El próximo jueves 8 de abril se estrena la película Un crimen común, dirigida por Francisco Márquez, director junto con Andrea Testa de La larga noche de Francisco Sanctis. Marcha dialogó con el realizador sobre su nueva obra, un thriller incómodo que cuestiona los lugares fáciles del discurso progresista.
Por Ignacio Marchini | Fotos de Pensar con las manos
Cecilia es profesora de sociología en la universidad. Una noche de tormenta, Kevin, el hijo adolescente de la empleada doméstica que trabaja en su casa, le toca la puerta desesperado buscando ayuda. Lo confuso de la situación y un prejuicio de clase latente la llevan a esconderse asustada del muchacho. Al otro día, el cuerpo de Kevin aparece en el río, asesinado por la Gendarmería. Cecilia ve su mundo desmoronarse cuando la identidad que construyó durante toda su vida se desploma en un instante.
Marcha dialogó con Francisco Márquez, integrante del colectivo cinematográfico Pensar con las manos y director de Un crimen común, su última película que estrena mañana en varios cines del país. Una experiencia no solo audiovisual, sino también física y visceral que desarma los lugares cómodos del discurso progresista. ¿Qué haría unx en esa situación?
El tema central de la película diría que pasa por el cachetazo de realidad que la saca del lugar que elaboró discursivamente sobre ella misma. La identidad que construyó se enfrenta con la decisión que toma y que la atormenta. ¿Por qué elegiste ese eje para desarrollar la película?
En principio, no pongo el conflicto en ella desde una posición de juzgarla, me siento parte del conflicto como autor, por eso también hago la película. Aquellos y aquellas que tenemos un pensamiento crítico, formularnos esta pregunta es necesario. ¿Quiénes es la clase social que elabora estos discursos? ¿Cuál es nuestra praxis, la relación con una práctica concreta de transformación del mundo? Es algo que me inquieta mucho, me lo pregunto todo el tiempo. Yo milité un tiempo, después dejé de hacerlo por desacuerdos políticos. Pero hay algo de cómo se vincula mi forma de ver el mundo con una práctica concreta que siento que están desacopladas.
Siento que en la academia, de alguna manera, también sucede. Hay un fenómeno de distancia, que se acrecentó en la Argentina con la dictadura, y es un fenómeno global también, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Y, a su vez, hay una precarización del trabajo académico que lo vuelve alienado y mecanizado, que también juega su rol en todo esto.
¿Por qué este tema me preguntas? Porque a priori me interpela de manera personal. No es agarrar a Cecilia, la protagonista, para decir “qué mala que es, que contradictoria” sino para ponernos en la piel de ella y cuestionarnos un poco nuestro ser en el mundo. Y sin una propuesta muy clara, porque honestamente tampoco la tengo. No es que la película propone “lo que hay que hacer es esto”. El sentido de la película es, junto con les espectadores, llenar ese vacío, llevarnos a pensar en cómo hacer para transformar.
La película creo que plantea muy bien la pregunta de “qué haría uno en esa situación”. Y en ese sentido me hizo acordar mucho a tu última película, La larga noche de Francisco Sanctis (co-dirigida con Andrea Testa), en la que se presenta una decisión crucial que involucra la vida de otras personas y el protagonista se debate sobre qué hacer. No desde una visión moralista de si son malos o buenos los personajes, sino sobre pensarte en ese lugar, con ese poder de decisión.
Sí, porque las circunstancias en las cuales se da son complejas. Ella al pibe no lo conoce y ella tiene que resolver inmediatamente si dejarlo entrar o no. Lo que sucede ahí es que muchas veces estos jóvenes de los sectores populares son vistos como peligrosos. Incluso aunque uno tenga un pensamiento crítico, se juega el sentido común del mundo que se va construyendo dentro de cada uno y se los ve como jóvenes peligrosos cuando en realidad, generalmente, son los que están en peligro. Porque si uno habla con los jóvenes de los barrios, todos conocen a tres, cuatro, más que murieron de jóvenes porque los mató la policía o porque pasó algo violento en el barrio.
Esta asociación que haces con La larga noche… me interesa pensar en cómo, de alguna manera, las historias están vinculadas, más allá del tiempo que pasó. El tiempo de ambos relatos, no de la realización de las películas. Están vinculados las historias porque la violencia policial de esta película tiene que ver con lo que fue la dictadura de alguna manera. De manera inconsciente se dio este vínculo yo creo, no fue algo buscado.
La idea de que Kevin sea encontrado en el río también establece un diálogo con la dictadura, son prácticas que las fuerzas represivas mantienen perversamente. Después de que filmamos la película pasó lo de Facundo Astudillo Castro, también tenés el caso de Ezequiel Demonti. Pienso que cierta fragmentación social se acrecentó mucho después de la dictadura. Esta idea de este personaje como una hija de ese momento histórico me parece un diálogo que se establece.
