En un nuevo intercambio con el ex DT, Ángel Cappa, nos cuenta sobre un aspecto poco conocido: sus épocas de jugador y sus inicios en Villa Mitre, el club del barrio en el que se crió. Y como siempre, una excusa para hablar del fútbol que le (nos) gusta.
Por Gabriel Casas
Hola, Ángel, ¿cómo estás?
Espero que bien pese a la ola de frío polar que azota a Madrid y los casos crecientes de una pandemia que parece estar lejos de su fin en un futuro mediato.
Bueno, igual en este intercambio quisiera que hablemos de algo más agradable y, obvio, es nuestra pasión por el fútbol. Y en especial, sobre tu querido Villa Mitre de Bahía Blanca. El otro día vi que perdió por penales el primer ascenso directo a la Primera Nacional, pero todavía tiene otra chance en el octogonal para ascender a la segunda categoría del fútbol argentino.
Sé por nuestras charlas habituales que viste el partido, pero me gustaría que le cuentes a las lectoras y los lectores cómo nació tu pasión por tu club de barrio en donde llegaste a debutar como futbolista en la primera. Cada vez que venís a Buenos Aires, y que siempre te hacés un tiempo para que nos juntemos a tomar un café, noto tu entusiasmo al hablar de Villa Mitre. Como la mayoría de los futboleros, el club de tu barrio significa muchas cosas y siempre te traen recuerdos muy gratos de tu infancia.
Aunque imagino que exagerás al describirte como un lateral derecho mediocre, o que también jugaste como volante central, tu experiencia de jugar al fútbol profesional ya es importante. Más ahora que en la Argentina se mira de reojo por los jugadores o hasta cuestionan por lo bajo, cuando un entrenador no fue futbolista. Hay casos emblemáticos como los de Holan o Becaccece, que lograron dirigir a equipos grandes, pero sin embargo salta en los comentarios (en especial de los periodistas deportivos) eso que consideran una falencia. Pero más allá de tu experiencia como futbolista, que es algo no tan conocida por tratarse de un equipo que rara vez estuvo en las ligas mayores, la sensación no cambia.
Siempre les digo a mis alumnos de Éter que yo no puedo enseñarles sobre fútbol. Que en mi materia lo que haré es contarles sobre los grandes equipos del amateurismo y del profesionalismo. Y que les mostraré videos a la par, para que sepan lo que fueron los orígenes y también el estilo histórico de nuestro fútbol. Por eso, y aunque a muchos y muchas les disguste, a mí siempre me gustó la frase de “la nuestra”. Es una cabal expresión de la forma en que se jugaba desde los tiempos añejos. Pensá que tengo alumnos y alumnas que recién terminaron la secundaria y por lógica solamente conocen a los grandes jugadores de hoy en día. También hasta conocen más a los futbolistas extranjeros por lo que el capitalismo hizo con el fútbol. Ahora, por las calles, se ven a innumerable cantidad de chicos con las camisetas de equipos ingleses, italianos, españoles (obvio que la de Messi también) con los nombres de jugadores “estrellas” del planeta. El mercado de ventas de camisetas en su máximo esplendor.
Bueno, como te dije al principio, me gustaría que cuentes sobre tus inicios en el potrero y todo lo que decantó para que llegues a jugar en tu club de barrio. Ese que para mí es San Lorenzo, por Boedo, y para vos es Villa Mitre.
El abrazo de siempre,
Gabriel.
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Hola, Gabriel.
Con respecto a la pandemia, estaba cantado que iba a pasar lo que pasó: un rebrote brutal de contagios y muertos. Es que las autoridades políticas, particularmente las de Madrid, alentaron a la gente a salir y comprar y juntarse para lo que llamaron “salvar la navidad”. Para tal barbaridad contaron con los medios, que contribuyeron al desastre a favor de la economía y en contra de la salud de la gente. Una consecuencia más de la ideología capitalista. Por supuesto, en estas circunstancias, ni una cosa ni la otra. Las compras fueron mucho menores de lo que esperaban y los contagios aumentaron hasta superar los peores momentos.
Después cayó una nevada de tal magnitud que fue la mayor en los últimos 50 años. Fue impresionante y muy molesto, con daños materiales de importancia.
Hablemos de fútbol, mejor.
