Por Noelia Leiva. Tres mujeres fueron lesionadas e insultadas en boliche cordobés luego de que una rechazara a un varón. Las llamaron “machonas”. La Policía permitió que los agresores escaparan y la Justicia tardó casi 24 horas en registrar sus denuncias.
“Heterosexista” es la definición justa para el ataque que recibieron tres jóvenes lesbianas, integrantes de un colectivo de lucha por la equidad de géneros, en un bar de Córdoba Capital. La golpiza comenzó cuando una de ellas rechazó a un varón, aparentemente “cabecilla” del grupo de casi diez personas que las hirió. Lograron escaparse amparados por la Policía, pero las víctimas no tuvieron un desenlace tan ameno: tardaron casi 24 horas en lograr que la autoridad judicial constatara sus lesiones y tomara sus denuncias.
El mismo día en que se clamaba por el respeto a los derechos humanos, el 24 de marzo último, la organización Devenir Diverse denunció que tres “activistas” habían sido sometidas a insultos, patadas y golpes la madrugada anterior de parte de unos siete hombres y dos mujeres. La embestida se inició cuando una de las víctimas, Leticia V (se preservará su apellido) se negó a aceptar los ‘cortejos’ de un muchacho, que todavía no pudo ser identificado. Entonces, junto a sus compañeros, comenzaron a perseguirlas por el boliche y a emplear el término “torta” como un calificativo negativo.
Como ellas también lograron evadirlos, tiraron al suelo a la joven y la golpearon en los genitales. También les pegaron a su esposa y a una amiga, que recibieron golpes en la espalda, la cabeza, los ojos y las costillas. Quien inició la violencia “textualmente dijo ‘no se hagan las machonas, yo las conozco bien a las lesbianas; las perdonamos porque son mujeres’”, relató ante Marcha Verónica C, compañera de la primera de las agredidas y también víctima de los puñetazos. Evelyn C fue la tercera dañada.
Como macho alfa que no aceptaba como posible el rechazo de una chica, deseada como futura pieza de su cosecha, el “cabecilla” reaccionó con la ira que genera lo que rompe las estructuras, en un nivel de intolerancia exacerbado. “Son lesbofóbicos heterosexistas”, sintetizó la joven cordobesa, que aseguró que el bar Been, donde ocurrió el hecho, “suele estar concurrido por el colectivo de LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans)”, por lo que la actitud nefasta sorprendió aún más. Con el devenir de las horas descubrieron que había antecedentes de reacciones denigrantes pero ninguna registrada formalmente.
La Policía y la Justicia, segundas victimarias
Aunque la reacción de quienes estaban en el pub no fue inmediata, finalmente algunos concurrentes lograron que los agresores se marcharan. Estuvieron en la puerta, quizás a la espera de que las jóvenes también salieran. Les dijeron a dos efectivos de la fuerza de seguridad que se encontraban en la calle que las chicas les habían robado las billeteras. La denuncia no fue tomada por válida porque los policías se retiraron del lugar sin intervenir contra ellas, pero también permitieron que los muchachos se fueran. Por eso es que aún se desconocen sus nombres y paradero, aunque algunas de las denunciantes aseguran que pueden reconocer, al menos, al que inició la golpiza.
Con el dolor “en el cuerpo y en el alma” que sentían, según graficó Verónica C, tuvieron que atravesar un derrotero de estigmatización que no terminó sino hasta entrado el día siguiente. En el Hospital Nacional de Clínicas le denegaron la atención -un derecho constitucional- porque tenían “muchos casos más graves”, aseguró Devenir Diverse desde su parte de prensa. Acudieron entonces a la Central de Policía de Córdoba, que las derivó a la Comisaría Tercera y de allí a la Unidad Judicial 1, siempre en la capital provincial. Tuvieron que aguardar una hora para que radicaran la denuncia y luego otras cinco para que un médico constatara las heridas.
Sin embargo, el registro de las lesiones recién se concretó al día siguiente, luego de reiterar en cada ocasión los relatos de la escena, de reposicionarse en su rol de víctimas merced a la burocracia. Hoy ampliarán la denuncia frente al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) y el Tribunal de Conducta Policial.
“Lo peor fue la violencia institucional a la que fuimos sometidas ya que el personal al que consultamos nos trató muy mal, estaba totalmente desinformado” sobre cómo actuar ante casos donde la supuesta virilidad del patriarcado se define en los puños de un varón agresor. “Las lesiones que fueron constatadas por los médicos son leves pero las peores son las del alma. Jamás en mi vida imaginé vivir una situación así. Me da mucha angustia, no sólo la agresión física sino la falta de respuestas efectivas ante semejantes hechos”, cuestionó la joven.
Por la inacción policial y judicial, al momento no fueron identificados los responsables, por lo que esperan que las personas que presenciaron el ataque aporten datos, que pueden enviarse a devenir.diverse@gmail.com.
El “peligro” de no ser la “típica” mujer
“Típica” por “arquetípica”, por hecha en los límites fieles del modelo patriarcal: las mujeres que se definen por fuera de esas bases y deciden desear a otras de su mismo género son rechazadas por la heteronorma, son contradictorias en el marco cultural machista. La violencia de segregar aquello que no obedece a las dicotomías sexistas alcanza, como en este caso, en su expresión extrema de la agresión física.
Cuando todavía está vigente el dolor por el femicidio de Natalia “Pepa” Gaitán, también en Córdoba en 2010, las instituciones clásicas aseguran que el poder vertical del “macho” se concentre. Jueces, comisarios, maridos, novios, padres son representantes sociales y domésticos del discurso instalado contra el que las identidades disidentes luchan. Denunciar y gritar en nombre de la equidad son pasos hacia adelante para erradicar la desigualdad instalada por la falocracia.