La violencia policial es un tema que abordan mucho desde Pensar con las manos. Porque además de La larga noche…, que aborda una violencia muy particular como fue la de la dictadura, pero que es represión estatal al final y al cabo, también está Pibe chorro que trata el tema. ¿Qué los atrapa de esa problemática?
Creo que lo que trabajamos tiene que ver con la sociedad de clases, cómo la pensamos. Creo que la represión policial cumple un rol fundamental en sostener esa estructura. Existen un montón de mecanismos más, como los económicos, ideológicos, etcétera, no es el único, pero la represión policial y estatal tienen un rol muy importante. En el caso de Pibe chorro, que dirigió Andrea (Testa), también dialoga con esta película porque, más que sobre los pibes, es sobre la construcción social que se hace sobre esos pibes. Nunca había pensado el diálogo entre esas dos películas. Las dos hablan de cómo la sociedad los ve y los condena.
No te podría decir concretamente por qué nos interesa pero sí que nos moviliza y que por eso aparece en el momento de hacer las películas.
El peso de la decisión que uno o una toma en situaciones críticas también me parece un nexo muy claro con La larga noche… y todo lo que conlleva esa toma de posición.
Siento que, además de la culpa, la atormenta la idea del mundo que ella tenía en su cabeza que de repente no está más. Se enfrenta a un abismo, a una pérdida total de sentido. Es un terror metafísico, existencial. A partir de ese hecho en sí ella no puede dejar de verlo, de ser consciente. ¿Cómo hacemos para vivir en una sociedad en la que todos los días mueren pibes asesinados por las fuerzas policiales? ¿Por qué no rompemos todo? ¿Qué pasaría si en vez de morir en determinados barrios, murieran en los barrios de clase media? Naturalizamos que los pibes de los barrios pobres mueran por el gatillo fácil. Algunos casos salen en los medios, algunos son anónimos. La suerte de Kevin podría haber sido la misma una semana después, aunque ella le abriera la puerta. Siento que ella se da cuenta que el mundo que tenía configurado no existe más, es una pérdida total de sentido. Ella sabe que no es reparable pero la pregunta es si va a poder volver a darle un sentido a su mundo.
¿Por qué Un crimen común?
Eduardo Gruner cita en un texto una frase de Tótem y Tabú de Freud: “la cultura es el resultado de un crimen cometido en común”. Me impactó mucho ese recorte. Después le di mi propia interpretación. Le da una doble acepción al título. Por un lado, en el sentido de lo habitual que son estos crímenes del Estado hacia los jóvenes de los sectores populares pero también la acepción de común como comunidad.
La idea de que somos todos responsables en una misma medida es una idea reaccionaria en un punto, le saca la responsabilidad al poder pero sí me resultaba interesante que se refería a cierta violencia originaria en la cual está basada la sociedad en la que vivimos. La sociedad se sostiene sobre algunas personas que explotan a otras y el Estado arbitra los medios para sostener esa explotación. Es mucho más complejo que eso, obviamente, pero a grandes rasgos funciona así. En ese sentido me parecía interesante la frase. Eso que nos constituye como comunidad es el crimen de una clase sobre la otra.
¿Cómo fue filmar en el barrio y cómo fue el contacto con Mecha, militante piquetera?
Mecha no es actriz profesional, es una líder piquetera de Cuba MTR. Tenemos un vínculo de amistad. Ella también es parte del documental Pibe chorro. A partir de esa filmación establecimos un vínculo de amistad, nuestras hijas son amigas, hay mucho respeto y, en mi caso, admiración por todo lo que ella hace. En el momento de pensar las actrices para mi es importante que haya cierta vinculación afectiva, cierta compresión emocional e intelectual con los personajes que se interpretan. Digamos, Mecha no trabaja de empleada doméstica ni Elisa es una docente, no es literal, pero sí hay un nexo con la historia de vida de Mecha, ella conoce a muchas vecinas que perdieron al hijo a manos de la policía.
Poder actuar eso es una experiencia vital que necesitas sentirla en el cuerpo. No siento que cualquier actriz pueda interpretar a cualquier personaje, sin subestimar las capacidades técnicas de nadie. Elisa me interesaba por cómo se involucraba con el conflicto que la película plantea. No es que uno escribe un guion y después le das las indicaciones a la actriz que tiene que interpretar ese papel y punto, se genera un vínculo. No ensayábamos, hablábamos de cada escena. Confiábamos después que en la filmación iba a suceder lo que esperábamos porque esos sentimientos las habitaban a ellas. De hecho, Elisa usa el término de actuación documental para esta película.
