La clandestinidad continúa siendo un tabú y una vulneración permanente de derechos para mujeres, niñas y personas con capacidad de gestar. Ahí donde políticos, familiares y profesionales de la salud prefieren no mirar, surgen redes de acompañamiento para asesorar y salvar vidas y tejer vínculos políticos y de amistad. Cómo es abortar en territorios conservadores. Capítulo: Corrientes.
Por Ana Paula Maragoni | Arte: Iván Barrera
En la provincia de Corrientes, un grupo de feministas trabaja asistiendo a mujeres que desean abortar hace cuatro años a través de la “línea rosa”. Ellas son las socorristas, quienes acompañan y defienden derechos evitando la muerte y las consecuencias provocadas por abortos inseguros y clandestinos. Donde falta el Estado, las mujeres y disidencias organizadas dan una respuesta y acompañan todo tipo de situaciones: desde mujeres que deciden abortar por distintas causas hasta niñas que han sido abusadas y a las que el sistema obliga a parir.
Más que una entrevista colectiva, esta nota es un tejido de solidaridad, donde la voz de las socorristas pueda emerger desde un territorio concreto y ayudarnos a ver todo aquello que Estado, iglesia e instituciones se empeñan en esconder.
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¿Cómo es abortar en Corrientes?
Abortar en Corrientes, con un decreto antiderechos que impide a las personas con capacidad de abortar, acceder a la interrupción legal del embarazo y como en toda sociedad cristiana y patriarcal, es abortar en soledad, abortar con culpa, abortar presionada, en secreto, con vergüenza, mientras los otros hijos duermen, como puedo, con una amiga, con una socorrista al teléfono. Después, implica soportar la violencia institucional en cada control post aborto, no poder contar la verdad a ningún médico o médica por miedo. Y a la vez, es un acto de resistencia que cobra mucha más fuerza en ese contexto tan hostil. Es la creación de estas redes afectivas y políticas como el socorrismo y como la amistad. Es reforzar esos vínculos. Abortar hasta contra nosotras mismas.
¿Cuáles son los principales obstáculos que observan en su tarea de acompañamiento?
A la hora de abortar, el principal obstáculo es la falta de un Protocolo de Interrupción del Embarazo (ILE), en primer lugar; y en segundo, la falta de articulación con el sistema de salud público. La resistencia que tienen los médicos y las medicas a conocer nuestra tarea, a validar nuestras prácticas, y los métodos sobre los que informamos. Ellas y ellos tienen una gran resistencia a capacitarse, a formarse con alguna perspectiva que no sea la hegemónica en la provincia (que es moral y cristiana). Ese es el principal obstáculo: la falta de politización y compromiso de las y los profesionales de la salud.
¿Cuál es la principal demanda, relacionada con la garantía del acceso a los derechos sexuales y reproductivos, que le harías a las y los responsables políticos de tu provincia?
La principal demanda es el acceso la interrupción legal del embarazo por causales, que ya existe, pero que en Corrientes no se cumple. Es enorme la cantidad de niñas madres, de adolescentes madres, de personas adultas con problemas de salud que no pueden acceder. Y estamos hablando de un derecho adquirido hace casi un siglo. Necesitamos que se garantice el cumplimiento de ese protocolo que ya existe y que tiene validez nacional. Luego, en general, necesitamos que se cumpla con el acceso a información sobre salud sexual y reproductiva, que hoy es inexistente en nuestra provincia.
¿Es la ESI de cumplimiento efectivo en las escuelas de tu provincia?
Con respecto a la ESI, no solo no existe el cumplimiento efectivo en las escuelas, sino que existe todo un movimiento contra la Educación Sexual Integral por parte de agrupaciones religiosas. También muchas escuelas semiprivadas religiosas se manifiestan en contra e incluso obligan a sus docentes a participar de las marchas contra la ESI. Existe todo un imaginario colectivo de que vienen a pervertir a la niñez y a la adolescencia. Y además de eso, yo como docente de escuela pública lo puedo decir, la persecución ideológica, política, institucional, la violencia que sufren las pocas docentes que pelean a favor de que se implemente la ESI en las escuelas y en la sociedad. Quienes hemos intentado su implementación, hemos pagado un precio muy alto, relacionado a nuestra salud mental dentro del ámbito laboral.
Las personas que las contactan, ¿por qué razones deciden abortar?
En general, nosotras entrevistamos a todas las chicas o personas con capacidad de abortar que nos contactan, y una de las preguntas que les hacemos es por qué deciden abortar. Y la mayoría de las respuestas es por proyecto de vida, económico y también por violencia naturalizada dentro de la pareja o el vínculo sexual.
Frente a este panorama, ¿por qué deciden acompañar?
