Se cumplieron 18 años de la muerte de Roberto Bolaño, escritor chileno, que dejó con sus 50 años de vida una obra prolija que sigue inspirando a toda una generación de escritorxs. Un breve recorrido por su vida y obra.
Por César Saravia
Roberto Bolaño, chileno, aunque también podríamos llamarlo mexicano o catalán, en definitiva, habitante del mundo. Bolaño representa la figura del nómade del mundo contemporáneo. Para decirlo de manera romántica y poética. Porque lo cierto es que Bolaño es también migrante y también un desterrado. Su historia empieza en Chile, pero tiene un largo recorrido en México donde Roberto se construirá a sí mismo como poeta. No solo en cuanto a escritura, sino en cuanto a forma de vida.
Su primera etapa de migración fue de niño, cuando con su familia, en 1968, se mudaron a México. Ese México de riquezas provenientes de la industrialización, y al mismo tiempo, del horror de Tlatelolco. Años más tarde, Bolaño volverá a Chile en los meses previos del golpe a Allende. Un adolescente Roberto se lanza en una aventura por tierra y barco detrás de una revolución a la que llegará tarde. Cuando desembarca en Chile, el golpe estaba por consumarse y el joven escritor caerá preso durante 8 días. Sobre estos hechos, Bolaño reflexiona haberse sentido traicionado por Allende, al no llamar a la defensa, pero que, con los años, tomó consciencia de las vidas que salvó con esa decisión.
Tras ser liberado, vuelve a México, y el país se su infancia se pierde en un recuerdo al que no volverá si no muchos años después. En su libro, “Los Perros Románticos”, Bolaño escribe:
En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
En la obra de Bolaño, la figura del poeta es captada en toda su dimensión. Desde los real visceralistas, en alusión al infrarrealismo, movimiento poético que fundó en sus años juveniles en México, a mediados de los 70, con una tónica desafiante de la élite literaria encabezada en aquel entonces por Octavio Paz, pasando por los poetas campesinos y los poetas comunistas, hasta la representación cabal de que el ser humano es capaz de crear belleza y terror, como lo muestran sus obras Estrella Distante, La Literatura Nazi en América y Nocturno de Chile.
Bolaño falleció a los 50 años. Una vida corta para un escritor que no llegó a disfrutar ni una década de su fama pero que igual dejó una obra prolija. Al mejor estilo de Borges, creó un mundo de personajes e historias alrededor de las cuales es difícil saber dónde termina y dónde empieza. Las novelas de Bolaño pueden ser leídas como en diálogo entre sí, como pequeñas secuelas de una historia todavía mayor.
De ser un escritor de nicho a una figura del postboom. Cuando se creía que la novela en español había muerto, con Los Detectives Salvajes, el autor chileno, construye una novela que es también un diccionario de escritores en México, en particular, pero que se extiende a toda Latinoamérica. Los estudiosos de la literatura dicen que, sin la segunda parte de Los Detectives Salvajes, esta sería una novela más.
Es que quizás, es en Los Detectives donde su obra converge. Pero también, puede ser entendida como la novela de su punto de partida. Una poeta uruguaya que se esconde en un baño durante la intervención militar a la Universidad Autónoma de México en el 68, un chileno (su alter ego) que habita un camping en Barcelona donde un asesino en serie acecha, o el poeta que busca al represor que hace poemas en el aire (Estrella Distante y La Literatura Nazi en América).
En los Detectives Salvajes, el encuentro de Ulises Lima (Mario Santiago Papasquiaro) con Octavio Paz, una escena que ocurre hacia los últimos capítulos de la segunda parte, es quizás el encuentro que expresa la noción que Bolaño tiene sobre la poesía. Dos mundos antagónicos, que convergen y que cierran una discusión en un encuentro en el que nadie sabe que pasa. Sobre su amigo Papasquiaro, Bolaño escribe:
A veces sueño que Mario Santiago
viene a buscarme con su moto negra.
Y dejamos atrás la ciudad y a medida
que las luces van desapareciendo
Mario Santiago me dice que se trata
de una moto robada, la última moto
robada para viajar por las pobres tierras
del norte, en dirección a Texas,
persiguiendo un sueño innombrable,
inclasificable, el sueño de nuestra juventud,
es decir, el sueño más valiente de todos
nuestros sueños.
La primera vez que leí a Bolaño fue gracias a la recomendación de un amigo. Desde entonces, he leído al menos 12 de sus libros y varios que hacen referencia a su obra y vida. Y sin embargo, la lista de pendientes sigue siendo amplia. Sobre el estante donde acomodo alguno de mis libros descansa 2666, quizás la novela más glamourosa por la expectativa que generó entre los fans. Una novela de 1200 páginas en un mundo marcado por lo rápido, lo breve. Quizás sea eso lo que la hace tan especial, casi fetiche. Apenas unos días antes de su publicación, ya habían sido vendidas varias copias en la preventa, en varios idiomas, una obra que alcanzó a fascinar a autoras como Patti Smith.
La amplia producción de Roberto Bolaño da cuenta de un personaje que escribía, no solo como profesión, como forma de vida, como alguien que no pareciera conectar con la vida de otra forma que no sea esa. Un lector que escribe, un escritor que arriesga, una obra que perdura.