Por Tomás Astelarra y Matías Pujol, desde La Paz. Bolivia transita un proceso de cambio no exento de contradicciones. La profundización de las políticas de izquierda, las razones del extractivismo y la participación popular en el Estado son algunos temas que aborda el sociólogo Jorge Viaña.
Jorge Viaña es sociólogo, investigador de los movimientos sociales en Bolivia, con un amplio bagaje por zonas del altiplano y las tierras bajas, universidades de ciudades intermedias, cursos de formación y una vasta producción de artículos y libros para entidades intelectuales.
Desde hace dos años trabaja en la creación del Centro de Estudios Sociales de la Vicepresidencia de la Nación, donde se crearán grupos de estudios acerca de las realidades que debe enfrentar el país frente a un acelerado “proceso de cambio” que ha generado evidentes logros en la redistribución de la riqueza y el acceso de la clases populares a la infraestructura básica para un “buen vivir”, pero también carga con una serie de contradicciones en cuanto al modelo de desarrollo y la adaptación de las particulares formas de ver la vida de la población indígena-campesina, ahora inserta en posiciones claves de las instituciones del Estado, la política y la economía local.
¿Cómo es la actual situación del proceso de cambio en Bolivia? Pareciera que hay algunas contradicciones, o al menos externalidades. Y muchos disconformes del propio bloque de gobierno.
Desde el 2009, cuando desapareció la derecha organizada del escenario político, están implosionando las contradicciones internas. Esto ha marcado diferencia en el bloque de poder que se ha ido construyendo en los últimos 30 años. Como en todo proceso complejo hay muchas fracciones que, también hay que decir, muchas veces están influenciadas por intereses mezquinos. Pero suponiendo el escenario de buena fe del proceso, hay dos corrientes y en el medio veinte grises. Una mucho más pragmática que quiere recuperar excedentes, distribuirlos y lo demás prácticamente no comprende o no le importa. Ésta corriente tiene un control fundamental de las herramientas más importantes del proceso estatal. La otra corriente, la del buen vivir, tiene cierta importancia discursiva, pero medio que ha perdido la pulseada. Muchas veces se cae en una visión muy estatalista o economicista y se descuidan otros aspectos.
Hay dos grandes transformaciones de este proceso, una más estructural, de la recuperación de excedentes y generación de nuevas dinámicas económicas. En este sentido, no creo que haya demasiados cambios más allá del ingreso al Estado de 6.000 millones de dólares en concepto de hidrocarburos, que es una suma enorme para una economía como la boliviana, sumado a una utilización de este excedente en la redistribución social.
La otra más subjetiva es cómo la gente está viviendo este proceso. Por dar un ejemplo, hace poco el ministro de Economía anunció que habíamos dejado de ser el país más pobre de Sudamérica. Sea verdad o no, es un mensaje muy fuerte. Por otro lado, hace diez años un niño del campo podía aspirar a ser heladero, como mucho abogado. Hoy dice: “Yo quiero ser presidente”. Esto ha desatado toda una pujanza económica. Tiene aspectos muy interesantes, como una especie de modernización plebeya. Pero hay una dificultad de poder ensamblar el proceso estatal con las dinámicas económicas y sociales que siguen siendo muy complejas, porque articulan redes de parentesco, lógicas de contrabando, y una manera diferente en cuanto a la expansión de negocios y la acumulación de capital.
Hay muchos aspectos en los que no se ha avanzado demasiado, pero si uno se posiciona desde un punto de vista histórico, tampoco era posible avanzar mucho más. Hay que valorar los avances, pero también tener una visión que no esterilice las posibilidades de seguir facilitando el proceso de cambio.
Hay muchas críticas con respecto al avance del extractivismo.
No hay debates serios. Por ejemplo, acerca del acceso a la tecnología. No me vas a decir que no podemos usar tecnología. Pero tampoco me vengas con que la tecnología per se es buena, que es una herramienta como el martillo, y si eres socialista las usas bien y si eres capitalista la usas mal. No es verdad. La tecnología incorpora un tipo de diseño, por ejemplo, la cadena de montaje fordista, que no se puede montar en ningún lugar del mundo sin reproducir dominación capitalista. La tecnología incorpora un diseño de organización del mundo, de la vida, del trabajo. Deja de joder con tu extractivismo pragmático que se va a chingar todo para generar excedentes, y vos deja de joder con tu fundamentalismo antiextractivista que nos anula toda posibilidad de desarrollo. Hace falta tener el billete en el bolsillo, pero no por eso dejar de lado las ideas básicas de proceso. Si Brasil, que es la octava economía del mundo, ha profundizado su extractivismo, ¿qué quieren que haga Bolivia? La división internacional del trabajo ha impuesto eso y por cuarenta años estamos jodidos. No solo nosotros, también Argentina, Brasil y hasta India que es un monstruo.
No vamos a salir de eso. Eso no tiene que ser pretexto para pasarte por el forro los grandes problemas ambientales. Entonces discutiremos cuál es el nivel sensato de extractivismo.
En algún artículo tuyo leímos también que la construcción de este nuevo Estado benefactor y con inserción en comunidades antes desplazadas, también ha generado una falta de incentivo en la autogestión o autogobierno.
Hay una tendencia al autogobierno en los sectores indígenas muy interesante. Eso se ha ido combinado con el surgimiento del katarismo, los cocaleros, indígenas de tierras bajas que en vez de seguir intentando torpedear al Estado, están probando desencajar ciertas estructuras del Estado y ocuparlo. Una vez ahí, muchas veces hace falta una reflexión autocrítica para mantener ciertos niveles de autonomías, aunque vinculada y negociando, participando con un gobierno afín, pero que no respondan a los intereses de ciertos dirigentes sino de las propias necesidades y demandas de indígenas campesinos y sectores populares. Todo es muy lindo en los papeles, en la Constitución, en términos discursivos, o intelectuales, pero a muchos no les preocupa la viabilidad de los procesos. Y así funciona la historia. La revolución francesa no trajo igualdad, libertad, fraternidad, pero por lo menos planteó eso. Bolivia tal vez juegue ese papel, pero más vale no quedarse en ese orgullo de haber planteado algo imposible.
*Esta entrevista es la primera de una serie de charlas sobre el “proceso de cambio” que vive Bolivia y que forman parte de la investigación para el libro La Bolivia de Evo Morales (crónica del país de las mamitas) que se editará este año como parte de la colección Cuadernos de Sudestada.