Hoy el comandante Fidel Castro cumpliría 94 años y su legado continúa intacto en cada gesto del pueblo caribeño. En el actual contexto de pandemia global, las brigadas de solidaridad internacionalista revierten las estadísticas.
Por Nuria Barbosa León
Resulta bochornoso que senadores estadounidenses presenten un proyecto de ley para castigar a los países receptores de ayuda médica cubana, alegando un supuesto enriquecimiento para el gobierno revolucionario sin tener en cuenta la necesidad de esos pueblos carentes de servicios médicos.
Ese proyecto de ley lo impulsó los legisladores Rick Scott, Marco Rubio y Ted Cruz, muy ligado a los aportes financieros de la mafia cubana americana que se apodera de los tributos de los contribuyentes, principalmente de la Florida para destinarlos a destruir a la Revolución. Si ellos pudieran garantizar que un mínimo grupo de médicos estadounidenses vayan a ayudar a las comunidades lejanas y de difícil acceso como lo hacen los cubanos, quizás se salvaran más personas.
Tomando el caso de Brasil, desde agosto de 2013 hasta noviembre de 2018, atendieron a 113 359 000 pacientes, en más de 3 600 municipios y dieron cobertura permanente a 60 millones de brasileños, según datos ofrecidos por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
Agreguemos los publicados por el anuario estadístico de la Unidad Central de Colaboración Médica del 2017, sólo en el 2014, el programa Mas Médicos dio cobertura a 40 millones de brasileños, ubicados en los 26 estados, el Distrito Federal y los municipios más distantes de las grandes urbes, incluidos los barrios de mayor vulnerabilidad social donde merodeaba la pobreza y la violencia.
Hoy el gigante sudamericano vive la peor crisis sanitaria, por el masivo contagio originado por el Sars Cov 2. Su ministerio de salud informó en días recientes el colapso de los hospitales y cementerios, pero aún no ha recibido ayuda real de su amigo y aliado del norte, salvo realizar pruebas en humanos de una vacuna. Sin embargo el presidente Jair Bolsonaro trata de imitar hasta en las estupideces del inquilino de la Casa Blanca.
Si el ultraderechista mandatario brasileño hubiese mantenido la ayuda médica cubana alejada de sus comentarios ideológicos, en calificarla de esclavitud moderna y alegando carencia de conocimientos de esos galenos para ofrecer servicios a la población, hoy ese país viviera una realidad diferente ante el coronavirus.
Sabemos que los pueblos tienen memoria, muchas y muchos brasileños manifiestan en medios públicos y en redes sociales, su deseo del regreso de los profesionales cubanos y como han dicho varios líderes como Dilma Rousseff y Luis Inacio Lula Da Silva, ellos volverán cuando esa nación conquiste en la lucha aplastar a un gobierno servil y dependiente de las fórmulas de Washington.
Cuba siempre está dispuesta a ayudar a los pueblos, sólo se necesita de la voluntad política de los gobernadores de aceptar esa ayuda. Ya lo hemos mostrado con la salida de más de 38 brigadas en 30 naciones del Contingente Henry Reeve de marzo hasta la fecha. De ellas han regresado dos de Lombardía en Italia y del Reino de Andorra, con la frente en alto y el orgullo por el deber cumplido.
No hay mal que dure cien años
El abandono a la sanidad pública generada por políticas neoliberales provoca estallidos sociales, -con mayor tensión ante una pandemia-, debido a la carencia de recursos necesarios para brindar servicios y a la vulnerabilidad del personal sanitario de contagiarse y de acceder a los medios de subsistencia dentro de la sociedad.
En España, las y los médicos internos residentes, protagonizan huelgas en el mes de julio para forzar a negociar un convenio colectivo de trabajo que mejore sus condiciones laborales. Son los que dan la cara a la pandemia con los peores sueldos y se les utiliza como mano de obra barata, de forma deshonesta con guardias por más de 24 horas y en condiciones pésimas que los agotan física, emocional y psicológicamente.
Situación similar se vive en Francia, donde cienta y cientos de trabajadores de la salud salieron a las calles bajo el lema: “Es urgente actuar”, para pedirle al Gobierno salarios superiores a los 1500 euros al mes, según reporta la agencia AFP. Al pedir información al buscador de google sobre el nivel de vida en alguna ciudad francesa responde la cifra de 1450 euros.
Esta situación llevó a las y los trabajadores de la salud a huelgas en demanda de mejores condiciones laborales y una mayor inversión en el sistema sanitario después de la alta presión vivida en los hospitales por la pandemia de Covid-19. Estas protestas culminan con una represión brutal por parte de la policía.
Nuestro continente no escapa a situaciones parecidas. En Colombia, más de diez organizaciones de profesionales de la salud enviaron una carta al presidente Iván Duque para reclamar una cuarentena estricta e ingreso mínimo vital por 14 días durante y después de laborar dentro de las áreas de mayor peligro con coronavirus.
Citado por la multinacional Telesur, la misiva señala pedido de acceder a información única y oportuna sobre la crisis sanitaria y protección del talento humano, ya que los médicos y paramédicos que enfrentan la tragedia en la primera línea de contención sufrieron de rebaja en sus sueldos y se les niegan suministros mínimos como tapabocas y guantes.
Una situación caótica presenta Bolivia donde colapsó 20 hospitales de los 34 que atienden enfermos de la Covid 19, según reporta la agencia rusa Sputnik. Por su parte, el expresidente boliviano Evo Morales lamentó en su cuenta de twitter la muerte de tres jóvenes médicos bolivianos (Sara Chambi, Heberth Ortuño y Mariano Barrios) graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana.
En Chile y Perú, también viven estallidos sociales de los profesionales de la salud ante la precariedad de los hospitales, la ausencia de garantías laborales y sociales, con énfasis en aquellos encargados de la higiene y el manejo de los fallecidos.
Cabe la pregunta: ¿Es difícil solucionar el tema cuando se dedican múltiples esfuerzos a equipar las fuerzas armadas y la policía? La solución está en colocar en el centro del problema, salvar vidas y no ingresar dinero.