Ante el olvido de las y los más vulnerables por parte del Estado chileno, numerosas iniciativas permiten crear estructuras de salud comunitaria y de autogestión colectiva de los cuidados paralelas a las oficiales.
Texto y foto por Diego Arahuetes
“Fuerza Chile” exclama con el puño en alto, con una expresión a medio camino entre la risa y la pena, una niña de 10 años de Polanco. Vive en uno de los 42 cerros que junto a las innumerables quebradas rodean Valparaíso, cuyo puerto, el principal del país, es un epicentro en Sudamérica del engranaje del comercio mundial. Desde ahí salen los mejores productos de la zona centro para todo el mundo. Lástima para las y los porteños que las
ganancias generadas tributen en Santiago. Mientras en el plan, la zona baja de la ciudad, se aglutinan comercios, bancos y edificios gubernamentales y pareciera que todo ocurre aquí. En los cerros, como el de esta niña, se levanta el puño. Aquí, en las laderas de esta ciudad, se resiste.
En este día de mayo, la ciudad se levanta bajo una neblina espesa. Aunque la vaguada costera, como llaman sus habitantes a este fenómeno climático, no permite ver nada, la ciudad y sus gentes siguen ahí, tejiendo redes. En los cerros de esta joya del Pacífico se construye comunidad desde hace meses y ahora, en tiempos de COVID-19, se cuece un caldo de cultivo idóneo para reformular pilares básicos de la vida como la salud.
Conscientes de que las instituciones no se van a hacer cargo del cuidado de sus habitantes, las asambleas territoriales de Valparaíso se han encargado de crear fórmulas de colaboración y cooperación entre los vecinos y vecinas, desde una lógica micro y horizontal. “Chile despertó” dicen las voces de las asambleas al unísono. Grito que ha acompañado las manifestaciones a lo largo y ancho de todo el país durante los últimos meses.
Son numerosas las demandas que, ciudadanía, asociaciones y colectivos han exigido al gobierno para que se reviertan las injusticias en el país, herencia de una dictadura y un sistema económico y político que no ha hecho sino devastar a todos los chilenos, sus cuerpos y sus territorios. Entendiendo ambos como conceptos inseparables e indivisibles, que conviven de manera conjunta y se ven afectados por los mismos problemas: cambio climático, pandemias, especulación inmobiliaria, enfermedades y extractivismos, entre otros.
En esta lógica ilógica se están generando numerosos proyectos que buscan, muchas veces desde la autogestión, la construcción de espacios y estructuras más accesibles para todos en materia de educación, salud o cultura, así como más recursos y calidad de los servicios. La respuesta del estado a estas reclamaciones, de la mano de su aparato militar y de las
fuerzas de Carabineros, no ha sido otra que la violencia y las constantes vulneraciones de derechos humanos. Desde que estallaron las protestas en Chile el pasado 18 de octubre tras la subida del boleto de transporte público, ha habido 3838 heridos, 460 oculares, 1805 víctimas en querellas y 11412 detenidos, según los datos constatados por funcionarios del Instituto nacional de derechos humanos en manifestaciones, centros de salud y
comisarías.
Esta propuesta pretende, no solo proveer de alimentos a quienes no pueden
desplazarse o corren mayor riesgo al hacerlo, sino también crear momentos de encuentro, manteniendo las distancias físicas oportunas de seguridad, donde poder conversar con todas aquellas personas mayores que están en estos días más solas en sus casas. Desde cordones territoriales de Valparaíso, orgánica de articulación de asambleas territoriales, y respetando al ¡quédate en casa” y al “distancia, que no aislamiento, física”, surge la iniciativa de crear programas de entrevistas a las diferentes asambleas territoriales para mantener los nexos entre los distintos territorios de la ciudad. En el mismo sentido Manuel Hurtado, médico general de la ciudad, comenta que “las medidas de aislamiento no
significan disminución del contacto social” y añade en una entrevista con el diario La Quinta “en crisis como esta es donde más necesitamos contacto y cooperación entre nosotros”.
