Tras diez años en su cargo, el pasado 19 de abril Raúl Castro dejó su cargo de Secretario General del Partido Comunista de Cuba. ¿Fue ésta decisión una sorpresa? ¿Es producto de una crisis institucional que esté atravesando? ¿Es producto del impacto que la pandemia por el Covid-19 generó en cualquier parte del mundo? No, no y, también, no. Una historia de compromisos y legados “hasta que se seque el malecón”.
Por Juan Pablo Sorrentino
Lectoras y lectores de distintas latitudes pudieron sorprenderse este lunes por la mañana, al enterarse que Raúl Castro dejaba su cargo como Secretario General del Partido Comunista de Cuba tras diez años en él. Hay quienes, más audaces, se aventuraron en suponer la existencia de una crisis al interior de la principal institución de poder en Cuba. También hay quienes ven en la histórica jornada del lunes último, una oportunidad para amenazar el porvenir político cubano.
Nunca más lejanas de la realidad estas hipótesis. Raúl Castro dejó su cargo de Secretario General en el Partido, es cierto, pero esta decisión forma parte de un proceso más complejo y coherente de lo que parece, por distintos motivos.
La decisión no fue tomada de un día para el otro, sino que forma parte de la voluntad política de Raúl Castro como líder histórico del proceso revolucionario cubano, de ser ejemplo (quizás, el mayor) del recambio generacional que Cuba necesita, tanto desde el Estado como desde el Partido.
Dar paso a generaciones más jóvenes no es un proceso sencillo, pero en Cuba cuentan con un antecedente central y determinante: los revolucionarios de la Sierra Maestra, Raúl y Fidel Castro incluidos, contaban con escasos 32 y 27 años, respectivamente, cuando la Revolución Cubana triunfa y comienzan a ocupar cargos decisorios en el Estado. ¿Cómo no apostar por las juventudes con tan significante antecedente?
Forma parte también de una serie de transformaciones políticas, económicas, culturales y sociales en Cuba, que desde que asumió como presidente en 2008, Raúl Castro lideró desde el discurso y desde el ejemplo, con el claro objetivo de dejar una Cuba que lo sobreviva, a él y a Fidel.
En ocasión del VI Congreso del Partido Comunista Cubano en 2010 y, luego, en el VII Congreso en 2016, comenzaron a darse una serie de pasos que darían un manto de realidad a este proceso: Raúl anunciaría que en 2018 dejaría el cargo de Presidente de la República, se propusieron los lineamientos para la Reforma Constitucional del mismo año y se limitaron los mandatos en los cargos del Partido, promoviendo el ascenso de cuadros más jóvenes.
Es en esta línea que en 2018 Raúl Castro deja de ser el presidente de Cuba, sucediéndolo Miguel Díaz-Canel, proceso complementado con su promoción también como Secretario General del Partido Comunista en reemplazo, también, de Raúl Castro a partir de este lunes 19 de abril en momentos en que se desarrolla el VIII Congreso del Partido.
Lo coherente de esta decisión, también, es observable desde el punto de vista de la planificación (que incluye, por ejemplo, el ya tener Raúl un espacio preparado para alojar sus restos mortales en II Frente en la Provincia de Santiago de Cuba), como lo ha sido a lo largo de toda la historia revolucionaria de Cuba.
El 19 de abril no es una fecha elegida de casualidad, ya que se conmemora el 60° aniversario del triunfo cubano sobre la invasión norteamericana injerencista en Playa Girón. Tampoco el 16 de abril fue elegido al azar para iniciar el VIII Congreso del Partido, ya que se cumplen sesenta años de la declaración del carácter socialista de la Revolución.
Es por esta coherencia ante la planificación y toma de decisiones, que puede pensarse este día como una suerte de refundación del Partido Comunista de Cuba, que tienda a ser protagonizado por cuadros más jóvenes, permitiendo que no sólo Raúl Castro a sus 89 años, sino otros cuadros como José Ramón Machado-Ventura y Ramiro Valdés, de 90 y 88 años, concluyan un proceso de recambio.
Un recambio en el Estado y en el Partido, sin que esto signifique un “pase a retiro” sino un cambio de roles, ya que Raúl continuará participando en ambos ámbitos, no solo porque ser un cuadro necesario en la “vida política” de la Cuba, sino porque su política es, y siempre ha sido, dar la vida por Cuba.
Qué mejor para finalizar, que las propias palabras de Raúl Castro al iniciarse el Congreso: “mi función aquí, concluye con la satisfacción de haber cumplido la confianza en el futuro de la Patria, con la meditada convicción de no aceptar propuesta para mantenerme en los cargos superiores de la organización partidista, en cuyas filas continuaré militando como un combatiente revolucionario más, dispuesto a aportar mi modesta contribución hasta el final de la vida”.