado Nacional.
Hay características específicas del Paro del año pasado que son muy significativas y que tiene que ver con dos cosas; por una parte, una movilización social territorializada que se presentó con contundencia y que fue un movimiento social muy plural pero también, un movimiento que hizo que muchos de los sectores, sobre todo populares, empezara a protestar con repertorios muy propios. Y eso es, hasta cierto punto, novedoso. Un salir a la calle que implicó tomarse los espacios públicos, los territorios habituales de la vida cotidiana, con otras formas de protesta durante esos dos meses; democracia directa y también juntanza y repartición de poder como sucedió también en Chile. Lo hemos visto con las ollas comunitarias y las asambleas populares, ejercicios de liberación espontánea donde la gente empieza a discutir sobre su vida. Un ejercicio de poder tomar decisiones directamente, y el poder en movimiento, la gente haciendo democracia.
Sin embargo, lo que hemos visto como perspectiva, desde el final de año (pasado) es que a pesar de que no hay una transición y una capitalización directas en términos de movimientos u organizaciones que pudieran decir ´lideramos el Paro o fuimos las cabezas visibles´; hemos visto un decantamiento que ha hecho que la gente se encontrara en muchas de las propuestas del Pacto Histórico, de (Gustavo) Petro y de Francia (Márquez); una fórmula que está recogiendo muchas voces que hubo en la movilización.
– ¿Cómo fue la participación de las mujeres y los movimientos feministas populares?
Otra característica del Paro que me parece clave es la participación feminista, una suerte de feminización de la protesta que quedó en evidencia en estos espacios asamblearios. Usualmente, lo que se ve en los medios de comunicación son las escenas de los guerreros de la Primera Línea -en términos de batalla campal-, pero detrás de eso están los lugares donde se están tomando las decisiones y se están discutiendo la política como práctica cotidiana. Esos fueron los espacios apoderados por las mujeres feministas.
La clara participación de las colectivas feministas transformaron en muchos sentidos, la manera de la reflexión política y las formas del hacer que ha incidido en muchas de las cosas que han acontecido en los últimos meses. Esa feminización se ve en el lugar que adquiere esta lógica de volver sobre la vida y el cuidado, que si se dan cuenta es uno de los eslogan de la campaña de Petro y de Francia. Una política para la vida; que esté pensando en esos sostenes. Sin el Paro, esta campaña no hubiera sido la misma y sin ese Paro, las maneras en las cuales se ha propuesto la campaña frente a la opinión pública hubiera sido en otros términos.
– ¿Cómo se plantea una campaña ante las desinformaciones y las estrategias generalizadas de la derecha regional en los medios?
El bombardeo mediático de la derecha es brutal, y tiene también que ver con el hecho de que la campaña de la izquierda es una campaña que no tiene tanta financiación. Pero, más allá del marketing político que suele movilizar, hay un espíritu de solidaridades de las personas en términos de sus cotidianidades en la calle que evidentemente son las que le están dando el porcentaje en las encuestas a Petro y a Francia como la opción ganadora.
Una de las grandes consideraciones a tener en cuenta es el lugar de Francia Márquez, es decir, hubo una una habilidad por parte de la campaña de Petro por escoger bien a su candidata a vicepresidenta y también una evidente puesta en escena de un perfil que no es precisamente el habitual para la izquierda colombiana. Una mujer negra que viene del movimiento social, una mujer de izquierda, es muy importante el papel que está cumpliendo en este momento en su rol. El tipo de propuestas que se están haciendo y lo que ya está movilizando, es una oxigenación de las agendas de izquierda que vienen de la mano con las movilizaciones y el lugar de los feminismos a nivel latinoamericano y mundial, que de alguna manera convierten las propuestas de la izquierda tradicional y obligan a una actualización en clave de los feminismos y recogen en buena medida las agendas feministas, pero sobre todo, ponen esa clave de cómo articular con los movimientos sociales alrededor de los temas medioambientales y del cuidado de la naturaleza.
Este tema propuesto desde los feminismos, de las mujeres y las diversidades sexuales, es también el lugar de las mujeres frente a un escenario que es muy colombiano, esta cuestión de la violencia sistemática y endémica que las ha puesto en un rol mucho más crítico de lo que podría ser si no existiera o no hubiera existido en las últimas décadas un conflicto armado tan fuerte como el que sufrió Colombia y donde la mayoría de las víctimas han sido las mujeres. Entonces es un perfil bastante condensado: un poco de lo que quisiera expresarse políticamente después de este Paro, después de un Proceso de Paz, de esta puesta en sincronía con lo que está sucediendo a nivel internacional, de esta solidaridad con los movimientos y las transformaciones políticas que ha habido en países nuestroamericanos en diferentes momentos en las últimas dos décadas. En eso radica, en buena medida, la novedad y también la cantidad de retos que tendríamos en caso de ganar.