Algunos cerros se han ido organizando durante estas semanas de cuarentena. Por ejemplo, en Barón se ha creado un catastro de carnicerías, panaderías, tiendas de alimentación, oficios y restaurantes familiares que hacen todo tipo de pedidos a domicilio. Esta iniciativa, cuenta Rocío, ha posibilitado varias cosas: por un lado, que la gente pueda quedarse en casa en la medida de lo posible y, por otra parte, que los negocios de barrio no quiebren y puedan seguir vendiendo. Se ha enviado por WhatsApp a los habitantes de esta zona toda la información necesaria para que puedan hacer sus compras de forma segura y cumpliendo las medidas adecuadas, para cuidarse entre todos.
En esta explosión de proyectos, ideas y alternativas puestas en escena en Valparaíso, otro de los proyectos que nace en la ciudad es Transalud Comunitaria, iniciativa que pretende llevar a los cerros y poblaciones, reflexiones y prácticas en materia de salud. Durante años, los vecinos y vecinas de los cerros han sufrido las consecuencias de un sistema de
salud público debilitado e insuficiente. Por ello, muchas personas debían pagar por asistencias privadas un alto monto, lo que conllevaba durante prácticamente toda la vida, fuertes endeudamientos con los bancos.
El colectivo Transalud Comunitaria concibe la salud como un todo y busca crear espacios colectivos y horizontales en los que reconceptualizar sus significados. Desquebrajar viejas ideas asistencialistas y reformularlas por otras en las que la comunidad sea dueña de su salud, forma parte de una de las bases de este joven proyecto. Pero ¿qué sería entonces la salud y cómo la entendemos desde una visión de lo comunitario y no asistencialista?
Reestablecer el tejido social en los barrios, crear espacios participativos, organizar encuentros periódicos en los que se da pie a escuchar al otro, al vecino, a la vecina y conocer y poner en funcionamientos prácticas y actividades que nos hacen bien, entre otras cosas, forma parte de la creación de espacios que se cuidan, de barrios sanos. Barrios que se cuidan son barrios sanos, barrios sanos son barrios que luchan. En esta propuesta,
Transalud lleva seis meses trabajando con la comunidad, a través de las itinerancias mensuales. Las compañeras de este proyecto se acercan a la comunidad para compartir experiencias, ideas y conocimientos. “Con esta iniciativa la comunidad también se activa y se conocen entre sí” comenta Diego, vecino y coordinador de las itinerancias de Transalud en el centro comunitario Manuel Rodríguez de Polanco.
La actual pandemia no es, sino el reflejo de un sistema económico que no para de llevar a cabo políticas extractivistas de nuestros cuerpos y nuestros territorios. En este contexto, los colectivos más vulnerables, entre ellos las mujeres y disidentes, acaban siendo los más oprimidos. Desde Transalud, colectivo con una mirada ecofeminista, se apuesta por recuperar el cuerpo y colocarlo en las bases de los cuidados y las luchas. Respetar al cuerpo y volver al mismo forma parte de un proceso de recuperación de conocimiento y un acto de reivindicación y protesta contra un modelo neoliberal extractivista.
Muchas de “las enfermedades” que afectan a nuestros cuerpos están producidas por todo aquello que, en cierta manera, forma parte de ellos mismos. La alimentación, el clima, el territorio forma parte del cuerpo, por eso construir escenarios saludables es imprescindible para el cuidado de nuestros cuerpos. El activismo medioambiental se presenta como una propuesta necesaria para primero recuperar nuestros cuerpos y sus
cuidados y segundo, como alternativa para combatir las políticas neoextractivistas que cada día más y más se instalan en nuestros territorios.
Chile está siendo un referente a nivel global en cuanto al reflejo de las infinitas posibilidades que pueden existir a la hora de auto-organizarse, en periodos en los que queda más visibilizado que de costumbre la despreocupación que muestran los estados por sus ciudadanos.
Ejemplos de estos procesos de gestión ciudadana, además de los anteriormente mencionados, son los cabildos creados a raíz del estallido social como el Cabildo por las artes, la cultura y el patrimonio, los centros de acopio y otros espacios que ya existían habilitados, durante todo este último tiempo, como enfermerías para atender a los heridos en las manifestaciones. Desde este punto de vista, la salud, el territorio y el cuerpo se conciben como una tríada inseparable necesaria para vivir en dignidad y como base fundamental por la que reclamar y recuperar lo que siempre nos ha debido de pertenecer. El derecho de vivir en Paz, como decía Víctor Jara, se construye desde la base a través del fomento de redes de solidaridad, apoyo mutuo y cooperativismo. Por aquí ya lo dicen: “el pueblo cuida al pueblo”.