Vi el partido de Villa Mitre. Tuvo muy buen primer tiempo y después me parece que lo pudo la ansiedad. Es cierto también que el arbitraje fue horrible y lo perjudicó. Tiene muy buen equipo y, por suerte, otras dos oportunidades. Al margen del fútbol, me cuentan que la Institución está creciendo mucho, con una ciudad deportiva de primer nivel, la construcción de una nueva sede, muchas actividades para los socios, deportivas y sociales; en fin, un club para responder a las necesidades de la mayor hinchada de la ciudad y para mí la mejor, ja, ja, ja.
Yo nací en ese barrio y me crie ahí también. Las familias de mi papá y mi mamá son de la villa también y no puedo negar que a ese barrio lo llevo puesto. Empecé a jugar a los 11 o 12 años en la sexta, después en quinta y reserva al mismo tiempo (un partido por la mañana y otro por la tarde. Cosas de muy jóvenes) y finalmente en primera a los 17 o 18 años. Demás está decirte que mi debut en la sexta fue lo más emocionante que viví en el fútbol. Solo comparable a mi debut en la primera de Villa Mitre. Viví muchas otras emociones, por supuesto, y de todas tengo un recuerdo hermoso, pero yo soy parte de ese barrio y mi sueño -y te digo que mi única ambición futbolera- fue jugar en la primera de Villa Mitre. Es un barrio donde llegaron muchos sirio-libaneses. Y fundaron ellos el club. Bueno, al menos varios de ellos. Y eligieron en primer lugar los colores rojo, blanco y verde como la bandera de Egipto. Al poco tiempo, cambiaron el rojo por el negro en homenaje a Palestina y la camiseta quedó con esos colores, negro, blanco y verde.
Todo lo que vino después lo guardo con gran cariño, pero se agregó a ese mi primer sueño. Ya sabés que después del 2009 mi hice hincha de Huracán también, y socio. Mejor dicho, la gente del Parque Patricios, con su afecto, me consideró un quemero más y así me siento. Por eso soy hincha del globo y socio.
Escuchame, Gabriel, nunca dije que yo era un mediocre lateral derecho. Esa historia la inventó algún periodista, cuando entrené a Huracán; para que sea más novelesca comparaban mis “cualidades” futbolísticas con la sutileza del equipo. En realidad yo era un crack, ja, ja, ja. En serio, te digo que para el medio donde jugué era un buen jugador. Como sabés, a los 23 o 24 me llevó Olimpo y estuve también en la selección de Bahía Blanca cuando el fútbol del interior tenía otra consideración y se jugaban campeonatos argentinos. En Tucumán, por ejemplo, jugaba Albrech, en Santiago del Estero el Chango Cárdenas, en Mendoza el Chiche Diz, el Víctor Legrotaglie, Yácono (que jugó un tiempo en Villa Mitre); en fin, había muy buenos equipos y muy buenos jugadores.
Bahía representaba a la provincia de Buenos Aires. Además, no era lateral derecho. En ese puesto debuté porque era muy pibe. Después jugué de 5. Y en Olimpo de 6, 5 y 4. Al respecto tengo una anécdota. Cuando llegué a Olimpo, el DT de entonces me preguntó dónde prefería jugar, en qué puesto. Le dije que en cualquiera en realidad, aunque lo que menos me gustaba era de 4. ¿Sabés de qué me puso?…de 4 ja, ja, ja. No sé por qué me lo preguntó, ¿no?
Es cierto que conceptualmente el fútbol ha cambiado y mucho. Creo que el negocio le fue transmitiendo sus valores empresariales y por eso el juego dejó de tener la consideración y la importancia que tenía en aquel tiempo. De ahí que ahora se diga que ganar es lo único importante. Siempre ganar fue lo primero, pero no lo único. Y la forma, el camino elegido era sin discusión tratar de jugar bien. Además, el juego tenía un valor en sí mismo. Importaba y mucho cómo jugabas. El respeto había que ganárselo jugando bien, o al menos lo mejor posible. Nunca despreciando el juego.
Te cuento otra anécdota para terminar. Yo empecé a jugar en el baby. En mi barrio. Usábamos la camiseta de Argentina. Ganamos el torneo y todos los partidos con goleadas tremendas. En una de ellas, el partido terminó 17 a 4 a nuestro favor y nuestro entrenador nos dijo que habíamos jugado muy mal y que así no se juega. Que habíamos ganado porque los rivales eran muy malos y no por nuestros méritos. Esa era la manera de entender el fútbol en aquella época y de esa lección no me olvidé nunca.
Un abrazo, Gabriel. Cuidate. Hasta la próxima.
Ángel.