Y en relación al barrio, hay ciertos peligros típicos del cine argentino. La idea del “miserabilismo”. De hecho, cuando nos mostraban las locaciones en el barrio nos mostraban las casas más destrozadas. Y les decíamos “no, esta persona tiene otra relación con la casa, la cuida más” y el pibe que nos mostraba la casa nos decía “ah pasa que cuando vienen a filmar suelen pedir esto”. Buscamos filmar el lugar opinando lo menos posible, tratando de observar y de mostrar lo que veíamos. Y también entendiendo que la película toma radicalmente el punto de vista de la protagonista, lo que ella ve y escucha. El espacio físico es una especie de proyección de su espacio interior.
¿Por qué el colectivo audiovisual que conformaron con Andrea Testa y Luciana Piatanida se llama Pensar con las manos?
El nombre de la productora dialoga con la idea de praxis, que tiene que ver mucho con la película. Es una cita de Godart que en Historias del Cine dice que “lo que hace hombre al hombre es la capacidad de pensar con las manos”. Nos parece muy interesante y muy atinada con la idea que tenemos del trabajo cinematográfico. Nosotros cuando pensamos una película no partimos de saberes fijos o de mensajes que queremos transmitir. Sí desde inquietudes y desde una mirada del mundo pero una película no viene a demostrar nada, sino a mostrar una manera de pensar el mundo, de pensarnos en el mundo, de conocerlo. Partimos de preguntas y de cuestiones incomodas.
Esta película fue sumamente incomoda, como lo fue La larga noche… porque era abordar la dictadura desde otro lugar. Después la película fue bien recibida pero no sabíamos que iban a pensar en un principio, era una exploración. También en Niña mamá de Andrea pasa lo mismo. Partimos de preguntas y el resto es un proceso de transformación y cambio.
Somos tres en la productora, los tres somos directores y productores. No somos apasionados de producir pero tomamos la decisión para poder hacer películas en los marcos que nosotros queremos hacerlas. Eso no quiere decir que el día de mañana no podamos participar en otros proyectos pero sí que en esta experiencia que hemos tenido a lo largo de nuestras carreras entendemos que son necesarias ciertas condiciones para hacer una película y que cada una demanda sus propias particularidades. Lo que nos permite producirnos es definir las prioridades, dónde se pone la plata, pensar la producción como parte del diseño creativo de una película.
¿Cómo invitarías a alguien a ver Un crimen común?
Creo que la película invita a transitar una experiencia física. Por eso es tan importante el cine, porque la película se propone transitar junto al personaje una experiencia y esa apuesta que hace la película se vivencia de una manera muy diferente en la sala por el tamaño de la pantalla, por cómo se escucha, por la experiencia colectiva y porque la ves de corrido y no cortas una experiencia del tiempo que es fundamental es una producción dramática, y más en una inmersiva, como proponemos en esta película. Así que si la pueden ver en cine seguramente la van a disfrutar mucho más.
Un crimen común se estrena mañana jueves 8 de abril en las siguientes salas: Cine Gaumont, Showcase Belgrano, Hoyts Abasto, Showcase Norte, Cinépolis Pilar, Cinépolis Avellaneda, Hoyts Quilmes, Cine San Martín La Plata, Cinépolis Mendoza, Cine Teatro Renzi de La Banda y Círculo Italiano de Villa Regina. Comprá las entradas en tu cine más cercano.
Tráiler
Ficha técnica
ELENCO Elisa Carricajo, Cecilia Rainero, Mecha Martínez, Eliot Otazo y Ciro Coien Pardo
DIRECCIÓN Francisco Márquez
GUIÓN Francisco Márquez y Tomás Downey
PRODUCTORA Pensar con las manos
CO-PRODUCTORAS Multiverso y Bord Cadre
PRODUCTORA ASOCIADA Sovereign Films
PRODUCCIÓN Francisco Márquez, Andrea Testa y Luciana Piantanida
CO-PRODUCTORES Dan Wechsler y Daniel Pech
PRODUCCIÓN EJECUTIVA Luciana Piantanida, Daniel Pech, Jamal Zeinal-Zade y Andreas Roald
DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA Y CÁMARA Federico Lastra
DIRECTORA DE ARTE Mariela Rípodas
MONTAJE Lorena Moriconi
DIRECCIÓN DE SONIDO Abel Tortorelli
MÚSICA Orlando Scarpa Nieto
JEFE DE PRODUCCIÓN Nano Sánchez Dávalos
ASISTENTE DE DIRECCIÓN Cecilia Kang
DIRECTORA ASISTENTE Andrea Testa
VESTUARIO Jam Monti
MAQUILLAJE Valeria Bredice
PRENSA Julieta Bilik y Erica Denmon