Elegimos acompañar porque en este contexto social, político e histórico, lo consideramos un deber desde el activismo feminista y un acto de resistencia, mientras se sigue peleando en las calles, y en todos los lugares, cada una desde su rincón, por la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Considero que es una práctica feminista, por la creación de redes que trascienden nuestra provincia y nuestro país, ya que tenemos vínculos con redes de aborto en toda América Latina y el Caribe; porque es horizontal; porque es autogestiva; porque es libre; porque sistematiza datos; porque acompaña historias de vida; porque está en lugares donde hay mucha soledad, donde a veces no hay nadie mas que nosotras. Y ese es el acto de sororidad, o la práctica feminista concreta y activa de poner el cuerpo real y literalmente donde se nos necesita.
Se trata de poner el cuerpo, la escucha activa, muchas veces, incluso dinero o nuestras casas, porque hay personas que no tienen siquiera un espacio de intimidad para poder abortar, nuestro tiempo, acompañar a las personas a hacerse los estudios pre y post, contener emocional y psicológicamente dentro de lo que podemos o derivar a otras redes, algo que podemos hacer a través de las redes que teje el feminismo, para poder contar con profesionales en salud mental, derecho, u otras profesiones según lo que necesite la persona asistida, porque no podemos contar con el Estado. Nos tenemos a nosotras y estamos armando el mundo feminista, como lo decimos en nuestras banderas, marchas y folletos. Y creo que eso es concreto, y a su vez también es visible y palpable, y todos los días puedo comprobarlo. Por esas razones creo que el socorrismo es una práctica feminista.
Con resguardo de la identidad, ¿cuál fue la historia donde más les alegró ser acompañantes de las decisiones soberanas de otras y otres?
En mi caso, tuve dos que me resonaron y alegraron mucho. La más sorprendente que me pasó fue poder acompañar a una chica que estaba en México. Ella estaba ahí por un intercambio estudiantil y tenía un amigo que era de Argentina, de Chaco. Su amigo se contactó a través de la línea publica, y a la vez yo pude contactarlos con “Fondo María”, que son las acompañantes en México, y ellas pudieron asistirla. Donde estaba ella, el aborto no era legal. Se había hecho un aborto con la indicación de un médico, que se lo había indicado mal, y luego, a través de las socorristas de allá logramos que tuviera la información y el acompañamiento adecuado, y que se resolviera bien su situación. Después ella volvió a su país, y nos hizo llegar la noticia de que se quería sumar a la red de acompañantes en su país. Esa fue una de las cosas más increíbles que me pasó, porque pude ver realmente como trascendía las fronteras lo que estábamos haciendo.
También recuerdo a otra chica que había venido a trabajar acá, sin celular, sin plata, de 17 o 18 años, que estaba muy sola, apenas con una prima. Ella había llegado de Venezuela ya embarazada. El primer o segundo día que llegó, salió con su prima de paseo, y vio en una plaza donde estábamos por un evento, nuestra bandera con el número de teléfono de la línea de aborto seguro. Cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, primero recurrió a su prima, pero ella le manifestó que estaba en contra de que se hiciera el aborto. Entonces, se acordó de la bandera y empezó a googlear. Así llegó a nosotras y pudo hacerse el aborto con nuestro acompañamiento. Eso también, a escondidas de la prima, con su mamá en Venezuela, sin celular, contactándonos a través del teléfono de un amigo de su prima, que era el único que le hacía el aguante. Fue toda una travesía hasta que pudimos, se lo hizo en mi casa, con nuestra contención. Ese fue un acompañamiento muy lindo porque pudimos ver lo empoderante que es la decisión sobre nuestro cuerpo, sea cual sea. Y ella, a pesar de que era tan chiquita, vimos lo valiente que era de venirse de otro país para poder buscar trabajo, para traer a su madre, y decidir abortar sin conocernos, con todo el miedo que debe implicar eso. Y finalmente fue una experiencia muy linda.
Y después, en general, lo más conmovedor son las niñas que vienen con las mamás. Hay talleres donde están la niña con su madre y su madrina, o las hermanas. Y una ve varias generaciones tratando de darle el apoyo, la contención, de que no sienta que está haciendo algo malo, que no se sienta culpable; que sepa que es una decisión que, aunque le esté costando, con el tiempo la va a valorar; que no la va a traumatizar, sino que la va a reivindicar. Y es muy lindo formar parte de eso.
¿Reconocen alguna historia en su provincia que sea representativa de los obstáculos, dificultades y /o actores y poderes que impiden el derecho al aborto?