– ¿Considera que se impugnó a partir del Paro, la idea de la Seguridad Democrática?
Definitivamente es uno de los grandes logros del Paro, que consiguió una transformación profunda del sentido común en Colombia durante los últimos 30 años. Esa lógica del patrón, inaugurada por el uribismo, la Seguridad Democrática y una tendencia autoritaria de derecha extrema que silenció durante tanto tiempo la democracia colombiana atravesó nuestra consideración sobre lo que implica la colombianidad. Evidentemente eso quedó completamente mellado por la movilización social de una manera muy contundente que sorprendió por la manera en cómo se dio, en esta movilización de Paro de paros; movimientos sociales de muy diferente índole entre las agendas de movilización y una espontaneidad que tenía mucho que ver con los mundos de la gente más joven, una resonancia muy fuerte con el hecho de que estamos cansados de quedarnos callados.
De hecho, la última intentona de silenciamiento que hubo en Colombia fue el batazo que le dio el uribismo al Proceso de Paz y cuando ganaron en el 2018, de acabar de hacer trizas el Acuerdo que implicó también un incremento brutal de los asesinatos de líderes sociales de ex combatientes de las FARC. Entonces sí, definitivamente esa movilización, esas formas de democracia directa, hicieron que el uribismo dejara de ser parte del sentido común y que la gente empezara a tomar distancia y que en los municipios, en los lugares rurales más apartados donde siempre ha habido una resistencia a criticar esas formas de autoritarismo, de repente, fueron los primeros que sacaron su letrero diciendo somos antiuribistas. Ya era hora, ¿no?
(A la derecha) les costó bastante esta retórica de pensar que toda movilización social, toda protesta, toda salida a la calle, estuvo infiltrada por la guerrilla; y por lo tanto, es básicamente subversiva. El Paro movilizó a todos los sectores sociales de todas las clases sociales, obviamente con mayor contundencia dentro de los sectores populares, pero poniendo sobre la mesa el hecho de que frente a políticas como las del gobierno actual ya era imposible quedarse callado o callada. La derecha en Colombia ha sido asesina y matona, sistemáticamente, y con la izquierda mucho más. Durante los años 80’ y los 90’ el número de candidatos presidenciales asesinados es una cosa vergonzosa. El aniquilamiento de los sectores de izquierda hizo que prácticamente toda una generación de hombres y mujeres de izquierda desapareciera.
El reto es, ante una emergencia de nuevas generaciones, pensar desde la izquierda, generar propuestas, oxigenar. Y hay que cuidar a Petro porque lo pueden matar. Sería absolutamente normal en este país. Colombia, económicamente neoliberal y extractivista, sigue siendo un país donde las mafias tienen un peso muy importante y donde se han infiltrado en los últimos 30-40 años en el aparato político. Hoy el aparato productivo es inexistente y estamos dependiendo del narcotráfico y de formas de extractivismo básicas como la minería o el petróleo; una economía que está mediada por las mafias. Estos sectores están un poco desesperados, están aplicando todas sus estrategias para evitar que un gobierno de izquierda se instale y hay mucho miedo; éste es un país lleno de miedo.
– La fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez retoma consignas del Paro. ¿Cuáles son esas propuestas y cómo ve que los liderazgos feministas, indígenas, campesinos y afrodescendientes lograron durante este tiempo poner las consignas en el centro para que pueda ser tomado por la fórmula ganadora en las elecciones?
Uno de los grandes logros de esta campaña fueron las elecciones del 13 de marzo. Por primera vez el tipo de lista, el tipo de paridad que tenía, la obligación de involucrar a representantes de los sectores afro e indígenas, consiguió con contundencia el objetivo que se buscaba y es que por primera vez estos sectores tuvieran algún tipo de representación, más allá de las cuotas establecidas en la Constitución que es un reconocimiento de papel.
La lista al Congreso lo logró; por primera vez hay un gran número de mujeres y ya no tiene reversa. Además, creo que es una forma de hacer política que ya seguramente para las próximas elecciones será inevitable que las listas tengan que ser cerradas o que las listas tengan que ser paritarias y tengan que incluir una diversidad de representación regional. Eso es un gran logro y es un primer paso en la propuesta general que establece la izquierda. La perspectiva e inclusión de las mujeres dentro de la campaña, la visibilidad del lugar de las mujeres en estas propuestas de campaña ha sido fundamental, sobre todo por la manera de hacer campaña política de la derecha y con las formas tradicionales en que se ha establecido la cultura política en Colombia; donde las mujeres simplemente no existimos.
