Por Andrea Sosa Alfonzo y Miriam Moreyra. La escalada de los relatos punitivos. La justicia en manos de la calle y los territorios en manos de la desidia. Una maquinaria mediática que se erige sobre la justicia de mano propia. Kiki y la verdad que nadie quiere decir.
Todos mienten. Todos tergiversan. Todo indica que avanza una escalada violenta que culmina con la militarización de nuestros territorios y que se expande desde las calles, hasta los medios y las cámaras legislativas y judiciales. La agenda mediática instaló la significación de los “linchamientos” como la capacidad de respuesta de nuestra sociedad ante la amenaza de la inseguridad en los barrios. Producto de la crisis, de la ausencia de respuesta de las fuerzas de seguridad, del avance de la criminalización en las zonas “inseguras” vinculadas a los narcos, hasta las barras de fútbol y los pibes chorros. La instalación de este tema se realizó a través de la maquinaria imperiosa del relato hegemónico de los medios masivos que cala hondo en el imaginario social, instalando eso precisamente: de qué hablamos y qué entendemos cuando decimos “inseguridad”.
Pero el linchamiento además adquirió una capacidad objetivante y fue la de establecer que todos y cada uno de nosotros ejerza las normas de conducta, establezca la sanción y desarrolle el poder jurídico represivo y todo en pos de la reestructuración de la descomposición social.
Todos somos jueces, y el que es juez encubre
Uno de los últimos casos que los medios de comunicación en su afán de cubrir mediante el periodismo serio y de denuncia la renovada sensación de inseguridad –la anterior fueron los saqueos- que viven los argentinos cuyo desenlace son los linchamientos, fue el caso de un pibe que robó en Palermo, fue denunciado por el actor Gerardo Romano y apresado por la Policía Federal.
En el caso intervino el Juez Facundo Cubas quien sobreseyó al detenido por robarle el reloj a un turista en el barrio de Palermo. Los medios titularon primero: “Gerardo Romano evitó que linchen a un ladrón”, “Gerardo Romano salvó al ladrón de ser linchado” entre otros y horas después cuando fue liberado por la justicia los títulos mencionaban, “Liberaron al ladrón que capturó Gerardo Romano”, “La bronca de Gerardo Romano por la liberación del ladrón” y otros títulos bastante similares –la prensa masiva argentina no se caracteriza por la creatividad-. El sólo hecho de la intervención de un actor devenido a menos en el último tiempo, hizo que la noticia se viralizara en la mayoría de los canales de televisión y sus respectivas replicadores en formato web. La espectacularidad del linchamiento o la incapacidad de la justicia ante los paladines del espectáculo, es casi la lectura que uno podría hacer.
La agenda mediática se desgarraba las vestiduras ante el atónito gesto del actor cuando se enteró que 12 horas después, de su gesto de responsabilidad social y de reemplazo de las garantías que debe proveerle el Estado a cualquier ciudadano, sea chorro o no, -cumplidas satisfactoriamente por él-, la justicia había liberado al ladrón. Por su parte, Cubas argumentó que “en el caso no se presentan ninguno de los riesgos procesales previstos en la ley que hubieran permitido el dictado de la prisión preventiva, dado que el justiciable no posee antecedente condenatorio alguno, se constató que vive donde indicó y no registra ningún pedido de captura dispuesto por otro Tribunal”, lo que uno puede entender como un correcto funcionamiento de la Justicia.
Sin embargo, más trágico resulta las actuaciones en donde sí Cubas encubrió utilizando el aparato judicial sin escalas. Y en donde sí la agenda mediática masiva hace vacío en el relato antirrepresivo: Cubas tiene varios antecedentes en relación a sobreseer que destilan aún mayor grado de pestilencia del que se le acusó en este caso. La maquinaria de la mentira y la tergiversación mediática sin embargo, ha definido sólo referirse al magistrado en relación a la ausencia de sus funciones ante la demanda de actuación de toda la sociedad, y de Gerardo Romano en particular.
Cubas, tiene varios antecedentes respecto de violentar las normas jurídicas sin investigación previa. Y está señalado por familiares de víctimas, en otros casos de violencia jurídico institucional, luego sufrir la pérdida de un ser amado en manos de la maldita policía.
