Si bien hoy no estamos de cuerpo presente en las salas, la tarea docente continúa y frente a este nuevo contexto nos encontramos reinventando las maneras de tejer vínculo y de ofrecer encuentro. Por eso unos aportes para pensar nuestro rol en el contexto de aislamiento y distancia entre lxs más peques.
Por Elia González, Renata Crespo, Candela García Sciaroni y Martina Senes*. / Foto: Lucia Prieto
Con menos de quince días de clases con les niñes, se interrumpieron los encuentros en las salas, los abrazos al llegar, los desayunos y meriendas compartidas, los momentos de patio o arenero, las canciones… Les proponemos un recorrido por distintas experiencias de continuidad pedagógica en el Nivel Inicial y sus implicancias para el trabajo docente.
Con menos de quince días de clases con les niñes, se interrumpieron los encuentros en las salas, los abrazos al llegar, los desayunos y meriendas compartidas, los momentos de patio o arenero, las canciones… Les proponemos un recorrido por distintas experiencias de continuidad pedagógica en el Nivel Inicial y sus implicancias para el trabajo docente.
Terminando la primera quincena del mes de Marzo, se decretó en la Argentina el aislamiento social obligatorio debido a la pandemia causada por el virus COVID19 que puso al mundo en emergencia sanitaria. Esta medida incluyó de igual manera a todos los niveles educativos, y al mismo tiempo que decretó que no habría clases presenciales propuso la continuidad pedagógica. A partir de esto se abrieron distintos interrogantes, por un lado un abanico de debates al respecto de qué es y qué significa la continuidad pedagógica, cómo se reconfigura el rol docente en modalidad virtual y sobre todo qué implica para la especificidad del Nivel Inicial.
Esta suspensión del cotidiano, propuso un gran paréntesis en el primer período del año del nivel inicial, también llamado “período de inicio” otrora período de adaptación (siendo este movimiento desde la adaptación de algunes al inicio para todes ejemplo del inagotable ejercicio de reflexión y modificación de las prácticas de la Escuela Infantil). Recibir con calidez y respeto atendiendo a las necesidades familiares e institucionales es el objetivo prioritario. Es en este momento en el que comenzamos a conocernos: les niñes entre sí, nosotras con cada une en particular, con el grupo en general y, a su vez, con cada una de las familias.
El primer encuentro en la sala, o mejor dicho, los primeros encuentros, son fundamentales en nuestra tarea ya que tienen como principal objetivo comenzar a tejer estos vínculos. A través del juego, vamos entendiendo y conociendo, maestras y niñes, quiénes son las personas con las que vamos a compartir en nuestro cotidiano, cómo son, qué cosas les gustan y cuáles no, sus nombres, sus alegrías, sus temores. Y también -y muy fundamentalmente- comenzamos a construir un tímido nosotres, que con el correr de las semanas crece y nos lleva a elegir un nombre para la sala/grupo y cuál es el mejor lugar para colgar las carteleras donde ubicaremos los dibujos, y los juegos y cuentos que vamos a repetir más de una docena de veces.
Por lo general, pasada la niñez las personas olvidan el gusto por repetir y les extraña mucho cuando une niñe pide ver una misma película muchas tardes de su recién estrenada vida. En el Jardín valoramos esta acción de repetir las veces que haga falta todo aquello que disfrutamos, nos genera curiosidad o se nos presenta como un desafío, ya que de este modo empezamos a urdir la trama donde hacer crecer el tejido de palabras, historias, fantasías, conocimientos y sentimientos desde la cual nos relacionaremos con el entorno. Sin esta trama, el mundo se convertiría en un lugar mucho más complejo de habitar, mucho más si tenemos en cuenta de que por fuera de la Escuela Infantil y sus propuestas no hay muchos otros lugares que consideren a les niñes al momento de diseñar su arquitectura, mobiliario, posibilidades de acción y de producción de subjetividades, que no sean adultocéntricas o que no tiendan a la concepción de niñe-consumidor.