Entonces, ha sido uno de los puntos a favor frente a las propuestas, y voy a hablar con prudencia porque podemos estar pecando de intentar hacer la revolución en una semana y puede ser peligroso pensarlo o asumirlo así. Pero esa centralidad de las mujeres en este momento se materializa dentro del programa: una propuesta de gobierno con los derechos fundamentales, sexuales y reproductivos, paridad, contra todas las formas de violencia sobre las mujeres y todas las políticas tienen que apuntar a eso y estar dirigidas a una equidad en términos de cerrar las brechas. Pero también está -y es más importante todavía-, una propuesta de hacer política con las mujeres, es decir que bajo toda la agenda en general de política pública, exista la perspectiva de las mujeres; sobre las propuestas económicas, sociales, de hacienda, que estén absolutamente en todo el programa esa perspectiva de género que es fundamental y recoge el sentimiento de las organizaciones y movimientos feministas; y básicamente hacer que las mujeres podamos participar en esas instancias de decisión. Entonces creo que ahí hay importantes avances.
En la propuesta, los retos tienen que ver con cómo materializar eso en un gobierno y ahí hay que ser muy cautelosas y medidos sobre cómo se traduce esto en una institucionalidad nueva. Porque parte de la llegada de un gobierno de izquierda a Colombia va a tener que sacudir y transformar profundamente las instituciones que han estado moldeadas históricamente por la derecha. Hay grandes retos a los que nos estamos enfrentando también las feministas para pensar entre otras cosas, por ejemplo, esta cuestión de la institucionalidad. Francia y Petro han hablado de un Ministerio de la Igualdad, ¿qué es eso? ¿Qué implica ese Ministerio? ¿Es un Ministerio lo que se necesita o es otro tipo de institución, una forma o un mecanismo de institucionalidad transversal?
El gran riesgo tiene que ver con cómo lograr que esos primeros pasos puedan darse de una manera sensata, consecuente y sobre todo sabiendo que ésta es una propuesta de transición; este va a ser un gobierno de transición que va a tener cuatro años para generar unas bases fundamentales para que los próximos veinte sí, puedan haber transformaciones reales, contundentes y sobre todo sostenibles. Pero en los próximos cuatro años no podemos esperar más o menos que se cambie la sociedad y mucho menos la cultura patriarcal. Una de las de las ventajas que tendría esta izquierda colombiana en el poder es que llega una vez transitados muchos ejemplos a nivel latinoamericano, con sus errores, sus pros y sus contras, que permiten recoger las experiencias de haber sido gobierno. Eso hay que tenerlo presente y por eso la solidaridad y las alianzas son cruciales.
– Esta elección es inédita y los desafíos son enormes ya que las deudas con los pueblos de Colombia son históricas. A ese respecto, ¿qué importancia tuvieron los movimientos indígenas en estos últimos años?
Este acercamiento entre las periferias, el campo, las zonas rurales y las ciudades, los centros urbanos -como cuando veíamos a la Minga Indígena llegar a Cali o a Bogotá y ser recibidos y recibidas con los brazos abiertos- nos llenó de mucha emoción y nos hizo dar cuenta que se están empezando a limar las distancias que se construyeron entre los sectores urbanos y rurales. El movimiento indígena ha sido clave para entender lo que está sucediendo y ha sido protagonista de cosas que todavía no están saliendo.
Las poblaciones indígenas y las comunidades negras posteriormente, son pensados como los otros del Estado nacional, los otros de la Nación dirían; entonces, la manera en que la sociedad colombiana se ha relacionado con estas formas de diversidad étnica ha sido desde el punto de vista de que son poblaciones minoritarias que necesitan que el Estado las reconozca y se les brinda una serie de garantías porque están en una estructura desigual. Esa es la retórica institucional sobre el movimiento indígena, un movimiento que está en todas las regiones del país pero con tres formas muy representativas en Colombia: la de la Amazonía; la del norte de la Sierra Nevada de Santa Marta y el suroccidente colombiano que es el lugar que generalmente está a la cabeza de la Minga Social y comunitaria. Ese movimiento ha estado muy abanderado por las comunidades Nasa pero allí también convergen otro tipo de organizaciones indígenas, afro y campesinas que no tienen marcación étnica y el movimiento del suroccidente. Esas organizaciones indígenas han estado siempre en lucha, a diferencia de las otras organizaciones; es decir, tiene un carácter profundamente contestatario.
