Más de 360 presos murieron en la cárcel de Comayagua, Honduras luego de que se provocará un incendio por motivos hasta ahora “desconocidos”. Algunos sobrevivientes declararon que no les abrieron las puertas y les dispararon a los que intentaban escapar.
Entre la noche del martes 14 y la madrugada del miércoles 15 de febrero, la cárcel de Comayagua, ubicada a 90 kilómetros de Tegucigalpa, la capital de Honduras, ardió en llamas. Más de 360 personas, todos ellos detenidos que se encontraban en el penal, murieron. Hasta el momento no se saben los motivos por los que se inició el incendio, sin embargo las autoridades barajan algunas dudosas hipótesis.
La gobernadora del Departamento de Comayagua, Paola Castro, sostiene que el incendio fue iniciado por uno de los presos. En declaraciones a la cadena inglesa BBC aseguró que recibió un “mensajito (de texto) a las 11:11 de la noche en el que decía “nos estamos quemando, nos metieron fuego”. Para luego completar afirmando que “lo que manifiestan algunos de los presos con los que he podido hablar es que él sólo dijo: ‘Nos vamos a morir todos’. No sabemos qué fue lo que motivó a este joven a hacer algo así”.
Otra suposición es que hubo un desperfecto eléctrico. Pero luego de que los bomberos lograrán apagar las llamas se comprobó que la instalación eléctrica del penal estaba en perfectas condiciones.
Más allá de estas hipótesis el comandante de los bomberos de Honduras, Jaime Omar Silva, que lleva a cabo la investigación, dijo que no hay que adelantar teorías.
Dónde hubo fuego…
A pesar de los intentos de los guardias del penal, que dispararon sobre los pocos presos que lograban escapar de las llamas, hubo sobrevivientes. Y los sobrevivientes hicieron declaraciones que comprometen a todo el servicio penitenciario de Comayagua.
Uno de los presos que logró escapar de los pabellones declaró que los guardia cárceles “no nos abrían los portones hasta que llegó un enfermero (quien rompió tres candados) y por fin logramos salir”. Cabe aclarar que el enfermero era otro preso que trabajaba en la enfermería del penal. Además, varios aseguraron que al intentar escapar por los techos del penal tuvieron que esquivar las balas de los guardias que, a pesar del incendio, consideraban que se estaban fugando. Para peor, la gobernadora Castro defendió a los miembros del servicio penitenciario diciendo que “La verdad es que ellos estaban cuidando a la vez que no hubiera fugas. En este momento no sabemos si hubo alguna, pero si sé que se hizo lo que se tenía que hacer para cuidar a los privados de libertad”.
Por otra parte, las declaraciones de los bomberos que primero llegaron al lugar aportan a la versión de los detenidos. Nadie les abrió las puertas por lo que uno de los oficiales que llegó en el primer camión cisterna a la cárcel dijo: “Teníamos que sacar a la gente o apagar el incendio, pero como no podíamos sacarlos porque no había cómo abrir las rejas, empezamos a combatir las llamas”.
Para muestra alcanza un botón
El penal de Comayagua es un ejemplo más de la situación que se vive en la mayoría de las cárceles latinoamericanas. El hacinamiento está a la orden del día (había 900 detenidos en un edificio con capacidad para 450) y las consecuencias a la vista. Este incendio es el tercero en menos de diez años que se da en una cárcel hondureña.
José Miguel Vivanco, director de las Américas de Human Rights Watch declaró luego del incendio que “Las plantas físicas son básicas, muy rudimentarias. Aquí no hay inversión para mejorar las condiciones. El hacinamiento es usualmente del 50% en América Latina. Yo he visito prisiones donde las autoridades reconocen que las condiciones internas son inhumanas, pero no hay prepuesto para abordar el problema”. Por su parte, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Miguel Insulza pidió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el envío de una comisión específica que investigue lo ocurrido.
Ante este hecho, la Organización de las Naciones Unidas instó a todos los países latinoamericanos a “revisar” la situación de sus sistemas carcelarios. Este es un debate más que necesario para empezar a resolver las condiciones infrahumanas a las que son sometidos los reclusos en nuestro continente.