Lectura de Ondina la ira del fuego, novela de Irene Gracia.
Por Cezary Novek
Después del estreno de la que sería la primera ópera (no reconocida) del romanticismo, el teatro se incendia y todo el elenco decide mitigar el mal trago en un ágape que se prolongará durante lo que dure esa larga noche sazonada con historias sobre magia, amor, celos, traiciones y horror.
Aunque la idea de que toda una compañía de ópera se vaya a cenar y beber como si nada después de que el fuego consumiera todas las ilusiones de un proyecto duramente trabajado no suena muy creíble, lo es si tenemos en cuenta que los artistas que encabezan el grupo son E.T.A. Hoffmann (1776-1822) y Friedrich de la Motte, Barón Fouqué (1777-1843). El primero, autor de la música y del libreto basado en la novela corta del segundo, Ondina. Corre el año 1815 y el romanticismo alemán está en plena efervescencia.
Ondina o la ira del fuego (Siruela, 2017) es una novela policial a la vez que una historia de amor frustrado y una novela histórica, pero sobre todas las cosas es una caja china llena de relatos fascinantes, que descollan por su nivel de originalidad e imaginación. Hoffmann aparece como un personaje más y propone un juego de narraciones orales. El está seguro de que el incendio fue intencional y que quien lo provocó es un integrante de la compañía. Supone que podrá inferir la identidad del culpable a través de las historias que se cuenten, o por la manera en que sean contadas.
La trama nos llega a través de la voz de Johanna Eunicke, la cantante principal –e intérprete de la ninfa del agua a la que alude el título de la ópera– y eterno amor platónico del mismo Hoffmann. Otros personajes componen la deliciosa velada –cuya atmósfera está muy bien lograda sin excederse en descripciones ni anacronismos– como la pícara Katharina, el pérfido Carl Maria von Weber o el actor Ludwig Devrient, entre otros artistas de existencia histórica comprobada. Una virtud de la novela es que no agobia con elementos históricos sino que muestra de manera natural solo lo que es funcional a la magia de la trama.
La estructura recuerda a El Decamerón, Las mil y una noches o El manuscrito hallado en Zaragoza. Pero lo que hace particularmente único a este libro es la prosa de la madrileña Irene Gracia, contemporánea y exquisita, que a su vez nada tiene que envidiarle a los mejores decadentistas de fin de siècle: Ante los ojos del lector desfilarán amores imposibles que llevan a la inmolación mutua, autómatas que se hacen pasar por humanos y personas que se hacen pasar por muñecos, reinos oníricos que se tragan a los reinos reales, sombras robadas y cortes de ahogados. Todo un catálogo de obsesiones que la autora recrea una vez más, de forma quizás más luminosa que en obras anteriores.
A la manera de las veladas de los hermanos de San Serapio –grupo literario al que asistía Hoffmann y del que también eran miembros otros prestigiosos escritores contemporáneos a él como Adelbert von Chamisso, Julius Hitzig, K. W. S. Contessa, o el mismo La Motte Fouqué– Gracia reúne a los personajes en una mesa llena de manjares y regadas por selectos y abundantes vinos para conformar la partitura narrativa: cada personaje contará una historia para luego componer un cuento colectivo.
Es importante mencionar que, en una época en que se promueve fuertemente la literatura escrita por mujeres, vale la pena leer todos y cada uno de los títulos de esta autora sólida, coherente y armónica cuya obra viene desarrollando desde hace casi treinta años. Lo que trasciende en la narrativa de Irene Gracia, además de su maestría indiscutible para contar con fantasmagórica precisión deliciosas historias que parecen brotarle a borbotones es que no escribe la típica “literatura femenina” ni “literatura escrita por mujeres”, sino que –al igual que la música, otra de sus grandes obsesiones– su prosa trasciende los géneros identitarios como literarios para proyectarse hacia lo universal. Igual que lo hicieron a su turno Angela Carter, Mary Shelley, George Sand, Karen Blixen o Shirley Jackson.
Como Novalis, Gracia cree en el poder de la imaginación creativa y en la búsqueda de lo sublime de la belleza ante lo gris de lo cotidiano, alquimia divina cuya acción transformadora construye libro a libro.
Irene Gracia
(Madrid, 1956) Escritora y pintora, vivió en Barcelona desde su niñez hasta la década del ’90. Su primera novela, Fiebre para siempre, obtuvo el premio El ojo crítico de Radio Nacional de España en 1994. Publicó, además, las novelas Hijas de la noche en llamas (1999), Mordake o la condición infame (Debate, 2001), El coleccionista de almas perdidas (Siruela y Círculo de Lectores, 2006), El beso del ángel (Siruela, 2011), El alma de las cosas (Siruela, 2014), Anoche anduve sobre las aguas (Pre-Textos, 2014, Premio de Novela Breve Juan March Sencillo), Ondina o la ira del fuego (Siruela, 2017) y Las amantes boreales (Siruela, 2018)