La Minga Indígena aparece por primera vez en el gobierno de (Álvaro) Uribe. como un llamado de trabajo colectivo a las diferentes organizaciones y sectores populares -porque esto no solamente era indígena- a movilizarse en contra del autoritarismo, uribista. Esto le generó una estigmatización por parte de los medios de comunicación y la derecha , fue la primera acusada de estar infiltrada por la guerrilla, de ser un movimiento avalado por las FARC o por el ELN. Pero el movimiento indígena, y parte de sectores rurales, fueron ganando resonancias con otro tipo de movilizaciones El año pasado fue muy interesante e importante la participación de los indígenas, sobre todo la gente del suroccidente durante el Paro. La Guardia hoy tiene una legitimidad dentro del mundo de la movilización social, lo que les da un poder simbólico muy importante sobre lo que implica pensarse nuevamente como colombianos y colombianas.
El ejercicio que hicieron los Nasa y Misak del derrumbamiento de las estatuas de los conquistadores y colonizadores es una forma de proponerles a las colombianas y los colombianos una nueva lectura de lo que quisiéramos, de lo nacional. Una propuesta de una democracia radical muy interesante y de cómo se está posicionando lo indígena hoy en día. Hubo muchas cosas durante el Paro en ese sentido, hubo también intervenciones de la simbologías nacionales, del himno, la bandera, y todas estas cuestiones que representan “lo colombiano”, que las intervinieron ciertas poblaciones que no habían estado representadas por las demarcaciones raciales o de clase. Entonces, las intervenciones dicen que hay una propuesta para todo el mundo y eso es muy interesante. Y otro ritual que se hizo durante el Paro, fue la Guardia Indígena empoderando a la Primera Línea, la entrega de bastones de mando, el mandato indígena del cuidado, del territorio, de la vida y con una ritualidad muy interesante, en la mitad de la calle llena y la Primera Línea lo asumió; y asume esta idea de guardianes de la vida, del territorio, y esto obviamente tiene implicaciones de democracia democracia directa, de poder en movimiento diciendo que por fuera del Estado también podemos proponer o construir formas de generar institución e institucionalidad muy poderosas y que son insumos para lo que viene. A ver, ¿de qué forma un gobierno de izquierda logrará conversar con esas formas de institución producidas desde lo popular?
– ¿Qué es lo más lindo que tienen las campañas y de ésta en específico?
La mejor manera de cómo sintetizar el asunto tiene que ver con el colorido y en la acepción de la palabra colorido; es volver a ver a la gente entusiasmada con la posibilidad de que la política haga algo por ella; con pensar que las cosas pueden ser de una manera diferente. Es un lenguaje muy sencillo de lo que implica -como lo han puesto de una manera muy atinada la campaña de Francia- que empezó a hablar de vidas sabrosas. Una manera muy sencilla de hablar de lo que implica una política hecha a la medida de la gente, a la medida de la vida. Saben, esto ha generado reacciones extrañas, en la universidad mis colegas investigadores y académicos están dando conferencias sobre lo que significa el vivir sabroso cuando es lo más sencillo del mundo y realmente cada cual lo define como se le da la gana, ese es su poder, y que ha permitido que en esta campaña la gente ponga las cosas en sus términos de una manera creativa y propositiva y esperanzada; una colombianidad habituada; una transformación interesante en muchas partes.
Lo que más me ha gustado es encontrar esto. No solamente en la ciudad, en muchas partes del país, la gente comunica muy frecuentemente la opción. La ven allí y es bonito, en esa diversidad de poblaciones que existen en este país, en esta diversidad también de lo regional y lo que representa lo heterogéneo también que es Colombia. Se está recogiendo un sentimiento popular muy fuerte y con mucha intención de ver las cosas cambiar. Y algo muy interesante y poderoso de la campaña de Petro y Francia es que hay regiones donde nunca jamás un presidente ha ido ni iría. Y ellos están llegando; de hecho empezaron esta campaña con los recorridos sobre las fronteras; con Venezuela, tan crítica; con Ecuador, y la frontera con el Caribe y Panamá. Entonces, está viéndose una Colombia que no estamos habituadas a ver ni en los medios de comunicación ni en las ciudades y ésa es la que va a salir a votar, porque va a haber una masiva participación de esas poblaciones que nunca habían votado. Esta nueva y oxigenada izquierda, que todavía tiene mucho que pulir en términos de su propia autodefinición, sin embargo es muy contundente en términos de lo que representa. Hay quien dice que Gustavo Petro es la marca y Francia Márquez es el símbolo; y creo que es una muy buena manera de sintetizar.