Por Catalina Arca
Vuelve “Bailando por un sueño”, que reproduce estereotipos y discriminaciones. Pese a una multa millonaria, es aceptado porque la violencia mediática está arraigada en la tv. Qué herramientas existen para denunciar contenidos misóginos.
Esta noche comienza la novena edición del programa más visto de la televisión argentina y, con él, retorna la cosificación del cuerpo de las mujeres y la violencia mediática en prime time. Culos, tetas, escándalos y bailes regresan a la pantalla chica gracias a “Bailando por un sueño”, el ciclo realizado por la productora Ideas del Sur de Marcelo Tinelli.
En términos audiovisuales, la cosificación del cuerpo de las mujeres se produce a través del uso estratégico de las cámaras que utilizan los planos medios que apuntan sobre determinadas partes que, teóricamente, incitan al deseo. De esta forma se coloca a las participantes en el lugar de objeto sexual, cuya única finalidad se relaciona con el consumo por parte de la platea masculina heterosexual que no puede controlar sus impulsos.
Según el informe realizado por el Observatorio de Radio y Televisión en 2008, el programa hace un “uso reiterado de estereotipos negativos y expresiones discriminatorias por motivos de género (entre mujeres y varones y por diversa orientación sexual o identidad de género), por aspecto físico o discapacidad”, cuando el formato de la emisión televisiva en otros países apeló a “elencos rutilantes donde el jurado constituido por figuras del espectáculo se limitaba a evaluar la actuación y las habilidades de los o las participantes”.
Sin embargo, para Sandra Chaher, periodista especializada en el abordaje mediático de las temáticas de género, el retorno del conductor no representa un problema en relación a la cosificación por que el modelo discriminatorio ya se encuentra cimentado en los medios. “Hoy la televisión tiene tantos clones de Tinelli, el modelo que él propuso en la década de 1990 ya fue tan copiado, que hoy no me parece significativo que vuelva ni que se vaya, porque el modelo discriminatorio está instalado”.
La multa
En octubre de 2011, el programa Showmatch, que contiene al “Bailando”, fue multado por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) por el desnudo que protagonizó Cintia Fernández en uno de los segmentos de danza. Para el organismo que vela por los derechos de las audiencias, se violó la ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes.
Sin embargo, la infracción no hizo mención a la violencia mediática en términos de cosificación y reproducción de estereotipos de géneros. El inciso ‘f’, del artículo 6 de la Ley nacional 26.485, más conocida como contra las Violencias de Géneros, define a la violencia mediática como “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadoras de violencia contra las mujeres”.
Para que se efectúe el cobro de la multa -valuada en ese entonces por 4 millones de pesos- los trámites deben quedar efectivos ante los organismos correspondientes, situación que aún no ocurrió. En este sentido, Chaher consideró que la penalización “tiene un valor simbólico importante porque si se le generaran otras a él, como a otros programas, provocarían un efecto simbólico que actuaría culturalmente. Es lo más importante, porque el cambio finalmente tiene que ser cultural”.
El desafío: nuevos contenidos
En el año contra las violencias de géneros y la violencia mediática en los medios de comunicación y en un país con una nueva legislación en materia de servicios de comunicación audiovisual, los desafíos continúan presentes ¿Qué pasa si se ofrecen productos distintos, diversos, con otras temáticas, pero que aún así entretengan? Podría ser la pregunta del millón.
“El tema es que son los programas más vistos pero también ocurre que es lo único que hay. Si vos ponés la televisión en el horario de la tarde, tenés pocas alternativas. Otra cosa es si vas a cable” reflexionó la periodista. Las excepciones en materia de oferta audiovisual existen y algunas con grandes éxitos en la pantalla chica. Sin embargo, se vuelve a lo mismo: es necesario un cambio cultural que genere una nueva mirada en la audiencia que sea capaz de disfrutar del entretenimiento, sin que éste apele a la cosificación o estereotipos que discriminan.
Y, mientras tanto, a apropiarse de las herramientas
Para avanzar en la defensa de los derechos de las mujeres se pueda contar con la Defensoría del Público, creada a partir de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tiene el propósito de velar por los derechos de los y las oyentes y televidentes. Su principal tarea es recibir consultas, denuncias y reclamos de la audiencia argentina. Asume la voz de aquella persona que considera que hubo algún contenido mediático ofensivo o discriminatorio y media entre el público y la productora a cargo de esos contenidos. Si bien no tiene la facultad de sancionar, sí puede dictar resoluciones rápidas.
Por otro lado, el público cuenta con el Observatorio de Radios y Televisión, un espacio de cooperación institucional conformado por la AFSCA, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y el Consejo Nacional de las Mujeres (CNM), cuya tarea reside en la creación de monitoreos de medios para controlar, sin por ello censurar, todos los contenidos que se difunden en el país.
El tercer instrumento es la propia AFSCA, cuya tarea es hacer cumplir la ley 26522. Su principal facultad radica en que es el único organismo capaz de dictar sanciones sobre los contenidos que infrinjan la nueva legislación.