La historia más representativa que se me viene es la de una niña de Monte Caseros de 10 años, abusada por su padrastro, que terminó con una cesárea en el Hospital Vidal de la ciudad de Corrientes. Previamente, en su ciudad natal hubo marchas “por el derecho a la vida”, desinformación por parte de la ecógrafa y de la médica general que la atendió, baby showers organizados por la iglesia a la que asistía la madre. Es decir, un hostigamiento por parte de toda la comunidad de su ciudad y una desinformación total. Cuando llegó a Corrientes (capital), su embarazo ya estaba muy avanzado, y finalmente le hicieron cesárea porque su cuerpo no iba a poder resistir el parto. El periodismo acosó a las trabajadoras sociales que la acompañaban a ella y a la madre, filtraron detalles morbosos y sensacionalistas de la vida de la niña, pedían explicación a las activistas y a las trabajadoras sociales y a la madre. Nadie fue a hablar con el gobernador por este decreto llamado “pro vida” (antiderechos), ni con el Ministro de Salud, o con el personal de salud del hospital. Nadie visibilizó que tenemos un decreto que impide la interrupción del embarazo hasta en estos casos. Nadie visibilizó que esta niña debería haber tenido desde el primer momento el derecho de abortar. Ni siquiera ahondaron en el padrastro abusador. Se centraron en ella y en su entorno. Fue la vulneración sobre la vulneración y la revictimización de los medios nacionales. Se trataba de una nena abusada y embarazada a punto de hacerse una cirugía, que después llevaría para toda la vida. Las declaraciones del médico fueron que, así como jugamos a la mamá cuando somos niñas, esto es lo mismo, pero con un bebé de verdad. Y que esa nena, así como aprendió a caminar y hablar, va a aprender a ser mamá. Y que la responsabilidad recaía en ella también, porque al no estar educada sexualmente no pudo o no quiso denunciar a su padrastro y el abuso. Una irresponsabilidad total por parte de todos los agentes, incluyendo a les periodistas, cómplices y revictimizantes, deshumanizados.
También hubo otras historias en las que vulneraron los derechos de niñas y adolescentes abusadas y donde enciman abren una causa judicial. Eso es lo que suele hacer el estado en Corrientes. Llegan a sus casas. Vulneran todos sus derechos, las invisibilizan, las desoyen y las exponen. Y hablan con los supuestos adultos responsables, que nunca se dieron cuenta de que fueron abusadas. Es un mensaje de aleccionamiento por animarse a contar lo que les pasó. Les familiares, en muchas ocasiones, en vez de contener y darle opciones a la niña o adolescente, se ponen en el lugar de protagonistas del sufrimiento, el dolor y la vergüenza, generándole mas culpa. Además del trauma, del abuso, del embarazo, de toda una situación difícil con los amigos y en la escuela, se afronta la culpa de “lo que le hice a mis padres”.
¿Por qué el aborto tiene que ser legal, seguro y gratuito?
Tiene que ser legal para que la corporación medica tenga la obligación y el compromiso de formarse con una perspectiva feminista e inclusiva que reivindique y respete el deseo y las decisiones de las personas con capacidad de abortar. Que dejen de excusarse en la legalidad y esa doble moral de que cumplen con todas las leyes dentro del servicio de salud pública, porque resulta que, si pagas 30.000 pesos en sus consultorios privados, se olvidan de que existen esas mismas leyes que reivindican. Pienso que tienen que ser seguros, como son los abortos seguros acompañados por socorristas, que la información sobre el aborto tiene que socializarse, que todas las mujeres tenemos que saber cómo abortar. Que esa información, que ya es pública, y que es el método recomendado por la OMS, debe ser un conocimiento ya expropiado a la corporación médica, un conocimiento que hemos tenido ancestralmente las mujeres y que nos fue arrebatado.
Lo que va a hacer que sea seguro es que contemos con la información. Y que sea gratuito para que todas las personas que lo deciden, puedan acceder, y que bajen las tasas de mortalidad, de maternidades no deseadas, de niñas y adolescentes forzadas a parir y maternar. También pienso que tiene que ser libre y feminista, porque los cambios sociales no vienen rápidamente a partir de una ley. Por mas que exista la ley, la discriminación, la violencia, el maltrato, la hostilidad siguen existiendo. Es importante que podamos decidir cómo queremos abortar, que puedan ser tratamientos ambulatorios, que decidamos con quien queremos estar acompañadas, y hacerlo donde nos sintamos cómodas, tranquilas y seguras, que en general no son los servicios de salud, con profesionales que están automatizados y que ven en cada paciente un número y no un ser social, biológico, político, emocional, y demás.
Cada aborto es distinto, como cada persona. Cada proceso es particular y viene cargado de la historia de la persona que lo va a atravesar, y todo eso debe ser respetado y considerado. Y no creo que se pueda dar dentro de esa institución que es el hospital, al menos todavía. Se necesita mucha formación, sobre todo emocional, empatía, respeto, compromiso con la vida y la salud de esa otra persona que nos necesita.