Tejiendo la urdimbre
Esta manera tan nueva de socializar y compartir que iniciamos hace menos de dos meses, es un constante descubrir y construir, entendiendo y atendiendo a la importancia y la urgencia de conservar el espacio que ofrece el Jardín. En este sentido, resulta interesante regar este hacer con sendos signos de interrogación: ¿continuidad pedagógica o continuidad vincular? ¿Son distintas una cosa de la otra en el Nivel Inicial? ¿Puede haber, en la escuela infantil, enseñanza sin previa construcción de vínculo? ¿Qué tipo de encuentro ofrecemos cuando está mediado por la virtualidad (en el mejor de los casos), y cómo se configura el encuentro cuando no hay señal, no hay datos, no hay para comer?
Con estas preguntas rondando en la mente y en el cuerpo, es que vamos construyendo propuestas desde las escuelas. En algunas de ellas, de gestión privada, la comunicación fluye vía e-mail con las familias y vía Skype, Zoom -o alguna plataforma parecida- desde la cual es posible verse y escucharse. Tan acostumbrades al cara a cara y cuerpo a cuerpo, que al principio fue rara la idea de conectar virtualmente con les niñes. Pero pronto fueron apareciendo las manifestaciones de aquello: familias que cuentan “el antes y el después” de la videollamada en el ánimo de les niñes; el fluir de lo que entre elles cuentan y de lo que se cuentan entre sí a partir de la propuesta de la maestra; el disfraz o juguete que traen para la ocasión, evidenciando la espera de aquel momento.
En estos pequeños grupos la propuesta es en definitiva encontrarnos, escucharnos, vernos las caras. Compartir un rato del cotidiano entre docentes, familias y niñes. Vemos como interesante que esta modalidad ofrece la posibilidad de la toma de la palabrapor parte de cada niñe, la oportunidad de decir, contar, preguntar. Aparece fuertemente cómo el juego y el vínculo -como pareja de contenidos- abraza e invita a cada une a ser parte de ese momento compartido. Podemos ver cómo les niñes a través de las canciones y propuestas se entusiasman cuando les nombramos y les ofrecemos algo para que “agarren” o más bien simulen agarrar (“como sí”) de las pantallas o nos ofrezcan, por ejemplo, comida hecha de masa para un títere, una cara graciosa para reirnos, nos muestran algún juguete de su casa, tocan un instrumento musical junto a nosotras mientras cantamos entre todes. Y en estos espacios también aparecen los miedos, los juegos a que alguien se enferma de coronavirus, la pregunta por los barbijos… también las angustias por la prolongación de la virtualidad y la falta de contacto.
En otros jardines, aquellos que se encuentran en zonas históricamente vulneradas en sus derechos, la cosa es bien distinta. Los encuentros más certeros se dan por teléfono y también con aquel miembro de la familia que se acerca a la Escuela Infantil Pública a buscar el bolsón de alimentos. Ésta es también una oportunidad para enviarle a les niñes una propuesta que les conecte con su maestra y su jardín, cuando en el celular no hay datos para descargar un audio, una imagen, entrar al mail o al padlet donde cada maestra sube las propuestas. En una sala de cinco años de un Jardín del borde de la CABA, la entrega en mano de cartas con estampillas y la invitación a hacer el sobre y las propias estampillas para responder la carta a su “Seño”, es una iniciativa que además de conectar con la novedad de recibir por vez primera una, invita a construir un ida y vuelta que es también el origen de muchas otras acciones: dibujar, preguntarse respecto de cómo se comunicaba la gente antes, descubrir que el sobre recibido es igual al ícono de SMS que aparece en la pantalla del celular y escribir, como puedan, lo que quieren contarle a su maestra. Sin conectividad no es sinónimo de desconexión y el intercambio epistolar aparece aquí como una propuesta democratizadora en una ciudad marcada profundamente por la desigualdad y la nula voluntad política de la gestión de Horacio Rodriguez Larreta por hacer algo al respecto.
