Mañana se presenta la nueva edición de “Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América Latina”, de Hernán Ouviña, con la incorporación del prólogo de la intelectual feminista italiana Silvia Federici.
Por Ignacio Marchini | Foto Julieta Lopresto Palermo
El año pasado, al cumplirse 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo, la Fundación que lleva su nombre, junto con las editoriales El Colectivo (Argentina) y Quimantú (Chile), presentaron el libro Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América Latina, de Hernán Ouviña. Mañana sale su segunda versión en una presentación online, con la incorporación de las editoriales La Fogata y Bajo Tierra y el agregado imprescindible del prólogo de la intelectual marxista y feminista, Silvia Federici.
“El homenaje de Hernán Ouviña a Rosa Luxemburgo es un ejemplo poderoso de cómo nuestra lectura del pasado se torna viva cuando está motivada por preguntas, luchas y preocupaciones del presente”, destaca al principio del prólogo Federici y remarca fuertemente que “la principal contribución del libro es la atención que Ouviña le otorga a los intereses de Luxemburgo en torno a temas que la ortodoxia marxista ignoró o marginalizó, pero que ahora están a la cabeza del pensamiento y la acción radicales”.
Rosa Luxemburgo es una figura ineludible de las revoluciones de principio del Siglo XX. Una referente izquierdista, que abogaba por el protagonismo popular en las calles, que criticaba sin medias tintas a la vieja guardia social demócrata alemana. “Mocosa, cómo me decís eso, podría ser tu padre o tu abuelo”, le dijeron en más de una discusión con sus colegas, cuando apenas tenía veinti tantos años.
Hoy parece natural, producto del protagonismo cada vez mayor del movimiento de mujeres y disidencias sexuales, pero a finales del siglo XIX, en una Polonia ocupada (de la cual escapa fugándose de la policía zarista), el significado de una mujer judía, polaca y migrante que luchaba contra todas esas opresiones era mayúsculo. Tuvo que casarse con el hijo de una familia amiga para poder obtener la nacionalidad alemana. No para ella, sino para poder militar más tranquila sin ser expulsada.
Algo de la contradicción que representaba el accionar feminista de Rosa y su percepción clasista de la historia, y no desde el lugar de mujer, se deja entrever en las palabras de la filósofa marxista: “Como Ouviña reconoce, es materia de debate si Luxemburgo puede ser considerada una feminista en el sentido contemporáneo del término, ya que ella nunca miró al capitalismo y a la actividad revolucionaria desde una “perspectiva de la mujer”, y siempre priorizó el punto de vista de la clase como perspectiva totalizadora y no afectada por cuestiones de género y raza. Al mismo tiempo, Ouviña muestra que su vida era un feminismo en acción, que rechazaba las formas y las normas de conducta –vigentes también en círculos radicales– que podrían exigirle que, como mujer, guardara su lugar y se inclinara ante sus camaradas varones, una regla que ella permanentemente violaba, en política tanto como en el amor”.
El educador popular y politólogo, Hernán Ouviña, y el ilustrador, Óscar González “Guache”, trabajaron en conjunto con las editoriales y la Fundación Rosa Luxemburgo para darle vida a este libro.
La vigencia del pensamiento luxemburguista es notable. El debate de reforma o revolución sigue siendo actual. No de manera dogmática. Si pensamos en momentos políticos actuales, y comparamos con, por ejemplo, la polémica que ella sostiene con la socialdemocracia alemana, en pleno auge en ese entonces, Rosa advierte que el oportunismo abre camino al fascismo. El oportunismo de la social democracia lleva a un acuerdo con la derecha nacionalista, promotores de la guerra, que abrió el camino al fascismo en Europa. ¿No será posible extrapolar esa conclusión al momento actual latinoamericano?
“Que florezcan nuevas Rosas es más urgente que nunca”
Cuando el libro se presentó por primera vez, Ouviña explicó qué lo llevó a encarar esta tarea: “Nos acercamos a Rosa por una sospecha, sobre todo después del 2001. ¿Por qué no hay aún, en la debida medida, pueblos, organizaciones, movimientos que se autoproclamen luxemburguistas? ¿Por qué Rosa no aparece en el crisol de tradiciones? A Rosa hay que traerla al presente desde su integralidad. Muchas veces se la disocia de sus aristas más incomodas. Se habla de cómo amaba a los animales pero se disocia esa perspectiva de la lucha anticapitalista. Hay que pensar desde una categoría que era clave para ella que era la totalidad”.
¿Cómo pensamos desde la totalidad para romper con el androcentrismo, para romper con la lógica del despojo? ¿Cómo pensamos la relación centro-periferia? Rosa trata de desmontar el eurocentrismo. Es una de las primeras que tiene la osadía de criticar al propio Marx y decir “este esquema, inconcluso en El Capital, es un esquema que sólo concibe capitalistas y obreros”. Pero, ¿qué pasa con los pueblos indígenas, con el campesinado, con las economías naturales, con las opresiones específicas de las mujeres y las disidencias sexuales? ¿Qué pasa con el grueso del planeta que está siendo subyugado, no simplemente en la clave de la acumulación originaria, sino a partir de la acumulación por despojo que es un proceso permanente que padecen los pueblos del sur global?
Rosa nos invita a pensar un marxismo distante de todo dogmatismo. Una de las tantas referencias que nos permite entender que sólo se es un buen marxista o una buena marxista si no se es sólo marxista. Si podemos nutrirnos de otras tradiciones, otras cosmovisiones. No es algo residual, es algo que hace pensar la Revolución desde la vida cotidiana, como proponía ella.
Un eje transversal al libro es el del socialismo como alternativa civilizatoria. Una opción que atreviese todo el globo es más urgente que nunca. Hoy que resurgen los nacionalismos, las lógicas xenófobas, la violencia patriarcal. Según Ouviña, “revitalizar a Rosa implica pensarnos desde la plurinacionalidad, algo también olvidado pero que en ella es muy importante. Si queremos pensar en una sociedad pos extractivista, que luche contra el Patriarcado, en contra de la guerra contra las mujeres y los jóvenes, es necesario un socialismo donde quepan muchos socialismos. Un socialismo ecoambiental, un socialismo despatriarcalizado, antiburocrático, libertario. Un socialismo del buen vivir”.