Crédito: Toty Cáceres.
Por Cezary Novek. Una semana después del lanzamiento de Los suplentes, su tercer libro de relatos, Marcha habló con David Voloj sobre la forma de mirar el mundo a través del cuento breve.
Escritor, docente y periodista cultural, David Voloj nació en Córdoba en 1980 y es Licenciado en Letras Modernas. Colabora con varios medios gráficos y ha ganado los premios Luis de Tejeda (2007) y Fondo Nacional de las Artes (2009), entre otros. Es autor de los volúmenes de cuentos letras modernas (Recovecos, Córdoba, 2008), Asuntos internos (Raíz de Dos, Córdoba, 2011) y la nouvelle Muñecos de Plastilina (Cosas de mimbre, Córdoba, 2012).
La narrativa de Voloj se caracteriza por el despliegue de un humor absurdo, a veces grotesco, siempre satírico. Situaciones cotidianas llevadas al extremo, coyunturas que empujan a los personajes a confrontarse con el ridículo existencial y una escatología moderada y elegante, desarrollados en una prosa sencilla y eficaz son algunas características que hacen a su marca registrada.
En Los Suplentes (2014) se pueden encontrar familias ensambladas que desenvuelven guerras cotidianas bajo una forzada amabilidad a medio camino entre la corrección y la indiferencia hacia las relaciones humanas. Una familia cuyo eje es el chicle es una de las notas de humor más altas del libro. Hay también una abuela justiciera que enfrenta una banda de narcotraficantes, un padrastro que termina preso por intentar convertirse en un Papá Noel tercermundista, un violinista perdiéndose cada vez más en el laberinto de su propia soberbia, una pareja congelada en la indecisión al querer planificarlo todo, un niño que cobra a sus compañeros para extraerles los dientes y repartir los porcentajes de las ganancias que deja el Ratón Pérez, un padre de familia que se queda a vivir en la ruta con tal de no dejar solo su auto durante un control. Y la lista sigue con argumentos entre tiernos y disparatados, siempre divertidos.
Son catorce relatos de extensión entre breve y mediana, agrupados bajo los diferentes títulos: “Los suplentes”, “Chicos raros”, “Situaciones improbables” y “Bonus-tales”. El último grupo incluye dos relatos ya publicados: “Fronteras” (ganador del XVIII Premio de Relato Joven El Fungible, Alcobendas, Madrid) y “Huesos” (incluido en la antología Los Nuevos, Edit. Babel, 2013). En el primero, un hombre pasado de peso sufre el calor infernal del desierto de la frontera de México mientras se refugia en sus pensamientos dedicados al Fernet con Coca. En el segundo, el protagonista narra sus aventuras junto a su tío profanador de tumbas. Es un libro ameno y atrapante, amigable, cuya lectura completa se puede llevar a cabo en uno o dos viajes en colectivo.
En diálogo con Marcha, David Voloj nos comentó algunos aspectos del libro, su interés por el humor satírico, sus lecturas y sus procesos.
En la mayoría de los cuentos se nota que retomás un tópico presente desde tu primer libro que es el humor derivado de situaciones que rompen con el orden, la limpieza, la prolijidad o los protocolos. El cuento “Gran angular” es un ejemplo de ello. “Fronteras” también. ¿Construís algunos de tus relatos desde el rechazo o la fobia hacia algo? ¿Qué vino primero, el título disparador de tramas o los cuentos que se agruparon por concepto?
letras modernas (así, con minúsculas) es, a la distancia, un libro iniciático y caótico donde aparecen distintos tópicos. Creo que por entonces era un tipo más ambicioso y tenía otra idea de la literatura, de manera que quería tocar las puertas de todos los géneros. Por eso aparecen algunos juegos extraños, textos que van desde el realismo al fantástico, desde el grotesco a la fábula, desde el relato naif al erotismo virulento. Ahora bien, ya entonces el humor aparecía como el eje sobre el cual construyo la ficción, lo cual me sigue pareciendo fundamental.
En cierta forma, mi idea del humor sigue por esa línea que mencionás: la ruptura del orden regular, la transgresión. Me gusta trabajar con el momento mismo en el que lo racional se deshace y todo gesto civilizado cede lugar a lo ridículo, a lo ilógico. Porque, en definitiva, cualquier idea de lo absurdo o lo ilógico muestra los límites de nuestra propia lógica. Cuando ocurre algo que trasciende lo que aceptamos como “normal”, solo podemos responder con la risa o el espanto.
Las situaciones que me interesa contar no son las que rompen con las leyes naturales del mundo sino las que alteran las construcciones imaginarias, sociales, psicológicas. Me pregunto ¿por qué está bien hacer tal o cual cosa?, y mis personajes hacen lo contrario. No me guían las fobias… O quizás sí, pero no las traduzco en relatos.
El título apareció al final, al momento de pensar la unidad del libro. Algunos relatos quedaron afuera porque tocaban otros temas. En cuanto a los dos primeros cuentos, que integran la sección que se llama “Los suplentes”, la cuestión es más evidente. Alguien que comienza una relación con una persona que tiene hijos está en una situación de desigualdad que nunca se podrá superar. Es difícil para él o para ella, es difícil para los chicos. No hay forma de reemplazar a nadie y, entonces, se debe jugar con reglas difusas y casi siempre se lleva las de perder. Vos le podés poner toda la onda, la mejor predisposición, pero el lazo es frágil, al menos al principio. La figura del suplente me parecía muy interesante, por el abanico de significados. Alude al deporte, al fútbol, a la docencia, a la familia. En ocasiones, el suplente cumple las expectativas del resto, a veces las supera, pero nunca será el titular. El suplente carga un peso inherente a su rol. Lo que me parecía necesario lograr era que, en algún punto, el mismo suplente tuviera la capacidad de reírse de sí mismo.
El título del libro, ¿alude a los suplentes como prótesis de alguna ausencia en la vida de alguien?
No, no tiene que ver con los perdedores. Los suplentes son siempre alternativas, opciones que en determinado momento, bajo ciertas condiciones, se concretan. En la zona frágil de lo posible se mueve el suplente. Y nadie está exento de habitar ese territorio.