También encontramos espacios educativos donde la red se va tejiendo de una manera súper artesanal. Escuelas que son gestiones asociadas de entidades privadas y públicas que no reciben el bolsón de alimentos pero alojan a infancias en situación de vulnerabilidad social. En este caso las estrategias se tejen al interior de cada equipo docente y redes barriales asociadas. La directora de una de estos espacios articula con las cooperadoras de otras escuelas públicas de la zona y recolecta en su auto donaciones de la comunidad, “bolsones sobrantes que no han sido entregados”, ropa de abrigo, libros, espirales, productos de limpieza, etc. Un grupo de familias y docentes auxilia en esta tarea y cada 15 días: 60 familias de esa institución (población actual y egresada) retiran su mercaderia gracias a la red. Porque cuando el estado está ausente, la salida es colectiva. Esos sábados de encuentro con barbijos y ojos achinados de alegría, maestres y familias comparten ese tiempo de intercambio amoroso. Algunes llevan también sus juguetes y los intercambian con otra familia. Una vez que el juguete llega a otra casa está cargado de historia, de afecto y de comunidad. Así se va tejiendo la ternura y la posibilidad igualar algunas oportunidades. Esta red de encuentros, también ha sido nicho de nuevas experiencias colectivas al interior de cada grupo de familias, niñes y maestra que conforman cada “sala”. En una de las salas, una vez atendida la demanda urgente de garantizar el alimento para todes, comenzaron a circular recetas de tortas que preparaba la abuela o que vivían desde hace mucho en cada familia. La idea de sistematizar la información y armar un recetario colectivo llegó al poco tiempo. Resolver la urgencia en conjunto es el inicio de una serie de iniciativas y propuestas que también permite concentrarse en lo importante: estar cerca y acompañarnos en este contexto de aislamiento obligatorio.
Sacar conclusiones definitivas es algo que en estos días de emergencia sanitaria hemos aprendido a evitar. Pero sí podemos dar cuenta de lo que vamos viendo con el correr de los días y es que los encuentros virtuales, las propuestas enviadas en sobres, los juguetes intercambiados, se vislumbra que lo que seguimos ofreciendo es el espacio para construir vínculo, entendiéndolo desde una mirada pedagógica. Como dice María Emilia López: el vínculo desde la ternura y la ternura como portadora de aquellas atribuciones de las funciones maternante y paternante, como la acción de contener, envolver, organizar, procesar los sentimientos indiscriminados que a veces agobian a los bebés [y a los niños pequeños]. La ternura como sostén para atravesar ese espacio de tiempo y de historia en que el niño inaugura su condición humana. El vínculo como trama en el que se sostiene la posibilidad de construir su subjetividad.” En definitiva, la ternura como envoltura que anida las individualidades de cada une y que nombra y da lugar a cada subjetividad.
Muchas veces llega a un grupo de whatsapp de la sala una foto de un niño vestido de guardapolvo y mochila o un video de una niña que juega a que es una compañera particular mientras sus muñecos sentados en ronda son aquelles que no están en su casa y ella extraña. A veces una mamá, una mascota o una hermanita bebé es un padre, madre o abuela y así, jugando, se abraza algo del mundo conocido. El recuerdo llena de sentido tanta virtualidad cuando un niño de la sala, varado con su familia en Perú por el cierre de fronteras, mira las noches despejadas y se acuerda de “La luna está tapada” que cantaba el año pasado en la escuela.
Seguimos educando
Realmente entendemos que esta tarea va de la mano con la ternura y el vínculo desde la ternura, donde en cada intervención intentamos brindar a les niñes escucha, contención, acompañamiento a pesar de las distancias inevitables.
Lo hasta aquí recorrido da cuenta, también, de la concepción de infancias desde la cual nos posicionamos y trabajamos. En esta virtualidad seguimos trabajando en pos de niñeces autónomas, participativas, creadoras. Y a pesar de no tener el espacio/tiempo de la sala para construir en clave de autonomía, vemos en estas propuestas que el foco sigue estando ahí: que puedan contarnos con sus palabras o sus expresiones sus emociones, sus creaciones, sus sentires, y a partir de ahí seguir pensando propuestas que les interpelen desde sus deseos, intereses, miedos, sensaciones… en el intento de aportar herramientas que les permitan expresar, qué sienten, qué piensan, qué inquietudes les genera todo esto que está pasando y todo lo que trae aparejada esta pandemia (angustias familiares, falta de trabajo, aislamiento, distancia de personas queridas, entre otras).
Vamos arribando de a poco a algunas orillas que presentan posibles respuestas pero que, más que nada, multiplican las preguntas que se suman a las que nos trajeron hasta aquí. La única certeza es que la escuela, a través de sus equipos docentes y de conducción, está tejiendo redes entre las personas, ofrece un espacio de encuentro común y propone alternativas y soluciones a problemas concretos. La escuela continúa garantizando derechos. Las escuelas no son reemplazables. Les docentes, tampoco.
* Maestras del Nivel Inicial en distintas escuelas de CABA