La verdad de Kiki
Cubas, fue el magistrado que actuó en el caso de Jonathan Kiki Lezcano y de Ezequiel Blanco, asesinados el 8 de julio de 2009 por la Policía Federal. El policía Daniel Santiago Veyga, quien alegó haber actuado en defensa propia mientras intentaba evitar el robo de su auto y asesinó a Lezcano y Blanco, declaró mediante un escrito que presentó ante el Juzgado del magistrado –quien además fue quien intervino en el caso Bulacio-, y posteriormente fue sobreseído de la causa. Luego, el 21 de noviembre de 2012, la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal resolvió revocar el sobreseimiento del imputado y apartar de la causa al juez Cubas. Sin embargo Veyga recibió nuevamente el beneficio de la duda el 23 de noviembre de 2013, de parte de otro juez, Juan Ramón Padilla.
Marcha y FM Che Barracas dialogaron con Angélica, la mamá de Kiki, sobre la inseguridad, el relato de los medios, la instalación de los “linchamientos” como la nueva práctica punitiva en manos de la sociedad y la legitimación del encubrimiento y la criminalización de la pobreza.
“Volvemos a lo mismo que ya dije alguna vez, allá por 2010, cuando pasó esto con el hijo de Antonio Grimau, que bueno, como era el hijo de Antonio Grimau lo medios se hacían eco, pero a Kiki le habían pasado peores cosas que a este chico, porque a Kiki lo enterraron como NN. Hoy por hoy, siento lo mismo que sentí en esa oportunidad, de saber que salen por todos los medios, y acá no hubo ninguna muerte; y estamos hablando del mismo juez que ni siquiera tiene que ser juez, y que en 2009 resolvió enterrarlo como NN y con la muerte de los chicos ningún medio se acercó. Pero hoy como es mediático, y como interviene un famoso…Pero hay que ver que acá no hubo muertes, y en el 2009, sí. Estamos hablando del mismo juez Cubas corrupto, el que no mira ninguno de los papeles. Anoche estaba mirando en un canal de tv pública el nombre de él y (estaban) hablando por lo mal que trabaja y ejerce el poder que tiene como juez” dice Angélica entre bronca e indignación.
La cobertura mediática es perversa, tiene esa capacidad depredatoria de construir relato incluyendo y eliminando fragmentos de la historia que tiene que ver con la vida, con la muerte y con la ausencia de justicia: Tampoco se mencionan casos anteriores donde este mismo juez también intervino, y sobreseyó de forma muy irregular por ejemplo al comisario Fernández que fue el encargado de hacer un desalojo violento de cartoneros en Belgrano. Julio Cesar Federico Fernández, titular de la Comisaría 33, fue acusado de cometer abuso de la fuerza pública, lesiones, abuso de autoridad, violación de los deberes del funcionario público y privaciones ilegítimas de la libertad durante el desalojo realizado conjuntamente entre la Policía Federal y la UCEP en febrero de 2008. “No se mencionan ni se cuestionan estas otras decisiones que tuvo en otras causas también”, se pregunta sin repuesta Angélica.
“No sé yo cómo puede seguir siendo juez. Tengo mucha bronca, me gustaría salir y decir que no sólo es por el desalojo, también dejó a un policía libre, allá por el 2008”. La mamá de Kiki denuncia con el poder del fuego y de la palabra ardida. Se refiere al caso de Hugo Sbardella, jefe de la Cárcel de Devoto, quien fue beneficiado con la prescripción de una causa en su contra por una golpiza que había dejado ciego a un preso, “cuando en la penitenciaría de acá de Devoto, un joven (Gabriel Martínez, de 25 años) perdió el ojo, y también casi muere. Dejó al guarda cárcel sobreseído. Sí, en todos los trabajos que a él le toca investigar hace lo mismo que hizo ahora”. Pero se corrije con firmeza: “No, más que ahora, sólo hay un famoso de por medio y los medios se hacen eco de eso”.
En 2006, también sobreseyó a dos policías acusados de golpear a un hombre de 67 años por negarse a ser testigo de una detención que no vio.
El caso de Kiki aún es un dolor en el pecho de sus familiares y seres queridos, y una causa que levanta las banderas inclaudicables de cientos de jóvenes militantes. Sobre cómo actúan los grandes medios, que cubren este tipo de noticias y las usan de forma muy sensacionalista, hay que tener en cuenta que la violencia institucional hacia los pobres se invisibiliza constantemente, Angélica asegura “Es lo que dije siempre, esto le pasó a Kiki por vivir en un barrio pobre, por ser un negrito, morocho con vicera, con gorrita. Y volvemos a lo mismo de los barrios pobres; si esto hubiera pasado en un barrio pobre, realmente no le hubieran dado bolilla pero como pasó en Palermo” sí, como pasó en Palermo e involucra la espectacularidad de la inseguridad, sí. “Como también pasó el caso de Ángeles Rawson –continúa- que también da mucha tristeza, porque también hubo una muerte, esta jovencita que el portero mató y por cuánto tiempo estuvo en los medios. Pero hay casos que no, como el mío, que no salimos simplemente, que nadie nos da un oído, y esa violencia la sufrimos día a día, porque vivimos en un barrio pobre, porque somos pobres, y la democracia no sé si está para los pobres”. Y la justicia parece que tampoco.
