Estamos frente a una crisis laboral inédita ocasionada por el COVID-19, cualquiera sea la escala que elijamos mirar: mundial, regional o local. La pandemia ha cambiado de cabo a rabo la realidad del mundo del trabajo; ahora bien, ¿cómo impacta esta realidad en el mercado de trabajo de la Argentina?
Por Matías Calvo Crende
En primer lugar, es necesario poner la crisis sanitaria en contexto. La pandemia desembarcó en un país afectado por la caída del PBI, un alto nivel de inflación, la renegociación de una deuda pública insostenible y una ralentización de las mejoras laborales logradas en los años previos. En este contexto, el COVID-19 despertó una crisis laboral atípica que se destaca por dos puntos: sus características y su magnitud.
A partir de una nota técnica que realizó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en una serie de países de América Latina y el Caribe (ALyC)[1], podemos sostener que el aumento del desempleo es un “indicador limitado para comprender cabalmente la dimensión de los impactos sin precedentes que esta crisis ha generado en los mercados de trabajo de la región”. Refleja parcialmente la magnitud del asunto: las pérdidas de puestos de trabajo no se traducen sólo en transiciones hacia el desempleo sino en salidas de la fuerza de trabajo hacia la población económica inactiva (el confinamiento, el distanciamiento y las expectativas desfavorables de inserción laboral motivaron la masiva salida de la fuerza de trabajo).
Al respecto, la tasa de desocupación creció estimativamente en la región de 9,3% a 11,5% mientras que en la Argentina lo hizo de 10,4% a 13,1% (del 1ª al 2ª trimestre de 2020), mientras que la tasa de participación disminuyó en la región de 61,3% a 52,6% y en la Argentina del 58,6% al 49,2% (del 1ª al 2ª trimestre de 2020). La reducción de empleo no se refleja solamente en el incremento del desempleo.
Atendiendo estas consideraciones, la OIT se sirve de otros indicadores para sistematizar la situación laboral, entre los que se destaca la contracción de las horas trabajadas. Al respecto, ALyC es la región más afectada, con una pérdida de horas trabajadas del orden del 20,9% en los tres primeros trimestres de 2020, en comparación con el 4º trimestre de 2019 (casi duplica la estimada a nivel mundial, un 11,7%). En julio de 2020 en Argentina, la tasa de suspensiones de asalariados formales del sector privado fue del 8,4% (0,8% en marzo de 2020) mientras que el 19% de las empresas había aplicado suspensiones (5% en marzo del año pasado). A su vez, la proporción de ocupados ausentes en el total del empleo fue del 21% en el 2º trimestre de 2020, frente al 2,6% de igual período en 2019.
Por otro lado, lo atípico de esta crisis laboral se advierte también en que la economía informal no tuvo un rol “contracíclico” que operó como “empleo refugio” frente a la caída del empleo asalariado: gran parte de las y los trabajadores independientes no quedaron enmarcados en las excepciones del distanciamiento social y el confinamiento. En sintonía con lo que ocurrió en otros países de la región, la tasa de informalidad en la Argentina se redujo del 36% al 24% (del 1º al 2º trimestre de 2020), según la estimación de la OIT. De igual modo, si bien la crisis afecta a todxs, no lo hace de la misma forma: ciertos grupos sociales son más afectados que otros en términos de desempleo y precarización. Tal es el caso de mujeres, jóvenes y migrantes. En relación a éstxs últimos, según otro informe técnico de la OIT, registran una concentración particularmente alta en la informalidad: un 46% del total[2].
Frente a este panorama de crisis laboral, el gobierno ha tomado una seria de medidas: para compensar los impactos de la pandemia, aplicó distintos programas para sostener el empleo y los ingresos (IFE, ATP, incremento de prestaciones sociales, entre otros.), sin los cuales el desempleo y el aumento de la desigualdad hubieran alcanzado niveles más graves. En este sentido, según los expertos, la crisis laboral se presenta como una oportunidad para reestructurar instituciones laborales, como la adaptación de los seguros de desempleo hacia un diseño que incluya la suspensión y reducción de jornada de trabajo como causal para recibir las prestaciones (no sólo el despido sin causa).
Hasta aquí hemos visto incipientemente cómo la crisis laboral del COVID-19 ha afectado al mercado de trabajo argentino (sin mencionar el aumento de la pobreza, la caída del salario real, el derecho a la desconexión, el teletrabajo y los riesgos psicosociales asociados a estrés laboral y tareas de cuidado, riesgos de contagio de los trabajadores esenciales, entre otros puntos).
Por tanto, resta hablar del “futuro del trabajo” sobre un punto concreto.
¿Cómo salir de esta crisis laboral y cómo hacerlo en la Argentina?
El acceso a las vacunas constituye un punto principal. La reestructuración de la deuda constituye otro punto crucial. Finalmente, una política fiscal con un criterio rector más progresista (para orientar la recaudación y el gasto público) parecería ser la luz al final del túnel: de cada quién según su capacidad, a cada cuál según su necesidad.
El aumento de la carga impositiva (inclusive con sus limitaciones) se convierte en una alternativa a explorar a escala global, si se toma en cuenta los posicionamientos políticos de Joe Biden y del FMI. En su primer discurso presidencial frente al Congreso de los Estados Unidos, el presidente norteamericano se posicionó en favor de gravar la riqueza para financiar la salida de la crisis. Por su parte, el FMI ha esbozado públicamente la necesidad de un impuesto extraordinario a la riqueza también para salir de la actual crisis.
En línea con estas consideraciones globales de gravar la riqueza, el gobierno argentino implementó el “Aporte Solidario y Extraordinario” a las grandes fortunas (Ley 27.605, aprobada a fines de 2020) que lleva recaudados 145 mil millones de pesos al día de hoy, según fuentes oficiales. Se ha utilizado para financiar la política sanitaria, subsidiar PYMES para sostener puestos de trabajo, mejorar condiciones habitacionales de los barrios populares, entre otras medidas.
En Argentina, si bien algunos actores económicos llevaron adelante judicializaciones para no pagar el aporte solidario para morigerar los efectos de la pandemia, el cuadro objetivamente se presenta claro a nivel global: es necesario entregar el anillo para no perder el dedo. En nuestra experiencia particular, aquellos que todavía no se han convencido, deberán aggiornarse a los desafíos que los tiempos demandan y adaptarse al cambio o pagar las consecuencias de no comprender que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza.
Se trata de volver a poner de pie al mundo con el trabajo como el gran organizador social para que pueda ser un lugar más estable y predecible.
[1] OIT (2020). “Panorama laboral en tiempos de COVID-19. Impactos en el mercado de trabajo y los ingresos en América Latina y el Caribe”.
[2] OIT, (2020). “COVID-19 y el mercado de trabajo en Argentina: el reto de luchar contra la pandemia y su impacto socioeconómico en un tiempo de desafíos económicos serios”.