Angélica analiza el discurso de los medios sobre los “linchamientos” y lo vincula a los dispositivos que se instalan sobre la criminalización de la pobreza. “Acá no sólo tenemos la perdida de Kiki, sino también de Ezequiel, de muchos pibes que acá en el barrio, como el Pipi Alvares, los perdimos”. Gabriel Omar “Pipi” Álvarez primo de Kiki, que también vivía en la villa 20, “fue asesinado por el Percha” -ex-sargento Rubén “¨Percha” Solares-, el 2 de febrero del 2000. “El Percha mató a más de diez pibes por acá y nadie se hizo eco, nadie se hace eco de esto, solamente las madres tenemos que salir a luchar, a pedir justicia, y a pedir, ahora más que nunca poder escrachar a este juez que no ejerza más”.
“Yo no voy a poner en duda en este caso y a reclamar el investigar por qué le dio la libertad a este pibe, pero sí el obrar de él, de lo que tiene que hacer y no hace, eso sí que lo voy a reclamar, siempre lo voy a reclamar”. La realidad se vuelve dura e inmensa sobre la memoria, y trae al presente en un santiamén todo el dolor acumulado. “Mirá las vueltas de la vida que hoy por hoy en todos los medios están hablando de Fernando Cubas y por qué no hablaron – de él- así en el 2009, cuando él tuvo el caso de dos chicos asesinados, (cuando) les reventaron la cabeza de dos tiros y los enterró como NN” dispara a todos los oídos. “Él tenía toda la documentación, sabía el nombre de mi hijo, pero igual lo enterró así” Como un nadie, como los nadies que son para los medios y para la justicia los que viven en los barrios a donde ni los turistas ni Gerardo Romano llegan. “Hasta dos años después mi hijo siguió siendo NN, hoy en la causa está como Kiki Lezcano, pero siempre fue NN para ellos, ¿cómo no se fijaron antes? Pero esto viene de la mano de la impunidad, de que a los pobres nadie nos da bolilla, de que somos un número más, y que a nadie le importa. Viene de la mano de muchas cosas que están incorrectas y que se tiene que empezar a cambiar. Pero tenemos que empezar a cambiar y hacernos cargo, y escracharlo a este juez corrupto que no le importa nada de nada y que sigue haciendo sus chanchadas, que hoy en 2014, sigue obrando como obró en el 2009 y anteriormente”.
Fernando Cubas tiene una denuncia de la defensoría del pueblo desde el 2009 en relación a la falta de investigación en las causas y a las irregularidades con las que procedió en el caso de Kiki Lezcano y Ezequiel Blanco, “Casación la negó –en su momento- y no dio lugar a la queja que (los organismos) de Derechos Humanos le pedían que investigue al juez porque estaba trabajando mal y que fue negada. Apelamos nuevamente en un sentido más positivo, porque nosotros estamos poniendo en una hoja, lo que hoy se hace visible: que el juez es un corrupto”.
“Yo agradezco a los medios populares y alternativos que están siempre pidiendo y que nos dan un lugarcito. Ojalá se hicieran eco estos medios grandes que de grandes no tienen nada, pero que pueden llegar a mucha gente y que algún día nos den el lugar que merecemos y que por derecho tenemos que tener todos aquellos que hemos perdido a un ser querido, a un hijo”, dice Angélica, la mamá de Kiki, que vive en villa 20, allá a donde ni los Romanos, ni los Cubas, ni los medios masivos que construyen relato sobre la criminalización y la inseguridad, parecen llegar.
Ahí donde la violencia punitiva que hoy aplica la sociedad sobre los violentos, los chorros, los pibes que portan un rostro y un barrio más que un arma, y que los medios celebran, escriben, fotografían y relatan bajo las carátulas de “linchamiento” y que la Justicia reproduce bajo un manto jurídico represor, y que el Estado avala con el vaciamiento y el corrimiento peligroso hacia las fuerzas de seguridad con avanzada sobre los territorios, son los enclaves donde los Kiki, los Bulacio, los Blanco, los Kevin, los Arruga y tantos otros, quedan atrapados en una encrucijada protofascista.